Ruta 66
¿Temés a tus cumpleaños?
Leopoldo se despierta transpirado y mira el
reloj. Son las cuatro de la mañana.
Viene durmiendo mal y tiene mucho sueño. Había puesto la alarma del despertador
para sonar media hora más tarde, no porque fuera su horario habitual sino por
hoy es su cumpleaños. Sí, hoy cumple 66 años.
Duda entre levantarse o quedarse un rato acostado y
dormir la media hora que le falta. Tiene miedo de que hoy, si a las cinco de la
mañana sigue acostado en la cama, lo encuentre la muerte.
Todavía acostado vuelve a su memoria aquella lejana
visita de una gitana a su casa natal. Ella, con la excusa de agradecer una
modesta ayuda, leyó las palmas de la mano de toda la familia y a cada uno le
predijo algo. En su caso, le anunció con precisión el día, la hora y el lugar
de su muerte. Iba a ser en un cumpleaños, puntualmente a las cinco de la mañana
y estando en la cama. Algo similar le vaticinó a su padre, solo que con otro
horario. Por suerte no les precisó el año de sus muertes, quizás porque sus
manos no tenían toda la información o tal vez porque esa gitana no había aún
terminado su curso de adivinación. Ellos, por las dudas, no se lo preguntaron.
Cuando se fue la gitana Leopoldo, que era un niño pequeño, quedó muy asustado.
Entonces, las palabras de su padre lo tranquilizaron. Solo Dios conoce el
futuro. Ninguna gitana sabe nada, son charlatanerías nada mas, le dijo.
Con el tiempo se había olvidado totalmente del
episodio hasta que, cinco años atrás, su padre falleció justo en el día de su
cumpleaños y, además, estando en la cama y a la hora profetizada. Se acordó de
la profecía y se horrorizó. Sus amigos todos le dijeron que no era más que una
coincidencia, pero no lo convencieron. Siempre creyó en el más allá, en Dios,
en algo después de la muerte, en la existencia de otra dimensión distinta de la
que vemos y tocamos, y el anuncio de la
gitana se correspondía con esa creencia. Para peor, revisando partidas de
estado civil para hacer los trámites funerarios, Leopoldo se había enterado de
que su hora de nacimiento también había sido a las cinco de la mañana.
Un amigo le dijo, en broma, que este último
descubrimiento le daba la ventaja de que,
en su futura necrología, iban a coincidir exactamente el día y hora del
nacimiento con los de la muerte. “Una vida totalmente capicúa” podrían ufanarse
sus deudos. Esto lo ponía en mejor situación que la de tantos próceres y
notables que son recordados por la fecha de su muerte. Tal es el caso de
Sarmiento donde el “día del Maestro” no evoca su nacimiento sino el día de su
muerte en Paraguay, el 11 de Septiembre de 1888, fecha que nada significó en
vida al Ilustre.
La broma no lo divirtió. Lejos de encontrarle
ventaja al caso, la profecía le producía una creciente angustia a medida en que
se acercaba cada fecha de cumpleaños, angustia que se convertía en un enorme
miedo en la madrugada de ese día. ¿Sería el último? ¿Era el día de su muerte?
A veces trataba de racionalizar esa angustia.
Recordaba que en las charlas de café con sus amigos siempre se había ufanado de
no tener miedo a la muerte. Él, siguiendo las ideas de Sócrates cuando bebió su
veneno, les decía que la muerte solo podía ser una de dos cosas: un paso a otro
estado, a una vida sobrenatural y mejor, o un paso hacia la nada, lo que
equivalía a un sueño eterno, placentero como esas largas siestas. Ninguna de
las dos posibilidades era en sí misma mala.
Los amigos le replicaban que, aun desde esa visión,
la muerte era mala por el sufrimiento anterior que la precedía en los casos de
soledad, depresión o largas enfermedades. También por el vacío posterior:
dejamos a nuestros seres queridos sin protección.
Para Leopoldo estos argumentos no aplicaban. Si se
moría en ese cumpleaños llegaba sin sufrimiento anterior. Tampoco dejaba
familia para proteger ya que su única hija vivía en el exterior con su marido,
hijos y suegros, y no les faltaba nada. Tampoco ella lo iba a extrañar ya que
su relación, que se había empezado a enfriar desde su divorcio, hoy estaba
congelada.
Sin embargo él quería seguir viviendo, con o sin
argumentos, al menos un años más.
El miedo a la muerte no atiende razones.
Cada año, esos momentod de zozobra, de sufrimiento
y de terror a la muerte se desvanecían totalmente luego de que pasaban las
cinco de la mañana de cada cumpleaños, dando lugar a una gran alegría y excitación.
