En el Cusco, la ciudad del Inca.





Cusco, Peru.


Después de un viaje de apenas una hora y cuarto desde Lima, llegamos a la ciudad de Cusco que se encuentra ubicada a casi 3.300 mts. de altura, en un hermoso valle en medio de las montañas, al sureste del Perú. Me acompañan dos amigos, Dicky y Carlos. Somos todos mayores de 60, con distintas visiones del mundo pero unidos por esa extraña magia de haber sido compañeros de escuela. A efectos de combatir el mal de altura (soroche), que trae mareos, vómitos y descomposturas, todo el mundo nos recomendó hacer las cosas muy lentamente el primer día, caminar despacio y no hacer esfuerzos como cargar las valijas o subir escaleras. También nos recomendaron mascar hojas de coca o tomar un té de ellas, comer muy liviano y tratar de descansar después del viaje. Estamos dispuestos a cumplir esas consignas. Adicionalmente, mi médico me recomendó unas pastillas que tomamos antes de partir y después de llegar, que antes tomaban los jugadores de fútbol y combate al soroche.
Saliendo del aeropuerto nos recibe John, un joven taxista que, como todos aquí, conoce mucho de tradiciones e historia local. ¿Qué se puede hacer en Cusco? le preguntamos. Nos dice que muchas cosas, sobre todo conocer la historia del Inca y de la colonización española, recorrer la ciudad, que es única en el mundo, sus alrededores, el valle sagrado y luego hacer el camino del Inca que termina en Machu Pichu. Sin dejarnos respirar, que ya nos cuesta un poco, nos dice que estamos en la capital del imperio Inca, en una ciudad fundada de adobe por Manco Capac, el primer inca y que Pachacúteq, el noveno inca, transformó en una hermosa y gran ciudad con templos y palacios de piedra y casas de ladrillo.  
Seguimos nuestro camino en una típica y desordenada carretera sudamericana y, en un momento, entramos al llamado “casco histórico”, que es la parte vieja de la ciudad. Es muy hermoso con sus casas coloniales con techos de tejas, paredes amarillas y puertas azules y sus imponentes edificios públicos, palacios y catedrales hispanas en un color ocre de ladrillo. Es una ciudad donde la globalización no se nota, y donde los argentinos somos recibidos con simpatía, lo que le da un particular encanto.
El taxi nos lleva derecho al hotel, en el barrio de San Blas, por callecitas empinadas y tan estrechas que apenas pasa un auto por vez, lo que genera todo tipo de demoras e incidentes que, en algunos casos, obligan al conductor a manejar marcha atrás hasta la próxima esquina haciendo maniobras dignas de un circo.  El hotel es un lugar encantador, lleno de turistas europeos, donde almorzamos liviano y hacemos una pequeña siesta en el departamento contiguo que nos asignaron.
A la tarde John nos guía caminando hasta la Plaza de Armas. En su centro está la estatua victoriosa del Inca Pachacúteq que, como dijimos, fue el gran transformador de la ciudad y el que llevó a cabo la expansión del imperio Inca. Esta plaza tiene muchas historias, nos cuenta John. Historias felices, porque aquí se celebraban muchas de las fiestas incaicas y luego las cristianas, aún en nuestros días, e historias tristes, porque en este lugar fue ajusticiado en 1572 el jefe de la resistencia inca Túpac Amaru. Curiosamente, en el año 1871, en el mismo lugar, para sofocar la primera rebelión de la independencia peruana, se ajustició a Tupac Amaru II, un patriota quechua cuyo real nombre era José Gabriel Condorcanqui. Una placa en un costado recuerda ese episodio.
La plaza está llena de turistas, en la mayoría extranjeros y presenta una gran curiosidad: no hay sillas ni mesas en las veredas. Si bien está rodeada de lindos restaurantes y cafeterías, la atención se hace puertas adentro, muchas veces en hermosos patios coloniales llenos de sol y vegetación.
Visitamos la Catedral que está frente a la plaza. Tiene un edificio principal y dos iglesias a los costados que se comunican. Una es la capilla del Triunfo, que lleva su nombre por haber sido el refugio de los españoles durante el levantamiento del inca Manco Capac en 1536, y la otra es la capilla de la Sagrada Familia. Todo el complejo edilicio está construido sobre lo que era el palacio de Viracocha, el octavo inca que tomó el nombre del dios creador. La catedral tiene un estilo románico, sin cúpula, con elementos barrocos. Impresionan los santos vestidos, el coro tallado en roble y las grandes pinturas de Marcos Zapata, perteneciente a la afamada escuela de arte cusqueño, que incorporó los rasgos y tradiciones indígenas a la iconografía cristiana y los famosos ángeles arcabuceros. En un altar está el famoso Señor de los Temblores, que es una estatua de Jesús crucificado que durante el terremoto de 1650 fue paseada por la plaza de Cusco y logró que cesara. También hay un altar de la Virgen de Belén, estatua encontrada flotando en el puerto de Lima con una nota indicando que debía estar aquí. En fin, vamos de milagro en milagro. En una cripta subterránea descansan los restos del inca Garcilaso de la Vega, devueltos por los reyes de España en 1978. Garcilaso fue el primer mestizo ilustre, hijo de un capitán español y de la nieta de un inca, quien aprendió toda la historia y tradición cultural incaica de labios de su madre y a los 21 años se fue a España. Luego de haber sido militar y escritor, publicó los famosos “Comentarios Reales” (1605) y La Florida del Inca” (1606) donde se cuentan las maravillas del imperio.
