La "Antigua Jerusalén" y una visita a Belén.


En los caminos de la fe

“Aquí en Jerusalén o se sube o se baja” nos dice Sergio, el guía chileno de orígen judío con el que en nuestro segundo día vamos a recorrer la ciudad vieja y sus alrededores. Empezaremos por un recorrido panorámico por el Monte de los Olivos. Estamos, luego de un trasbordo, en un micro mediano acompañados de turistas y viajeros españoles y latinoamericanos.

Nos cuenta Sergio que Jerusalén es la capital del Estado desde 1948, que están aquí todas las oficinas estatales, que tiene un millón de habitantes y 4000 años de antigüedad. Agrega que la ciudad vieja, antes en manos de Jordania, fue conquistada en “la guerra de los seis días”, en el año 1967.


Desde el monte Scorpus, donde estacionamos y estamos en un mirador natural, nos va señalando los diversos lugares de interés en el Monte de los Olivos que son iglesias o sitios sagrados para el cristianismo: el Pater Noster, donde Jesús enseñó la oración; el lugar donde lloró; el huerto de Getzemaní; el lugar de la Ascensión de Jesús. Nos muestra la Universidad Hebrea de Jerusalén, que desde 1922 hizo un trabajo fundamental para modernizar y difundir el idioma hebreo, que antes solo se leía en los ritos religiosos pero nadie hablaba ni entendía. Se inventaron palabras y se logró algo inédito: resucitar un idioma muerto. Lo consulto si conoce a Yuval Harari, el profesor de esa Universidad que escribio “21 Lecciones para el siglo 21”, entre otros libros y me dice que sí. Luego nos muestra el Valle de Cedrón, donde tendrá lugar el juicio final según la tradición judía, lo que justifica lo poblado del cementerio judío de esa zona. Pienso que estos lugares, que apenas vemos a la distancia, quedaran para otro viaje, como tantas otras cosas.




Luego nos señala la muralla y nos cuenta que hubo 23 murallas sucesivas en Jerusalén, y que la última la erigió Solimán el Magnífico en el año 1530. Después nos habla de la Explanada de las Mezquitas, donde antes estuvieron los templos y ahora están la mezquita musulmana El-Aqsa  y el Domo de la Roca, con su cúpula dorada.

Ahora entramos por la puerta de Jaffa a la Ciudad Antigua. Nos cuenta Sergio que desde hace unos 120 años la ciudad está dividida en cuatro barrios: judío, armenio, musulmán y cristiano, y que está habitada por unas 20.000 personas. Mientras charlamos nos va llevando, por una angosta calle del barrio cristiano, hacia la famosa Iglesia del Santo Sepulcro y nos cuenta que hay seis comunidades religiosas que son celosas custodias de los diversos espacios de la Iglesia manteniendo un “status quo” que viene de la época de la guerra de Crimea. Ellas son las comunidades Armenia, Ortodoxa, Franciscana, Etíope, Siria y Copta. Es tan rigurosa la situación que hay una escalera de albañil en un andamio que hace cientos de años que no se toca.




La Iglesia es enorme, tiene poca luz y un aire misterioso. Hay una serie de plataformas, altares y capillas, a diversos niveles del suelo, llenos de velas, candelabros y lámparas. Es el lugar donde habrían transcurrido los últimos momentos de la vida de Jesús conforme con las estaciones 10ª  a 14ª del Vía Crucis. En cuanto entramos, subimos a la derecha una escalera hacia el sitio donde, según la tradición, Jesús fue despojado de sus vestiduras, clavado en la cruz y luego muerto en ella. Luego bajamos hacia la losa donde su cuerpo yació y fue amortajado para el entierro. Finalmente, avanzamos hacia la izquierda y nos encontramos con una capilla pequeña construída sobre el sepulcro original. Es el lugar más atractivo y hay una larga fila para entrar. Adentro solo se puede permanecer pocos segundos y está prohibido sacar fotos. Un sacerdote custodia estrictamente el lugar. Toco la lápida y diversas piedras y muros. Tienen todos una energía positiva. Siento la sacralidad del lugar. Te invito a ver un video:https://m.facebook.com/story.php?story_fbid=2348424235204564&id=100001110306586




Salimos de la Iglesia hacia el Muro de los Lamentos. Vamos caminando –a contramarcha- por la llamada “vía dolorosa” que recuerda el paso de Jesús con la cruz a cuestas por las calles de Jerusalén. Son calles comunes llenas de comercios pero en el lugar de cada Estación del Vía Crucis hay una iglesia o una marca especial.





