El grito sagrado




¡Gooooool! 

¡Gooooool! suena a lo lejos un grito solitario. 
Todos se inquietan, el tiro de esquina todavía no se pateó. Estamos viendo la final en el bar del aeropuerto y el grito vino de la cocina. 
De golpe nos acordamos que la tele tiene un retraso de varios segundos respecto de la radio, y que igual preferimos verlo por TV. Creímos en eso de que una imagen vale mas que mil palabras. Ahora lamentamos no tener una radio cerca, pero ya es tarde.
Los hinchas del atacante se ilusionan, los del que se defiende sufren. 

El partido está 2 a 1 y es la última ocasión de empatar Hasta el arquero del que va perdiendo abandona su arco y se muda al área contraria para empujar hacia el gol.
En los cinco segundos siguientes el corner se tira, la pelota se rechaza al medio de la cancha y un contraataque fulminante hace el gol que define la copa. 

Ya todo terminó. 
Unos festejan como nunca y otros sufren en silencio. Ambos lo van a hacer por largo tiempo. Son vencedores y vencidos totalmente inocentes, que pusieron la misma pasión, esfuerzos, sacrificios. A unos les sonrió la suerte y a otros no. Así es el fútbol que, por momentos, nos da o nos quita vida.

Ahora todos empiezan a abandonan el bar y van caminando hacia las puertas donde salen sus aviones de destino. El cocinero se asoma al mostrador. Está sonriendo y lleva en sus manos a una vieja radio Spica. La besa y la levanta en un ritual festivo. Fue el que cantó antes el gol y está orgulloso.
En un mundo de imágenes, la palabra todavía es la primera en transportar la emoción. Sobre todo cuando se trata de proferir el "grito sagrado".


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