Renacer en el pavimento.
Es de noche, cruzo la calle y siento en la espalda que un auto me está atropellando: me sube y me acuesta sobre su capó. En seguida el auto frena y yo caigo al pavimento hacia adelante sobre mis manos y piernas, como si fuera un gato. Me pongo de pie muy rápido. Estoy en el cruce de 9 de julio con Tucumán, a dos cuadras del Obelisco y ahora miro al auto blanco que me atropelló. Estoy aturdido, shockeado y no entiendo nada.
Es miércoles y acabo de salir del programa de
Radio que tenemos siempre de 19 a 20 hs. y despedido de Marcelo y de Federico. Habíamos caminado y charlado con Oscar
un par de cuadras hasta la esquina de Tucumán y Carlos Pellegrini. Allí crucé
por Tucumán hacia la esquina del Teatro Colón y en la plazoleta del Metrobús vi a Felicitas hablando por teléfono y la
saludé.
Estaba caminando por la senda peatonal y mirando a unos muchachitos en la esquina de Tucumán y Cerrito que conversaban, se movían y se
reían. Entonces fue que ocurrió el atropello.
Ahora sigo aturdido. No siento el golpe –quizás
la mochila lo amortiguó- y no siento dolor alguno en el cuerpo. Es muy raro.
Me acerco al conductor del auto. Tiene canas y
cara de señor mayor (aunque calculo que es menor que yo, que estoy por cumplir
72) y está también shockeado.
-¿Qué
hiciste?, lo increpó enojado.
-La verdad es que no te vi, me dice el conductor, que sigue pálido y muy serio.
En seguida se vienen al humo los muchachitos y
empiezan a hostigar al conductor (y de paso tratan de sacarme una cadenita dorada
que tengo en la mano derecha). Les digo que se vayan y, por suerte, me hacen
caso.
El conductor, ahora muy nervioso, dice que va a
llamar a la policía, y corre el auto del centro de la avenida hacia un costado.
Yo voy hasta la vereda y sigo desconcertado.
¿Cómo puede ser que un auto me atropella y que
yo no sienta nada?
¿Qué esté ileso, salvo una torcedura en el
tobillo izquierdo?
¿Tendré alguna herida interna que se
manifestará más adelante?
El auto blanco sigue estacionado y yo decido
seguir mi camino. No veo que deba reclamar nada a un tipo que no miró a la
izquierda al doblar por Tucumán hacia 9 de Julio pero que no me hizo nada.
Cuando llego a la esquina del Teatro Colón me asalta
un pensamiento extraño: ¿y si en realidad ya soy mi fantasma y estoy muerto? ¿y si me doy vuelta y veo el accidente y a mi cuerpo tendido en el pavimento?
Sin consentir ese insólito pensamiento me doy
vuelta y la 9 de Julio está normal. El obelisco brilla con todo su esplendor, el auto blanco desapareció y aquí no ha
pasado nada.
En seguida aparecen dos transeúntes que me
miran azorados. Les digo que estoy bien y no lo pueden creer. Dicen que
sintieron un ruido como de un cartón que se aplasta y me vieron caer en el
pavimento (¿me habrá salvado la mochila?).
Busco mi auto en la cochera de la oficina y voy manejando hasta
casa. Sigo temblando y desconcertado, pero sin dolor.
Llego a casa y no hay nadie visible, salvo la
perra, a la que abrazo. ¡Sigo vivo! pienso.
Al rato llegan y converso con las chicas y con Lucía. No
lo pueden creer, se asustan retroactivamente, como todos. Me abrazan y lloran.
Yo también lloro.
Ahora pasaron pocos días y sigo desconcertado,
agradecido y buscando un sentido a lo que pasó.
Dicen que la muerte te “sorprende” y ese era mi
caso, atendiendo cosas cotidianas, programando otras y preparando mi cumpleaños
72 con la esperanza de vivir la longevidad activa unos veinte años más.
Quizás una enseñanza del episodio sea tener
todo arreglado para que cuando llegue tu hora no dejes problemas a tus seres
queridos.
También encontrar tu misión en la vida y dejar tu
legado espiritual a tiempo.
Y, por sobre ello, valorar más la existencia en
cada instante, tomar distancia de las pequeñeces cotidianas, dar importancia al
amor que damos y recibimos, y agradecer la vida en todo momento.
Te lo cuento porque contarlo me hace bien.
Y, quizás, también para vos pueda ser de
utilidad.
¡Doy gracias a Dios por este "aviso" y por poder contarlo!
Nota: Podés encontrar los otros relatos, viajes, cuentos, reflexiones y crónicas en este mismo blog
Memento mori, dirían por ahí... o como subraya el maestro Castaneda, la muerte va caminando detrás nuestro y nos hace valorar la vida.
ResponderEliminarEs asi. Muchas gracias
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