Se abría por delante un nuevo año sin ningún riesgo de fallecimiento hasta el
próximo cumple. Se trataba del lado bueno de la historia: si sabés qué día te
vas a morir también sabés cuando no te vas a morir y, en tal sentido, sos
inmortal hasta el día anunciado. Quizás por eso la gitana le hizo la revelación
como brindándole un regalo.
Esto lo hacía festejar cada año con mayor
intensidad. Festejos que al principio eran íntimos, solo con sus primos y
amigos, y que con el tiempo se fueron ampliando para incorporar compañeros de
trabajo, vecinos y hasta parientes lejanos, festejando en restaurantes o
salones. Con estas cosas en la cabeza se queda dormido.
No sabe cuánto tiempo duerme ni qué sueña, pero al
rato se encuentra desayunando en la cocina. Mira el reloj y son las siete de la
mañana. ¡La hora fatal ha pasado! piensa aliviado. Otro año más se abre en su
horizonte. Un gran motivo para organizar los tradicionales festejos de estar
vivo. Se toma el día libre en el trabajo y dedica la mayor parte de la jornada
a recibir y a agradecer mensajes de amigos, primos, vecinos, compañeros y
personas que son solo conocidas. Es más, tiene cientos de amigos por facebook
que no conoce personalmente pero que ahora lo saludan con devoción. Y él
responde uno por uno los mensajes dedicándoles mucho tiempo. Mientras lo hace
recuerda ese refrán popular que dice que el noviazgo, por el tiempo de
dedicación que exige, es como un “segundo empleo”. Ahora piensa: también lo es
el facebook, si lo atendés como corresponde.
Además tiene que confirmar a los invitados de la
cena de la noche que va a ofrecer en el SUM del club de golf. Hizo la lista dos
semanas atrás y mandó a cada uno una invitación, pero muchos no contestaron y
otros no estaban seguros, por lo que la confirmación sobre la hora le parece
esencial para comprometerlos y saber el número.
Ahora, cuando ya terminó los mensajes y llamados,
debe encarar algo de lo que está orgulloso pero que le exige un importante
esfuerzo cada vez: preparar su discurso de cumpleaños.
Siempre pensó que si al soplar las velas solo dice
“muchas gracias” la cosa queda por la mitad. Sin mensaje a sus amigos. Sin un
balance de lo bueno y lo malo del último año. Sin los proyectos para el
siguiente. En fin, sin un discurso, siente que su cumpleaños sería una reunión
social mas, donde solo se come, se bebe y cada uno conversa banalidades con sus
propios conocidos. Sería una fiesta intrascendente, sin un sentido ritual, sin
una temática, sin un mensaje o sin siquiera preguntas disparadoras para que los
invitados reflexionen y/o sociabilicen. La cuestión es que hoy no le sale el
discurso. Se sienta un largo rato frente a la computadora. Mira hacia la plaza
desde su balcón del séptimo piso. El sol brilla sobre los árboles. No se le
ocurre nada. No puede escribir nada que no le parezca una obviedad: que la
vida, que la amistad, que el tiempo. Está en ese momento de “página en blanco”,
más propio de un escritor profesional que de un agente inmobiliario divorciado
que quiere decirle algo original a sus amigos en su cumpleaños.
De repente le llega un whatsapp. Es de su prima Stella
de Estados Unidos. Le manda una foto donde aparecen ella y su marido sonriendo
en una carretera y señalando un cartel que dice “Route 66”. Al pie de la foto
se lee: “Feliz cumpleaños Leo. Como no conseguimos las 66 velitas te mandamos
esta foto. Ja Ja”. Se queda un rato mirando el cartel de la foto, la ruta, el
paisaje.
De repente se siente iluminado. ¡Ruta 66! exclama
contento. Está recordando la icónica serie de los años 60/70 que había seguido
por televisión blanco y negro. Eran dos muchachos que recorrían en un auto
descapotado la histórica ruta norteamericana, entre Chicago y Los Ángeles. En
plena libertad vivían distintas experiencias, conocían gente de toda clase y
transitaban paisajes increíbles.
Le encanta la idea para su discurso. La vida a los
66 años como un viaje de aventuras. El tema lo atrapa y se pone a escribir de
corrido. A medida que escribe se le ocurren más cosas. Un viaje es un momento
en el cuál abrimos nuestra percepción dispuestos a absorber todo lo nuevo.
