Buenas Prácticas: Ocio y espiritualidad




8 . Ocio y espiritualidad: Emprender actividades que tengan un sentido gozoso o trascendente en sí mismas

Después de los 60 es el momento de emprender actividades nuevas o retomar otras que alguna vez se empezaron, relacionadas con el ocio y con el espíritu.
Pero ¿cómo definimos al “ocio”?

Siguiendo al filósofo Josef Pieper,(*14) para poder conceptualizar al “ocio” debemos tener en cuenta su relación con el “trabajo” y con el “tiempo libre”. Así, podemos considerar “trabajo” a todo aque­llo que no tiene sentido en sí mismo sino que se hace para lograr otra cosa (producir bienes, contribuir a la riqueza, lograr dinero, etc.). El trabajo se define por servir a algún objetivo.

Llamamos “tiempo libre o descanso” a lo que implica recuperar fuerzas entre trabajo y trabajo. Un respiro o pausa del trabajo para luego seguir trabajando: los fines de semana, los feriados, las siestas.

Finalmente, consideramos como “ocio” a aquellas acciones humanas que no necesitan ser justi­ficadas en ningún caso por criterios empresariales de utilidad económica.
Un ejemplo es la “contemplación” de la belleza del mundo.(*15)

También entran en este concepto de “ocio” la meditación religiosa, la reflexión filosófica, la creación del artista (las “artes liberales”) y muchas otras acciones para las que hace falta una apertura mental receptiva y una capacidad de celebración.

Así, podemos enumerar como actividades propias del ocio: escribir o leer poesías,(*16) cuentos o novelas,(*17) pintar,(*18) esculpir, hacer carpintería, cocina, fotografía, teatro, filosofía e investigación científica, música, baile, pesca, desarrollar hobbies, etcétera.(*19)

Pero también es importante prestar atención a la espiritualidad,(*20) a nosotros mismos, a nuestra relación con el universo y/o con Dios.

Explorar nuestra alma, nuestros pensamien­tos, el sentido de la vida y tratar de encontrar un equilibrio entre lo material y lo espiritual.

Al efecto podemos intentar rezar, hacer yoga, meditación, o cualquier práctica que nos ayude a conectar el cuerpo con el alma y que nos saque de la materialidad de lo cotidiano.

Si no somos creyentes, podemos cultivar una “religión sin dios”: una actitud interpretativa “frente a un mundo que resulta inabarcable, profundamente conmovedor y lleno de sentido”. El esplendor y la belleza intrínseca de la naturaleza como dimensiones fundamentales del ateísmo religioso descansan sobre una clase especial de fe que está en la base de la ciencia y de la religión.(*21)

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(*14)PiePer, Josef: Solo quien ama canta. El arte de la contemplación, Encuentro, colección Libros de Bolsillo 99, Madrid, 2015, pp. 11 y ss.
(*15) “Contemplación consciente de los fundamentos últimos e intrínsecos del mundo” dice Pieper; contemplar “lo divino  en la pureza de la belleza misma” decía Platón.
(*16) “La poesía es la continuación de la infancia por otros medios, como los objetos de un niño que habitan un tiempo perdido” (María Negroni).
(*17) La grandiosidad o pequeñez de una novela no está en su tema sino en cómo nos enseña a mirar de un modo nuevo esos temas (Rafael Chirbes, LN 21­11­14 ADN).
(*18) “El arte no es un espejo para reflejar la realidad sino un martillo para darle forma” (Bertolt Brecht).
(*19) Fairman, Silvia, y Fairman, Enrique: Elogio de la vejez, Letra Viva, Buenos Aires, 2014, p. 37.
(*20) En la relación entre emoción y materia está la complejidad del ser humano (Paolo Giordano).
(*21) Véase dworkin, Ronald: Religión sin Dios, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2015.

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