Despidiendo a Israel




La esperanza
Hoy es el día del regreso. A las 11,30 hs. nos van a pasar a buscar por el hotel para ir hacia el aeropuerto de Tel Aviv. 
Miro por la ventana por última vez la típica arquitectura local. Empiezo la despedida...


Antes del transporte, me voy a reunir a conversar con Ari Dayan, un argentino, primo de mi amigo Enrique Skiarski, quien nos hizo el contacto. Ari vive aquí desde su juventud, es un calificado periodista, escritor e hizo un doctorado sobre la historia de Israel.

Ahora Ari acaba de llegar y vamos a un café cercano al hotel para charlar con mayor comodidad y poder fumar al aire libre. Sigue hablando como un típico porteño, a pesar del tiempo transcurrido, y descubrimos que tenemos la misma edad. Nos sacamos una foto de recuerdo.


Me dice que ya dejó el periodismo y que está escribiendo un libro sobre lo que se denominó el “Gobierno Militar”, que fue una organización estatal que funcionó entre 1948 y 1966 para controlar a la población árabe de Israel y que motivó una importante resistencia y lucha política para su derogación. Fue una creación de Ben Gurión, el gran fundador y organizador del Estado de Israel, quién consideraba que la comunidad judía debía ser totalmente autónoma de la árabe, tanto en lo económico como en lo geográfico.

Le cuento algunas de mis experiencias en el viaje, lo que he leído, y le pregunto sobre cómo ve el presente y el futuro de Israel.

Me comenta, para empezar, que aquí por mucho tiempo existió el denominado “problema Sefaradí”, nacido de las diferencias entre los repatriados de Oriente, respecto de los judíos de Europa Oriental, los “azquenazi”, dada la situación de inferioridad cultural y económica de los primeros, pero que el problema poco a poco se va superando.

Con respecto a los judíos religiosos, me cuenta que al principio eran enemigos de la creación del Estado de Israel por entenderlo como una situación artificial, obra del hombre y no de Dios, como debía ser. Pero que, luego, interpretaron que se trataba de la vuelta a la “tierra prometida” que figura en la Biblia. Entonces, no solo apoyaron la creación del Estado sino que sostienen el derecho a ocupar todas las tierras del Israel bíblico, las que comprenderían territorios palestinos y de países vecinos. Agrega que si bien el Estado es laico, se hizo un pacto para respetar el sabath, los feriados religiosos, la libre enseñanza religiosa y para eximir del servicio militar a ciertos estudiantes religiosos de ambos sexos.


Me dice que los primeros colonizadores eran de ideas socialistas y que les interesaba, junto con la creación de un estado judío, establecer una sociedad que fuera igualitaria y democrática. Agrega que, no obstante, la extensión de las fronteras por las guerras y la ocupación de territorios árabes por colonizadores judíos, ha hecho prevalecer lo judío sobre lo democrático. Hoy mismo, como la tasa de natalidad judía es menor que la árabe, el dar derecho de voto a todos los árabes en los territorios conquistados haría perder el carácter judío al Estado.

Agrega que, en lo económico, se había organizado un Estado de Bienestar que estalló en el año 1985, y que desde hace treinta años se instaló el neoliberalismo. Con el gobierno actual, dice, existe un populismo de derecha.

Me cuenta que Israel no es un país donde exista un importante número de judíos intelectuales como puede haber en Estados Unidos o en Argentina, por lo que no hay grandes críticas a la situación política. La mayoría de la población es pragmática y vota por razones de seguridad. De todos modos la situación de los árabes israelíes, los que tienen la nacionalidad y viven en el territorio de Israel, ha mejorado a partir de la apertura económica.

Dice que esa contradicción entre “estado judío” y “democracia” se va a agudizar ya que ve imposible que Israel abandone los territorios ocupados y que ve muy oscuro el panorama de la relación con los árabes.

Comparte que podría formularse una utopía en la cuál el Estado de Israel, logrado su objetivo de construir una patria para todos los judíos del mundo, abandone el sionismo y admita el voto y la igualdad de judíos y árabes en una sociedad plenamente democrática. Sin embargo, es escéptico, sobre todo cuando los jóvenes son incorporados dos años al ejército e imbuídos de ideas nacionalistas.