Donde el tiempo pasa muy lentamente y observamos con mucho detenimiento cada
una de las cosas que nos rodean, como si fuera la primera vez, como si fuéramos
niños. Su propuesta es vivir la cotidianeidad como un viaje, no en el espacio
pero sí en el tiempo de cada día, y tener abiertos los sentidos a todo lo
nuevo. Redescubrir los lugares de todos los días: la propia casa, el barrio,
las calles, la oficina. Redescubrir a las personas que nos rodean. Sacarlos del
rol que cumplen y hacer “personas” a los vecinos del departamento, al portero,
a la gente del barrio, a los que atienden en los negocios, a los empleados y
compañeros de trabajo, a los taxistas, a los que encontramos por la calle.
Conversar con todo el mundo de temas banales o importantes. Interesarse en todo
lo nuevo, lo distinto, incursionar en nuevas áreas, nuevos intereses, nuevas
personas. Ser un espíritu inquieto, interrogante, contemplativo y positivo.
Escribe y escribe.
También se empieza a entusiasmar con el número 66.
Faltan 33 años para que llegue a otra edad redonda: los 99. Es como tener un
boleto válido por 33 años más de vida. Le gusta. Lo escribe en su discurso.
Termina cuando encuentra un cierre que le encanta: “Invito a todos a que me
acompañen a recorrer mi ruta 66, a vivir juntos un año de ricas experiencias”.
Ahora se despierta en la cama. Mira el reloj
y...faltan apenas cuatro minutos para las cinco de la mañana. Se da cuenta de
algo horrible: su día de cumpleaños 66 fue solo un sueño.
Se desespera. Comienza a transpirar de nuevo. Se
incorpora de un salto y corre a sentarse en el sofá del living. Siente que su
corazón empieza a galopar. Las manos le sudan. El galope sigue y sigue y ahora
no sabe si es solo por miedo o porque ya se está preparando el infarto del que
va a morir. Mira el reloj y recién pasó un minuto. Faltan cuatro para la hora
“horribilis”. Mira por el balcón y la plaza iluminada parece tranquila,
ignorando el drama del séptimo piso. Vuelve a mirar el reloj. Ya son las cinco
en punto. Se pone a temblar. Por suerte no está en la cama y no debería pasarle
nada. Se aferra a esa idea pero al mover su mano descubre una perilla. Se da
cuenta de que está en un “sofá-cama”. ¿Podría la muerte agarrase de ese detalle
y llevárselo hoy? “Noooooo…” suena un grito solitario en la madrugada.
El reloj marca ahora las siete de la mañana. Un
cuerpo está inmóvil en el sofá. Sin embargo respira. El pulso es normal.
Leopoldo abre los ojos. Siente que poco a poco le vuelven las fuerzas. Mira
hacia la plaza. El sol ilumina las copas de los árboles. Los pájaros cantan. Va
al baño y se mira en el espejo. Recuerda el discurso de su sueño. Se le ilumina
el rostro. Sonríe feliz.
¡Hoy comienza su recorrido por la “Ruta 66”!
P.D.: Podés encontrar otros cuentos, crónicas y relatos de viajes en este mismo blog
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Hola Eduardo.
ResponderEliminarEl cuento me pareció maravilloso, muy creativo e ingenioso.
Me encanto.!!!!
Yo también cumplo este año los 66 de la ruta.
Seguí escribiendo, aun en los días de NoCumpleaños, porque lo haces excelente.
Abrazo
Guillermo, gracias por el comentario. Compartiremos la Ruta 66!!! Abrazo.
EliminarEncantador cuento...gracias amigo..un abrazo.
EliminarGracias y a vivir tu propia Ruta
EliminarHola Eduardo:
ResponderEliminarMe gustó mucho el cuento. Siempre un placer leer tus trabajos.
Un gran abrazo.
En la noche nos asalta el miedo a la muerte. Yo no me quería dormir. Hasta que trate de olvidarme de la muerte y seguir viviendo, haciendo, y socializando. Odio mi cumpleaños,pero cuando miro los cientos de mensajes de mis amigos de Facebook, siento una alegría enorme. Comparto tus sentimientos. Un abrazo.
EliminarMuchas gracias. A veces el miedo a la muerte nos hace aferrarnos a la vida y, al aferrarnos, la amamos y disfrutamos más.
EliminarHermoso cuento Eduardo, gracias por compartirlo
ResponderEliminarMuchas gracias.
EliminarExcelente!!! Gracias por compartir!!! Continuemos juntos en la bellísima "Ruta de la Vida".
ResponderEliminarGracias. Todos por la ruta 66!!!
EliminarSUPERB, EDUARDO!!!!!! Very touching! I loved it, like all the rest.
ResponderEliminarSol, muchas gracias por leerlo y compartirlo. Muchos cariños.
EliminarImpresionan los detalles absolutamente coincidentes con la realidad. Muchas gracias!!