En diagonal a la Catedral está la iglesia de la Compañía de Jesús construida sobre lo que fue el palacio de Hayna Capac, el inca número doce. Nos explica Dicky, que escribió un libro sobre culturas precolombinas y es el verdadero guía de nuestro viaje, que sobre todas las construcciones incas se hicieron edificios cristianos para marcar la supremacía de la religión católica sobre la incaica.
Luego John nos deja en libertad y damos una vuelta. En la calle, hay puestos precarios donde se ofrecen todo tipo de artesanías y productos regionales. Se destaca la planta de coca, exhibida recurrentemente y cuyas hojas de consumen libremente, masticándolas o en diversas infusiones. Nos dice Dicky que era una planta sagrada para los incas y que tiene, además de sus efectos estimulantes, muchas propiedades para la buena salud. Luego nos dedicamos a admirar lindas prendas de vicuña y de alpaca que impresionan a Carlos. En seguida Dicky compra y nos regala unos colgantes con las famosas “chacanas” que son cruces cuadradas con los distintos niveles del mundo inca y cumplen una función protectora. Las lucimos sintiéndonos parte de ese mundo.
Por la noche conseguimos una reserva para el restaurante más famoso de Cusco, se trata de “Chicha” que integra la cadena internacional “Acurio Restaurantes” del afamado chef Gastón Acurio. Desoyendo todos los consejos médicos, cenamos como dioses y nos vamos a dormir agotados.
A la mañana siguiente nos vienen a buscar  para hacer un paseo en auto por los alrededores. Lo más imponente es Sacsahuaman, un centro ceremonial en la montaña, pegado a la ciudad de Cusco, con grandes piedras y construcciones en zigzag, donde queda claro que los incas eran grandes arquitectos y expertos ingenieros en el manejo del agua. En ese lugar se hacían las grandes ceremonias y fiestas a los dioses, sacrificios de llamas y representación de las batallas de la conquista del imperio. Allí estaban las tres torres cubiertas de oro que vio Pizarro al llegar a la Ciudad. Todavía se celebra en este lugar, cada 24 de junio, la fiesta del solsticio llamada del “Inti Rayni”, con espectáculos de toda la región. También visitamos el Puka Pukará, una fortaleza militar desde la cual se cuidaba la ciudad y que estaba en uno de los puntos de inicio del “camino del Inca”, una carretera de 20.000 kms. que atravesaba todo el imperio y que recorrían a pié usando para carga a las llamas dada la inexistencia de ruedas y caballos. Luego visitamos el Tambomachay, un hermoso lugar de descanso del Inca con baños de inmersión.
Por la tarde visitamos el Museo del Inca, el que se encuentra emplazado en la Casa del Almirante, un hermoso palacio de dos plantas con un gran patio interior, frente a una plaza donde flamea la multicolor bandera del Cusco. El recorrido nos va llevando, por diversas salas, desde las culturas pre incaicas hasta el fin del imperio. Nuestro guía es ahora un joven que se auto titula quechua, Elvis Flores, gran conocedor de la historia y cultura incas. Nos llama la atención que todos los jóvenes locales que conocemos llevan nombres anglosajones o europeos, no hispanos ni quechuas y que, al mismo tiempo, estén orgullosos de su pasado indígena y de los incas, a los que reivindican todo el tiempo. Elvis nos cuenta algunas características y particularidades del imperio inca. Entonces Carlos pregunta ¿Cómo fue que un imperio tan importante terminó tan rápido? Aquí Dicky se adelanta al guía y explica que la pelea por el trono entre los dos hijos del inca Hayna Capac,  Huáscar y Atahualpa, que ganó éste último, facilitó la conquista de los españoles. Así fue que en 1532 cuando llegó Francisco Pizarro, con muy pocos hombres pero con cañones, armas de fuego y caballos que espantaban a los aborígenes, pudo emboscar y tomar prisionero al inca Atahualpa, luego exigió y cobró un rescate impresionante en oro y, finalmente, en 1533, lo ejecutó. El resto fue fácil para los españoles con la ayuda de los partidarios de Huáscar y de los pueblos indios sometidos. El guía asiente y quedamos todos conmovidos.

