Apolo XI




¿Duele ser padre?

"No, Papi, no quiero ir al Jardín", suplica Ciro mientras con toda su fuerza se aferra a una pierna.
Matías no contesta mientras forcejea para arrancarlo.

Son las nueve y media de la mañana y hace un rato que la calle del barrio asiste al habitual desfile de progenitores que llevan a sus niños hasta la entrada de un antiguo edificio de dos plantas.Sobre su puerta hay un cartel que tiene un hada pintada con brillantes colores.
La mayoría son varones llevando a sus hijos.  Aquellos tendrán unos treinta años de promedio. Éstos no más de 3 o 4 años. También hay madres con nenas y algunas empleadas. Unos van caminando y otros llevan a los niños a upa o en cochecitos.
En la puerta, señoritas con coloridos delantales los esperan sonrientes. Van saludando efusivamente a cada pequeño. Ocasionalmente conversan con los padres, madres y empleadas que los van acercando.

En la esquina, el pequeño drama continúa.
Después de un rato, Matías logra zafar y llevar a Ciro, casi en andas, hasta la puerta del Jardín.
Allí la escena se repite. Las maestras tratan de seducir al pequeño con dulces y cantos, como modernas sirenas.
Por fin, una de ellas logra que suelte al padre y se aferre a su mano.
Ciro, sin dejar de llorar, camina y entra al Jardín de la mano de la maestra.
Matías se queda esperando en la puerta. Tendrá que estar de guardia un rato, por las dudas.

Mientras espera piensa que, como padre, tiene que cumplir con la misión, a veces dolorosa, de marcar el camino a su hijo, le guste o no. Al fin y al cabo es tu padre quien te dice “no”.
Al mismo tiempo siente el dolor de su hijo y que lo está obligando a  dejar su hogar, donde era el único rey, para entrar al mundo de la escuela, donde no están sus padres y es uno más entre muchos. Va a iniciar un proceso de socialización y aprendizaje tan doloroso como necesario para crecer y vivir en sociedad.
Cuando recibe la señal de la maestra, emprende la vuelta a su casa. Se siente muy apesadumbrado.

Al pasar frente al bar de su cuadra le llama la atención que en la televisión de la vidriera hay una imagen borrosa en blanco y negro. Se detiene y observa que se trata de un astronauta descendiendo con esfuerzo de una nave y apoyando su bota en el piso. El subtítulo en español dice "Un pequeño paso para el hombre, un gigantesco salto para la humanidad".
Se da cuenta de que se están cumpliendo cincuenta años de esa hazaña de Armstrong y calcula que debe ser un programa especial recordatorio.

Matías sigue un rato con la vista fija en el televisor. Está como cautivado por la imagen. Después de un rato sonríe y sigue su camino.
Ahora comprende que ese pequeño paso de Ciro, trasponiendo el umbral del Jardín, ese paso hacia un mundo nuevo, puede ser  para su hijo tan significativo como ese primer paso de Armstrong en la Luna, en la misión Apolo XI.
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P.D. En este mismo blog podrás leer otros cuentos, relatos de viajes y crónicas. http://eduardofavierdubois.blogspot.com/



Comentarios

  1. Me encantó.
    Aunque muchos no le den importancia y lo.consideren algo normal ,ei paso del hogar al mundo de la escuela marca un comienzo , el.duro aorendizaje de la convivencia con el otro.El.aprender a defendernos y sobrevivir en el - a veces- duro mundo que nos rodea.

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  2. Muy bello.... no tengo hijos pero entiendo así es el camino de la vida y los primeros que tienen que entenderlo son los papis para poder enseñar y encausar a esas criaturitas !

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  3. Soy docente y entiendo cómo duele el despegue hacia
    el mundo del conocimiento!!!
    Amstrong debió sentir que la Madre Tierra lo perdía en el infinito.

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