ResponderEliminarGracias Carlos. Es el desafío de vivir lo cotidiano
Eliminarmuy lindo cuento Eduardo!!! así es, la vida es un viaje, necios de nosotros cuando lo olvidamos, no???
ResponderEliminarGracias negusto mucho la ruta 66
EliminarMuchas gracias.
EliminarMuy lindo tio gracias por compartir!
ResponderEliminarGracias por leerlo y a recorrer tu Ruta
EliminarEduardo..muy lindo él cuento! Gracias por compartir..un abrazo.
ResponderEliminarGracias y buen camino!
EliminarUn cuento muy bueno, para reflexionar, repensar, y poner mucha atención a lo cotidiano,: que sencillo no ? Hay cosas para poner en practica.!
ResponderEliminarMilou.
Gracias Milou y a recorrer tu propia ruta muy despierte!
EliminarUn cuento muy bueno, para reflexionar, repensar, y poner mucha atención a lo cotidiano,: que sencillo no ? Hay cosas para poner en practica.!
ResponderEliminarMilou.
Es así Milou. Estar muy atentos cada día. Buen camino!
Eliminargracias Eduardo por tu regalo, muy hermoso cuento, eres un genio
ResponderEliminarMuchas gracias Jorge
EliminarExcelente cuento - Muy bueno
ResponderEliminarRealmente me atrapó,sencillo y agradable,"Felicitaciones"
ResponderEliminarGracias. Nuestro desafío es lo cotidiano, que es donde pasamos la vida. Buen camino.
EliminarExcelente Eduardo, es un cuento con una enseñanza profunda, te agradezco por hacérmelo llegar. Te envío mis felicitaciones por tu fina pluma. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias Claudio. Nuestro desafío es lo cotidiano, que es donde pasamos la vida. Buen camino.
EliminarExcelente Eduardo, me encantó, emocionó y llegó al corazón. Ejemplo de lo que las palabras pueden lograr si están en manos de quien sabe contextualizarlas. Felicitaciones y gracias por compartirlo el día de mi cumpleaños.
ResponderEliminarmuy ingenioso, no hay que sugestionarse por las predicciones, casi siempre fallan
ResponderEliminarLa incertidumbre del dia de la muerte y el desafío a una predicción como necesidad para aferrarse a la vida. Cada año sumamos millas, a veces más, otras menos. Me encantó. Gracias.
ResponderEliminarMuchas graciaas Paula
EliminarPara pensar... y honrar la vida! Muy bueno, atrapa hasta el final, felicitaciones!
ResponderEliminarMaravilloso.... Gracias, es el regalo de cumpleaños que necesitaba.... la mejor manera de comenzar a recorrer la Ruta 66. Cordialmente...
ResponderEliminarMuchas gracia y...buena Ruta.
EliminarMuchas gracias, Eduardo, un gran regalo.
ResponderEliminarMuchas gracias Guillermo
Eliminar¡Muchas gracias Eduardo!!! Me gustó muchísimo tu cuento ¡A transitar la ruta entonces!!!
ResponderEliminarA toda marcha! Muchas gracias.
EliminarMuchas gracias, hermoso regalo
ResponderEliminarHermoso cuento, creativo de inicio a fin.
ResponderEliminarMuchas gracias Fabio
EliminarSu propuesta es vivir la cotidianeidad como un viaje, no en el espacio pero sí en el tiempo de cada día, y tener abiertos los sentidos a todo lo nuevo. Redescubrir los lugares de todos los días: la propia casa, el barrio, las calles, la oficina. Redescubrir a las personas que nos rodean. Sacarlos del rol que cumplen y hacer “personas” a los vecinos del departamento, al portero, a la gente del barrio, a los que atienden en los negocios, a los empleados y compañeros de trabajo, a los taxistas, a los que encontramos por la calle. Conversar con todo el mundo de temas banales o importantes. Interesarse en todo lo nuevo, lo distinto, incursionar en nuevas áreas, nuevos intereses, nuevas personas. Ser un espíritu inquieto, interrogante, contemplativo y positivo
ResponderEliminarMe parece una síntesis perfecta y un cuento muy bien escrito. ya había notado en ti los intereses diversos que mantienes, gracias
Muchas gracias por tu comentario Fernando y buen viaje!!!
EliminarMuy lindo cuento Dr.. Muchas gracias por compartirlo y hacer recordar el valor que tiene lo cotidiano de los días.
ResponderEliminarSaludos!
Muchas gracias Marly...
EliminarMuy lindo . Hay q Aprender mientras viajamos en la ruta !!
ResponderEliminarMuchas gracias.
EliminarMuy lindo cuento me encanto espero llegar a la Ruta 66 exito Eduardo
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