A unas cuadras del centro, visitamos el Coricancha, el templo del dios sol, donde Dicky nos cuenta que además de adorar al solo tenían otras deidades como la luna, el rayo y la tierra (Pachamama), y que creían en la reencarnación por lo que el inca y los nobles eran momificados y las momias paseadas en las celebraciones por los familiares. Del templo no queda casi nada porque encima se construyó el convento de Santo Domingo en un ejercicio de “extirpación de idolatrías”. Para compensar la pérdida asistimos a un espectáculo folklórico en el “Centro Cosco de Arte Nativo” donde disfrutamos de música, la danza y los coloridos trajes de todas las regiones cusqueñas. Muy revelador.
Retornamos ahora a la plaza de armas. Está toda iluminada. Al fondo las luces de las montañas parecen estrellas. Volvemos a ver la estatua triunfante del inca Pachacuteq y nos quedamos pensando sobre la conquista de América y la tragedia del Inca. ¿Fue una gesta heroica o un acto condenable? ¿Podemos juzgar lo que pasó hace quinientos años con los valores de hoy? Discutimos entre nosotros. Hay argumentos para todo. Para alguno la conquista sería condenable si fue una invasión, o sea solo si destruyó a la cultura anterior en lugar de integrarla. Para otro si implicó crueldades cotidianas innecesarias. Un tercero exige que hubiera sido condenada por los propios contemporáneos. No nos ponemos de acuerdo pero, en definitiva, coincidimos con la opinión de Dicky: fue una gran oportunidad de encuentro de dos mundos que se perdió por el accionar de los españoles.
Con estos pensamientos en la cabeza tomamos una reparadora cena en el hotel, disfrutando un exquisito salmón que aquí denominan trucha. Tenemos que ir a dormir. Mañana nos espera un largo camino hacia Machu Pichu, pero esa será otra historia.


Comentarios

  1. Me dejo pensando realmente si estuvieron bien los españoles.
    Excelente el relato
    Gracias por compartir

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