Pasamos un retén militar, donde controlan los bolsos y efectos personales, y ahora estamos frente al famoso “Muro de los Lamentos”. Nos cuenta Sergio que no es la única parte del muro que sobrevivió a la destrucción de Tito en el año 70 DC, pero que se utiliza porque es la que está más cerca  de la roca sagrada. Aquí la excursión se disuelve por un rato y cada uno va hasta el muro por su cuenta, hombres y mujeres por separado. Lucía con las nenas se van para su lado. Ella lleva una serie de peticiones escritas, propias y de gente amiga, que pondrá en las grietas del muro, siguiendo la tradición. Yo me voy a lado de los hombres y me coloco un Kipá, como marca la ley. 




Algunos visitantes bailan y cantan. Más cerca del muro la mayoría está vestida de negro y reza, leyendo un libro y moviendo el cuerpo, ya que también hay que rezar con él. En un costado hay un sector techado y con aire acondicionado donde muchos religiosos, grandes y jóvenes, leen libros o rezan juntos en voz alta. Hay mucho respeto y libertad. Toco el muro y su energía es igual que la del Santo Sepulcro. Yo también hago, mentalmente, mis propias peticiones. Siento también la sacralidad. Te invito a verlo: https://www.instagram.com/p/B0RMbb9AUKT/?igshid=d2gvqarm6ffe

Ahora dejamos la ciudad vieja y seguimos la marcha a pie hacia el Monte de Sión. Luego de un rato de caminata visitamos el Cenáculo, lugar donde Jesús hizo la última cena y siguió reuniéndose con sus discípulos luego de la resurrección, la Iglesia de la Dormición de la Virgen, y la Tumba de David, que es una sinagoga donde me facilitaron un kipá pero para entrar tuve que cubrirme la cruz que llevo en el cuello.

Luego de un rápido lunch, dejamos Jerusalén y la excursión encara hacia Belén, el lugar donde nació Jesús. Pasamos por el estadio de fútbol donde la Argentina debió jugar antes del mundial y suspendió el partido a último momento. Todos recuerdan el episodio y nos piden una respuesta que no tenemos.

Después de pasar un control, cambiar de vehículo y cambiar de guía, recorremos un par de poblados palestinos y llegamos a Belén (Bethlehem). Es una ciudad que está en Cisjordania, a 9 kms. al sur de Jerusalén pero con una particularidad: es una zona que en la Resolución de la ONU 181 de 1947, que dividió el territorio de la Palestina Británica en tres partes, correspondió a la nación Palestina. Luego fue conquistada militarmente por Israel en la guerra de los seis días (1967) y, después del acuerdo entre Arafat y Rabín del año 1995, bajo el auspicio de Estados Unidos, quedó bajo jurisdicción de la Autoridad Palestina. Lo que ocurre es que los judíos tienen prohibido por Israel entrar y, a su vez, los palestinos no pueden salir hacia otros lados sin permiso de los judíos, que controlan las entradas.





“En Belén todos los días son Navidad”, nos dice Gabriel, un palestino cristiano que es ahora nuestro guía para Belén. Nos cuenta que la gruta donde nació Jesús está bajo control de tres religiones cristianas, la Ortodoxa, la Armenia y la Católica -por medio de los Franciscanos-, que tienen sus propios altares e iglesias y que todos los días cada una celebra tres fiestas de la Natividad en la propia Gruta del pesebre, a distintos horarios.


