El Mar Muerto y la Fortaleza de Masada





Historia y naturaleza que deslumbran

“Hoy vamos a bajar 1.200 metros”, nos dice Enrique Kaplan, nuestro guía del cuarto día, que es un uruguayo que vino a Israel en el año 1968, a los 14 años, y se quedó para siempre. Aclara que Jerusalén está a 800 mts. sobre el nivel del mar y que iremos hasta el Mar Muerto, que está 400 mts. debajo de ese nivel.

En el micro, entre otros turistas, nos reencontramos con dos parejas del viaje de ayer, los portorriqueños, de los que ya hablé, y los brasileros, que son de Río de Janeiro. Ella es profesora de Administración y él vendedor de autos.

A medida que avanzamos hacia el sureste, Enrique nos va haciendo comentarios sobre los lugares que recorremos y sobre el país en general. “El clima va cambiando para bien”, nos dice aludiendo a que el cambio climático mundial está beneficiando a Israel, donde ahora hay nubes en invierno y muchos árboles verdes.


Vemos al costado de la ruta un campamento de Beduinos, con sus carpas y camellos, y nos cuenta que son tribus nómades del desierto, que van de un oásis a otro desde hace 3000 años. Cuando aparecen las fronteras en el siglo XX tienen casi imposibilidad de circular y deben integrarse a las diversas regiones, lo que es difícil.

Después de un rato pasamos por una línea que marca el nivel del mar y, desde allí, es todo descenso. Luego pasamos por las afueras de “Jericó”, y nos dice que es una de las ciudades más antiguas del mundo, que tiene más de 10.000 años y que su secreto es que posee un manantial constante de agua. Allí hubo un majestuoso palacio de Herodes y una imponente Sinagoga de la época bizantina. Actualmente está bajo control de los palestinos. Hace una pausa y dice “Creo en la paz económica”, si la economía anda bien nadie hace la guerra y todos tratan de mantener la paz.

“Aquí hubo un cataclismos ecológico”, se refiere a que hace 5000 millones de años Asia se separó de Europa originando una gran brecha y una gran depresión -que se va llenando lentamente-, y una zona de terremotos.




Ahora empezamos a ver montañas a la derecha y el mar muerto a la izquierda. Es azul y brillante. En un momento Enrique nos señala una cueva cerca de la cima de una montaña y nos dice que allí, y en cuevas vecinas, se encontraron en 1946 los famosos “Rollos del Mar Muerto”. Son rollos de cuero escritos por los Esenios, que eran una secta judía de gran espiritualidad opuesta a los fariseos y sacerdotes oficiales. Fueron escritos entre el 250 AC y el 66 DC y contienen, además de algunos libros del antiguo y nuevo testamento, historias y relatos sobre el modo de vida de aquellos tiempos de gran interés histórico. Agrega que el primer rollo de cuero fue hallado por casualidad por un beduino, en una vasija que rompió buscando una cabra, y que sin saber de qué se trataba vendió en el pueblo por poca plata. Al poco tiempo empezaron a circular por el mercado negro otros rollos de las mismas cuevas, hasta que fueron localizados y adquiridos por instituciones oficiales.

Luego de una parada en “Ahaba”, un centro en medio del desierto donde elaboran y venden productos de belleza y salud fabricados en base a las sales y minerales del Mar Muerto, vemos a la derecha la Fortaleza de Masada y nos vamos para allá.

Al pie de la fortaleza hay un centro de información, donde pasan un video de ocho minutos explicando su historia en base a fragmentos de películas de Hollywood. Luego se sube hasta lo alto de la montaña por un teleférico en un recorrido muy hermoso donde se divisan muy bien el Mar Muerto y el paisaje circundante.


¿Preferís vivir para siempre como esclavo o morir de una vez?, nos pregunta Enrique una vez que llegamos arriba. Nadie contesta y, entonces, nos cuenta la historia de Masada, que es dramática. Nos relata que Herodes el grande, un hombre muy cruel y arbitrario, temido y odiado por los judíos, construye la fortaleza como un palacio secreto, con todas las comodidades de un sibarita, agua acumulada y almacenes de alimentos, por si en algún momento tuviera que escapar de sus enemigos. A su muerte, la fortaleza es abandonada y olvidada. Setenta años después, en la guerra en la que los romanos destruyen el templo de Jerusalén (año 70 DC), un grupo de rebeldes judíos huye y encuentra, por casualidad, la fortaleza con provisiones. Son 1.200 personas y viven refugiados por tres años. En cierto momento esos rebeldes atacan una población cercana controlada por los romanos, destinada a la fabricación de perfumes, y la masacran. Como represalia los romanos los persiguen y sitian la fortaleza por muchos meses mientras construyen una rampa para llegar hasta arriba.


