Barú y las Islas del Rosario.



1.-LA ISLA DE BARÚ.

 Ahora ya estamos en el último de nuestros cuatro destinos en Colombia: la Isla de Barú.

Para llegar hasta aquí hay que hacer un viaje desde Cartagena. Puede ser en lancha o en omnibus, como hicimos nosotros. Duró cerca de hora y media porque hay mucho tráfico y el camino no es muy bueno.

El chofer del transporte nos cuenta que hay una playa publica que se llama Playa Blanca y algunos hoteles con playas privadas como el que vamos nosotros.

También nos informa que Barú, en rigor, no se trata de una isla sino de una península, pero está separada del continente por el canal que da al Río Magdalena. 

Ahora ya estamos en la recepción de un hotel construido en medio de los árboles y de los manglares.


Recorremos el hotel hacia nuestra habitación por caminos marcados entre los árboles. De repente el carrito frena de golpe porque hay una pareja de iguanas en cópula. El conductor espera un rato y luego desanda el camino para no molestarlas. Se ve que hay un gran cuidado ecológico.

Durante el recorrido vemos que todas las cabañas del hotel son de madera y con vista al mar, algunas están construídas en lo alto, sobre pilotes, al estilo Tarzán. Otras al borde de la playa. Por suerte la nuestra es una de éstas últimas. 


De golpe aparece un hermoso animal. 

-Es un mapuche, dice Vicky conmovida por la presencia. -

Si, y hay muchas especies más, dicen en la recepción. 

-Hay víboras y arañas? 

-Por supuesto, pero nunca pican a los turistas. Nos reímos. 

La vegetación es extraordinaria y hay todo tipo de flores y de aves. Nos acomodamos y vamos para la playa para almorzar. Lo curioso es que no es una playa típica del caribe, ancha, larga y con arenas blancas, sino que la playa es corta porque conecta al mar con los manglares, que son grandes y tupidos árboles que crecen entre el agua dulce de las ciénagas y el agua salada. 

Igualmente se puede disfrutar del sol y del agua. Luego vamos nadando hasta una plataforma flotante que está cerca. Disfrutamos un rato de la playa y la tranquilidad. 

Nos informan que durante la estadía en Baru se puede disfrutar de varias cosas: cursos de buceo, hacer una visita a una reserva de aves que fueron rescatadas del tráfico ilegal y que es de las mayores del mundo, y hacer una experiencia de astroturismo. Hicimos ésta última y, desde un elevado telescopio en una noche estrellada, pudimos ver una lejana galaxia, el planeta Marte y luego el planeta Júpiter con mucha nitidez. Fue hermoso.

Por la noche, antes de cenar, nos llevan a una experiencia de "bíoluminiscencia" que consiste en lo siguiente: hay que ir solo con mallas y ojotas. Nos llevan en una lancha y nos dejan en una isla cercana. Todo está oscuro y en silencio. Allí nos dan mascaras submarinas y nos metemos al agua, que no está fría. No vemos nada pero cuando agitamos nuestras manos en seguida se encienden luces multicolores. Es que el movimiento activa al plancton que vive en el agua y éste responde con luces. Una experiencia misteriosa e ilustrativa sobre la vida oculta en el mar. 




 

2.-CERCA DE UN GRAN TESORO.

Al día siguiente salimos en lancha a dar una vuelta por los alrededores y el timonel, Johnny, nos cuenta que en estas aguas hay un barco hundido con un enorme tesoro. 

La historia es así. En el año 1708, en la Batalla de Barú, los ingleses emboscaron a un cargamento español detrás de las islas del Rosario. El barco principal, el Galeón San José, que transportaba oro, plata, esmeraldas y otras riquezas, explotó y se hundió durante el combate ahogándose 600 tripulantes. Fue un hecho histórico que el propio García Márquez relata en las primeras páginas de “El amor en los tiempos del cólera”. 



Hace poco tiempo, en el año 2015, se descubrió el barco hundido muy cerca de aquí. Su carga fue estimada en unos 10.000 millones de dólares pero todavía no pudo extraerse por un conflicto legal. Colombia la considera propia: se halló en sus aguas territoriales y la embarcación que realizó el descubrimiento era de la Armada colombiana. Pero España la reclama sosteniendo que el galeón era un "barco de Estado", ya que pertenecía a la Armada española, y como tal está protegido por las regulaciones de las Naciones Unidas. Por su lado, Perú también quiere su parte porque dice que la carga, hecha en Portobello, era de oro y metales extraídos de su territorio. Lo cierto es que el conflicto legal todavía no se resolvió.

Como se ve, hay muchas cosas que no se ven debajo del agua.

 

3.-LAS ISLAS DEL ROSARIO. 

El tercer día, luego de desayunar, salimos para las Islas del Rosario, que están a unos veinte minutos, para hacer una excursión de un recorrido total de tres horas. 

Nuestro guía, Johnny ahora nos cuenta que las islas se llaman del Rosario porque tienen esa forma vistas desde un avión. 

Nos vamos acercando y vemos que son muchas, de muy variada forma y con playas de arenas blancas. Algunas tienen muchas construcciones y otras no. Se ven casas, hoteles y muchas playas con gente tomando sol.

En el agua hay todo tipo de embarcaciones, yates y lanchas, y también botes de los lugareños.


Paramos un rato con la lancha y todos salimos a hacer snorkel, que aquí lo llaman "careteo". El agua es cristalina y hay corales y peces de colores.

En un momento vemos en una isla una enorme y blanca mansión que luce abandonada. Nos cuenta el guía que era de Pablo Escobar y que muy cerca de su playa hay avioneta hundida que también le pertenecía. Vamos al lugar y, desde arriba, se ve como una sombra. Las nenas bajas con máscaras y la ven de cerca. Dicen que sintieron miedo.

Andamos otro rato y llegamos a un lugar donde las lanchas y los yates están detenidos sobre el agua. La gente toma sol, bebe y escucha música. Muy cerca, sobre un arrecife de coral, se ha construído un bar para tomar algo y unas reposeras para tomar sol. Bajamos un rato. Hay música en los barcos anclados y en el bar y todo el mundo está muy alegre.

También nos llama la atención que hay vendedores ambulantes de licores, bocados y cigarros. Son botes locales que van ofreciendo sus productos a los barcos que toman sol. Muy divertido.

Es ese momento nos damos cuenta que conviven, en una misma zona, turistas y visitantes de vida cómoda, con lugareños del caribe, generalmente morenos, con una vida muy pobre. Son dos mundos que, no obstante, coexisten en paz.

A la vuelta, ya de nuevo en las costas de Barú, pasamos por un lugar llamado “El Cholón” que está sobre la playa. Aquí la diversión consiste en almorzar y beber con la mitad del cuerpo dentro del agua, utilizando mesas altas, mientras se escucha la música de los distintos barcos donde bailan los pasajeros. Eso es “rumba”.

La música nos contagia y las chicas se ponen a bailar arriba de la lancha.

-En Colombia no se divierte el que no quiere, exclama Sofi.

Y con esto nos despedimos hasta el próximo viaje.


Podés encontrar los otros relatos del mismo viaje, otros viajes, cuentos, reflexiones y crónicas en este mismo blog


 


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