Crisis y "renacimiento" en la edad madura

Entre los 60 y 70 años de edad se produce en las personas una "crisis de identidad" derivada de los importantes cambios corporales, psicológicos, laborales, familiares y sociales que se experimentan.

Algunos de esos cambios de situaciones son los siguientes:

• Menor energía, canas y/o pérdida de cabello, arrugas en la cara y en la piel, engrosamiento y/o flaccidez corporal
•  Dejar de trabajar, pérdida de vínculos laborales, pérdida de poder personal
•  Nido vacío, divorcio, separación o viudez
•  Muerte de padres y de otros ascendientes, tener que hacerse cargo de familiares mayores y/o de nietos sin sentir vocación para ser abuelo/a.
• Pérdida o alejamiento de amigos
• Sentir la discriminación por edad

¿Y cómo son las reacciones frente a esa crisis?

Son muy diversas.

La mayoría está desorientada: perdió la brújula y no tiene bien claro qué hacer o cómo sentirse ante diversas situaciones de esta etapa de la vida. A veces se retrae y se considera “viejo” para hacer algo y, otras veces, actúa como si tuviera diez, veinte o treinta años menos. Son los “desorientados”.

Otros ya se consideran ancianos y empiezan a actuar como tales. Se retiran poco a poco del mundo. Dejan de salir, de conocer nueva gente o de emprender nuevas actividades o proyectos. Se auto discriminan y se privan de muchas cosas que todavía podían hacer. Ya no les interesa el mundo de hoy y piensan que todo tiempo pasado fue mejor. Tratan de comer bien, de estar cómodos y, si pueden, de viajar de vez en cuando, pero se refugian en su entorno inmediato, lo que a veces termina por dejarlos en casa en pijama o camisón, aburridos, viendo televisión. Son los que encarnar el “viejazo”.

Algunos otros, en cambio, niegan la edad, siguen corriendo todo el día de aquí para allá y continúan trabajando como antes. Se muestran obsesionados por verse jóvenes, no celebran los cumpleaños ni quieren ser llamado/as abuelo/as, sin pensar en que están en otra etapa vital con nuevas oportunidades. Son los “negadores”.

Todas estas situaciones me preocupan porque, en primer lugar, implican no tener conciencia de la nueva etapa -que nuestros padres no conocieron-, etapa que no es la de la primera adultez pero tampoco es la de la ancianidad sino que tiene su propia especificidad y oportunidades.

En segundo término, y lo que es más importante, me preocupan porque se desaprovechan las oportunidades de esta nueva etapa de la vida humana, donde tenemos más tiempo para hacer cosas valiosas:

●       Mejorar como seres humanos en lo espiritual

●       Recuperar y acrecentar los lazos familiares, afectivos y sociales

●       Mantenerse activos aprendiendo cosas nuevas y encontrando
nuevos intereses

●       Cuidar adecuadamente el cuerpo y la salud

●       Disfrutar del presente y vivir integrados al mundo de hoy.

●       Planificar el propio futuro.

Y, lo más importante, poder encontrar una nueva motivación para vivir, un “propósito de vida”, cuando ya se han alcanzado o consumido los anteriores.

Creo que asumir esta postura es nuestro principal desafío, el que nos permitirá superar la crisis y lograr un verdadero “renacimiento” en la edad madura.

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