“No me ataques, yo también soy judío” le gritan los esclavos israelitas a los defensores de la fortaleza mientras construyen la rampa para que suba el ejército romano. De esta forma se evitó la defensa y la rampa avanzó sin resistencia. Después de un tiempo, cuando los romanos terminan la rampa y consiguen romper la muralla empieza a caer la noche por lo que no entran sino que vuelven a su campamento para atacar al otro día, ya que no combaten en la oscuridad.

“Es mejor la muerte que ser esclavos de los romanos”, es la trágica decisión que esa noche toman los rebeldes que tampoco pueden aceptar que sus mujeres sean violadas y/o prostituídas. Como el suicidio está prohibido por la religión judía, acuerdan que unos matarán a otros hasta que queden solo diez personas. Éstos van a sortear quien muere último de modo tal que sólo sea éste el que deba suicidarse luego de matar a los demás. Así lo hacen y al otro día al llegar los romanos ven que todos se mataron, y quedan muy conmovidos según cuenta el historiador Flavio Josefo. Para el pueblo de Israel el episodio forma parte de su historia, junto con la revuelta de los Macabeos y el levantamiento del Gheto de Varsovia, como ejemplo de valentía y dignidad.


La fortaleza es una extraordinaria obra de ingeniería arriba de una montaña casi inexpugnable. El palacio fue tallado en la roca y se utilizaron todas las técnicas romanas de la época para su construcción, recolección de agua, almacenamiento de alimentos y confort, incluyendo la construcción de un “baño romano” con tres temperaturas y calor exterior. La vista desde la cima es imponente y se divisa todo el valle, las montañas y el Mar Muerto.  Te invito a ver el video:https://www.instagram.com/p/B0WIh8ugu3C/?igshid=6rt05ktpxd0q



Al visitar la fortaleza, puede verse la reproducción de los diez trozos de arcilla, con los nombres de los participantes, que se usaron para el trágico sorteo. ¡Impresionante y conmovedor!



Terminada la visita a la fortaleza subimos de nuevo al ómnibus para ir al Mar Muerto. En el camino bosques verdes cortan el gris del paisaje. Son plantaciones de palmeras de dátiles, todas nuevas y que exigen un gran cuidado humano según nos cuenta Enrique.  Por fín llegamos a un balneario donde, después de almorzar, nos cambiamos y nos dirigimos hacia la playa. Hace mucho calor no solo por el verano sino por la zona muy baja en la que estamos.

“El Mar Muerto se está secando, y yo tengo la solución”, nos dice ahora Enrique muy serio y enigmático. Luego nos cuenta que como el agua del Jordán se utiliza para beber antes de su desembocadura en el Mar Muerto, no le llega agua y cada año, por el calentamiento global, se evapora más. Es así que tiene una enorme proporción de sal y de otros minerales que impiden toda manifestación de vida en sus aguas. Nos muestra que la superficie del mar muerto está hoy separada, y en la parte sur operan las industrias que extraen productos químicos de la arena y de las aguas. También nos advierte que no debemos meter la cabeza debajo del agua, ni sumergir el cuerpo más de quince minutos porque es muy fuerte la salinidad.

Con estas prevenciones nos ponemos las mallas y salimos a la playa para meternos al mar…que está a dos kilómetros del balneario dado que al irse secando se va retirando. La solución es un trencito, movido por un tractor, que cada quince minutos hace el recorrido hasta la playa, lugar donde además de sillas y sombra hay duchas de agua fría y una zona con lodo que contiene azufre curativo.



 Es  así que llegamos al agua para comprobar que es absolutamente transparente y que, tal como se dice, el cuerpo flota sin esfuerzo y no se hunde. Es como si una fuerza desde abajo lo empujara. 



El paisaje es muy extraño, un desierto, un mar y unas montañas en un lugar sin vida. Parece marciano y, en cierto sentido, mágico.  



Sobre todo, es muy hermoso y la gente está  contenta, disfrutando la inigualable experiencia. Después de un rato, y de enlodarnos todo el cuerpo para luego limpiarlo en las duchas de agua dulce, que sale muy caliente, volvemos al balneario. Allí hay una pileta de agua dulce donde nadamos un poco.  Te invito a ver el video:https://m.facebook.com/story.php?story_fbid=2071010006539174&id=1795702684069909 

Luego a cambiarnos, tomar algo y pegar la vuelta a Jerusalén. 

Ahora ya estamos contemplando nuevamente las murallas de la Ciudad Antigua. Pensamos que esta jornada no tuvo lugares sagrados pero sí una historia y una geografía imponentes e imborrables. Es un digno final de viaje.






P.D.:4/5: Podés encontrar los otros relatos del mismo viaje, otros viajes, cuentos, reflexiones y crónicas en este mismo blog

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