En las nubes





Disney

La montaña rusa es enorme y sus rieles parece que tocan el cielo.
Cada 30 segundos sale un trencito repleto de pasajeros. Algunos muy entusiasmados y otros no tanto. 
Muy cerca circula gente de todas las edades. La mayoría son visitantes que disfrutan del paseo. 




Hablan distintas lenguas y vienen de lugares muy diferentes.
¿Qué tienen en común?
Las ganas de abandonar la rutina y de estar en un mundo mágico, distinto y feliz, donde todos los sueños pueden hacerse realidad.
Los niños descubren y abrazan a los personajes de los cuentos y de los dibujos animados
Los adolescentes, muchos en grupo, van corriendo de juego en juego buscando adrenalina.




Los grandes participan en todo lo que pueden y vuelven a sentirse niños por un rato.
Algunos ansiaron venir a Disney de chicos y hoy cumplen su sueño trayendo a sus propios hijos.
Algunas familias y grupos de amigos eligen el lugar para tener un encuentro especial, único e histórico.
Los empleados son en general jóvenes, provienen de diversas naciones y atienden en forma muy amable.
También para los que sufren una discapacidad motriz todo está planificado: hay sillas de ruedas disponibles y vehículos más sofisticados para circular sin problemas.
El entorno es encantador, con edificaciones, jardines y lagos que recrean paisajes de fantasías, de historias o de lugares lejanos.
A veces se producen largas esperas en las filas de los juegos pero se matizan utilizando los celulares o con conversaciones casuales.
El lugar es como un paraíso en la tierra, lejos de todos los males del mundo.



Dolores había soñado toda la vida con venir a este Parque.
De niña veía el programa de Disneylandia en el televisor blanco y negro, y le interesaban mucho los cuatro mundos que mostraba:  de la fantasía, de la aventura, de la frontera y del futuro.
De ellos su preferido era el mundo de la fantasía, lleno de magia y  con castillos, hadas, princesas y dragones que la hacían sentir en las nubes.
Además siempre tuvo una admiración especial por Whalt Disney.
Su madre, mientras miraban abrazadas Disneylandia, le había contado la historia. Se trataba de un jóven huérfano que, desde la nada, había construido un imperio de entretenimiento. Un lugar donde los sueños se vuelven realidad.




Dolores acaba de jubilarse como empleada pública y, con sus ahorros, decidió cumplir su propio sueño.
Ahora está subida a la montaña rusa que se desplaza a gran velocidad.
Cierra los ojos y siente que vuela como un pájaro y que su cuerpo es liviano como una pluma.
En cada pirueta del trencito el estómago le vibra y eso le da alegría.
Se vuelve a sentir en las nubes.
Abre los ojos y ve que ya es el atardecer y comienzan a encenderse luces de colores por todos lados. Una luna llena acompaña el paisaje.
Mientras el tren corre se siente otra vez niña y feliz.






Después de un rato el tren llega al final del recorrido.
Sale del recinto del juego y se queda en medio del camino embargada por la tristeza.
Se siente muy sola.
Por circunstancias de la vida no pudo hacer una familia.

A los pocos minutos cambia el viento y llega a sus oídos una música nueva. Es estridente y viene de una atracción que está muy cerca, a la que no había visto antes.
El corazón de Dolores se acelera y se dirige hacia ese lugar.
Ahora espera su turno para subir a un simulador.
Volvió a estar contenta. Sabe que  será feliz en este nuevo juego.
Sabe que volverá a sentirse en las nubes, como en los brazos de su madre. 
Al menos por un rato.
En la puerta del juego, su silla de ruedas la espera.











En este mismo blog podrás leer otros cuentos, relatos de viajes y crónicas. http://eduardofavierdubois.blogspot.com/


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