Al llegar a la Iglesia de la Natividad, a cargo de los Ortodoxos que responden al Patriarca de Estambul, y donde hay también un altar Armenio, entramos por una puerta muy pequeña en la que es necesario agacharse. Es la “puerta de la humildad”, que también se hizo pequeña para evitar que en el pasado se entrara a caballo.  En el subsuelo de la iglesia se encuentra la Gruta del Pesebre, descubierta en el año 326 por Santa Elena, la madre del emperador Constantino y quién lo llevó a la conversión al cristianismo. En ese momento se hizo una primera iglesia que fue destruida y dio lugar a una iglesia más grande en el año 540, base de la actual. Cuando llegan los cruzados, en el año 1000, la agrandan, la decoran con mosaicos de cristal y pintan la imagen de los tres reyes magos en la fachada, con aspecto oriental. Dice la tradición que eso salvó a la iglesia de las invasiones posteriores, ya que los conquistadores orientales se sintieron identificados en la imagen. Hacemos la fila para bajar a la Gruta y tenemos que esperar un rato a que termine una de las nueve ceremonias diarias. Al entrar se encuentra, de un lado, el lugar del nacimiento y del otro el lugar del pesebre. Toco la roca. Es un lugar muy especial.


Salimos y vamos, al lado, a la Iglesia de Santa Catalina que congrega a los católicos bajo custodia de los franciscanos. En su patio vemos una estatua de San Gerónimo y la entrada a una caverna donde vivió y murió. Nos explica Gabriel que en el año 386 vivió aquí el Santo a quien el Papa le encargó traducir la biblia del griego al latín, lo que hizo. Aquí el Santo hizo su propia tumba y en la excavación se encontraron huesos de niños que habrían sido los inocentes mandados a matar por Herodes en la época del nacimiento de Jesús.

“Vivimos en una cárcel”, nos dice Gabriel cuando volvemos al micro. Nos cuenta que los palestinos no pueden circular por Israel con sus propios autos y señala, con vergüenza, el muro que separa ese territorio del exterior y nos dice que, incluso, fue corrido varios kilómetros del límite original para que la Tumba de Raquel, lugar del Camino de los Patriarcas, quedara dentro del lado israelí.

Muro que divide Israel de Cisjordania


Luego nos lleva a un comercio cristiano especializado en productos y recuerdos de la zona. Hay de todo para ver y, en su caso comprar, desde rosarios hasta belenes gigantes. Compro una cruz de Jerusalén (que es una cruza grande con cuatro pequeñas) y un pez (el símbolo de los primeros cristianos), ambos de madera de olivo. Lucía a la salida compra un lindo pañuelo con cuadrados negros que el vendedor le ajusta a la cabeza al modo árabe.


Al despedirse Gabriel nos deja cuatro frases más:
“Nosotros somos la sal”, refiriéndose a los pocos cristianos que quedan hoy en Belén;
“Nos gustaría volver a vivir juntos hebreos, cristianos y árabes, como era antes”;
“Belén es la tierra de la paz”; y
“Tengo fe en un milagro que cambie la situación”. Nos despedimos con emoción.

Ahora ya volvimos al bus original y, al cruzar el control militar, un soldado ve por la ventanilla a Lucía con su pañuelo, nos hace frenar y sube pidiendo pasaportes y visas. Fue un momento de tensión. Cuando le muestro nuestros pasaportes argentinos, sonríe, dice la palabra “Messi”, y se baja. Es claro que una Kufiyya genera temor y que ser argentino lo disipa.



Nos reencontramos con Sergio, que nos va comentando el paisaje en el camino para retornar a Jerusalén. Luego de descansar y salir a cenar me cuesta dormir. Lo histórico y lo religioso iluminan al viaje, pero la situación entre judíos y árabes percibida en estos dos días nos sensibiliza.




P.D.:2/5: Podés encontrar los otros relatos del mismo viaje, otros viajes, cuentos, reflexiones y crónicas en este mismo blog

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