Rito de iniciación.



Es larga la fila esta mañana de Diciembre en los bosques de Palermo. Hace calor, pero los frondosos árboles nos protegen. Todos los rostros muestran cierta preocupación. Hay aspirantes adultos, pero la mayoría son adolescentes, acompañados de padres o familiares. Algunos repasan un "tutorial" en sus celulares. La mayoría, simplemente, espera en silencio en un mar de nervios. Se han preparado con tiempo, pero una cosa es la práctica y otra el examen. Los nervios se transmiten a los familiares.
La cola está detenida. Los quejosos de siempre protestan. "Parece que primero están tomando los exámenes a las motos... ¡Qué barbaridad!..."Molestan en la ruta y molestan en el examen" dice enojado un hombre de mediana edad.
Hay coches particulares y otros son los típicos autos amarillos de propiedad del ACA, los usan los alumnos que hicieron el curso. También algunas personas los alquilan para dar la prueba. "Quieren manejar pero todavía no tienen auto", comenta al pasar, con sonrisa algo venenosa,  una anciana que vino a acompañar a su hija y a su nieto.
Al inicio de la hilera, en un auto amarillo, hay una mujer grande que quiere aprender a manejar. Me cuenta que hizo el curso pero que se acaba de olvidar todo. Es un mar de nervios. Para ella la prueba es un desafío personal. 
Ahora los autos se mueven e ingresan a la pista de prueba, un lugar restringido al que los acompañantes no pueden entrar y ni siquiera observar a distancia. 

Pasa un rato largo. Hay tensión en la espera. Los acompañantes la mitigan con charlas ocasionales, un café en el bar, un cigarrillo o las consabidas consultas al celular, que es la máquina de matar el tiempo de nuestros días.
Poco a poco, por cuenta gotas, van regresando los autos que terminaron la prueba y cruzan la barrera de llegada. Escrutamos cuidadosamente las caras para adivinar los resultados. 
Algunos rostros están agotados y claramente frustrados. Los parientes los consuelan. Habrá que volver el mes próximo, mejor preparados o esperando tener más suerte.
Otros tienen rostros felices, con las huellas de una prueba superada. 
Para los adolescentes esta es una prueba especial porque es una de las llaves de ingreso al mundo adulto. Ahora sus ojos tienen una luz nueva: acaban de pasar y aprobar un rito de iniciación urbana y, sobre todo, ganaron una batalla en la conquista de su propia libertad. ¡Viva por ellos!


Comentarios

Entradas populares de este blog

La Providencia