El Invisible
¿Hay alguien libre de pecado? Dos pollos giran mansamente en un “spiedo”. Son la única atracción en el centro de la “cantina”, una modesta construcción de chapa, vidrio y cemento. Darío los mira mientras hace pacientemente la fila. Hace dos horas que salió de su casa, vino manejando, pero no tiene hambre. Todavía es temprano y lo sorprende que la cantina ya esté llena de gente. Cuando llega al mostrador dice que viene a visitar a Jesús y que quiere depositar plata en su cuenta para que hoy mismo le manden comida, de ser posible uno de los pollos. La empleada se ríe. -Nadie pudo ver a Jesús hasta ahora, por eso lo llaman ‘el invisible’, dice muy fuerte como para que todos la oigan. Darío no le contesta pero piensa: seré el primero. Es martes y está a treinta metros de la entrada de la cárcel de Marcos Paz. Mientras hace el trámite se distrae mirando carteles: “No se guardan pertenencias, no insista”, “Contrate su viaje con Ricardo”...