Al finalizar la charla me comenta que, aún cuando él en lo personal vive bien, por momentos se replantea si hizo bien en venir de Argentina a Israel considerando un resultado político tan poco igualitario.

Con este comentario Ari se despide y yo subo al vehículo que nos llevará al aeropuerto.

Voy dejando Jerusalén con la nostalgia de la partida. 
Mientras miro el paisaje me voy despidiendo de esta tierra, que toda mi vida ansié conocer, la que he disfrutado plenamente a pesar de los pocos días, y a la que me gustaría volver con más tiempo. 




Al llegar al aeropuerto nos recibe Carolina, una jóven argentina radicada aquí hace un tiempo que nos facilita el check in y el despacho de los equipajes. Es simpática y conversadora. La agencia sigue ayudando.
Nos deja en la fila de migraciones. El sistema consiste en mirar una cámara mientras un robot escanea la foto del pasaporte bajo la vigilancia de una empleada. Si hay coincidencia el robot abre la puerta automáticamente. Así pasa con Lucía y las nenas que entran sin problemas. En mi caso, la puerta no se abre. La empleada prueba varias veces de nuevo mientras yo cambio la mueca que le hago a la cámara tratando de imitar mi cara en la foto que me sacaron para el pasaporte hace unos cuantos años. Para peor, la foto es horrible, tengo la cara arrugada, con grandes ojeras y parezco mas viejo. Vuelvo a fracasar y me mandan a una revisión, donde se supone que el control es mas preciso. Vuelvo a fracasar. Lucía y las nenas me miran preocupadas desde el otro lado. Por fín me mandan a una fila de supervisión final, donde hacen cola unos jóvenes orientales. Cuando me toca el turno la empleada, de rostro inexpresivo, toma el pasaporte y lo somete a pruebas bajo el mostrador que no puedo ver. Después de un rato de zozobra, me lo devuelve con la tarjeta de salida. Mientras camino hacia el embarque no se si sentirme molesto por el trámite y el desconcierto, o feliz por tener hoy una cara menos arrugada que en la foto de hace unos años.

Ahora ya estoy en el aeropuerto listo para partir. 
Pienso que en cinco días no se conoce a un país ni a su gente, aunque haya hecho muchas lecturas previas, pero por lo menos se pueden ir venciendo prejuicios, tomando conciencia de situaciones y ajustando las visiones.
Creo que el lugar es bueno y justo para los judíos, que después de mas de 2000 años de diáspora, pogromos, discriminaciones, antisemitismo en todo el mundo -incluyendo a la Argentina- y el indescriptible horror del holocausto, hoy tienen una nación en la cuál instalarse sin ser extranjeros. La "tierra prometida", a la que han convertido en un vergel.
El lugar es extraordinario para los cristianos, porque pueden venir a ver, tocar y pisar la tierra y los lugares donde Jesús nació, predicó, hizo milagros, murió y resucitó. Aquí, seas o no creyente, se puede percibir el "aura", esa emoción de estar en contacto directo con una obra original y recibir su energía, como decía Walter Benjamin.
Pero para los musulmanes, aún cuando también es un lugar santo, es muy doloroso porque sufren las consecuencias de la desigualdad de derechos, de la pérdida de territorios, de la falta de libertad y del exilio forzado.
Por eso apoyo fervientemente a todas aquellas personas y organizaciones que, apelando a la buena voluntad de la gran mayoría de los judíos y los árabes que viven en la zona, promueven el diálogo y la búsqueda de soluciones que garanticen los derechos de judíos y palestinos, la igualdad de trato, la democracia interna y los derechos humanos como requisito para una paz verdadera. 

Destaco, en el punto, la labor que realiza desde lo artístico nuestro compatriota Daniel Barenboim, un ejemplo para todos.

"Bienaventurados los que trabajan por la paz porque serán llamados hijos de Dios", dijo Jesús aquí mismo, frente al lago de Galilea, en el Sermón de la Montaña (Mateo 5.9).

Al despedirme me uno a esa esperanza.
¡Shalom!. ¡Salam!
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P.D.:5/5: Podés encontrar los otros relatos del mismo viaje, otros viajes, cuentos, reflexiones y crónicas en este mismo blog

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