El mail anónimo

 




Hola, espero estés bien.

No tengo tu nombre o quizás me lo dijiste pero, entre el apuro y los nervios de ese día, lo olvidé.

Pero hay dos momentos con vos que nunca voy a poder olvidar.

El primero fue cuando te vi sacando tu cabeza y gritando por la ventanilla de un auto destartalado que levantaba polvo por la colectora de la Panamericana, cerca del kilómetro 44. Esa visión fue para mí salvadora y me hizo acordar a esas viejas películas del Oeste donde había una caravana asediada por los indios y, de golpe, aparecía en el horizonte la caballería del ejército tocando diana y envuelta en una nube de polvo.

Ese día hacía apenas un minuto que había parado mi bici sobre el puente porque estaba muy desinflada la goma delantera. Cuando me bajé para arreglarla apareció un grupo de jóvenes, algunos niños, que habían estado escondidos detrás del follaje, blandiendo largos palos de escoba y dirigiéndose hacia mí.

Traté de escapar pero no me dieron tiempo.

En segundos estaban encima mío. Solté la bici y solo atiné a protegerme la cara.

Empecé a recibir palos sobre mi cabeza. Tenían cierto ritmo, como si cada uno diera su golpe en forma sincronizada en un ritual de iniciación.

Lo extraño de todo era que sentía los golpes pero no sentía dolor. Mientras tanto, seguía escuchando música con los auriculares puestos. Era como estar adentro de una película de terror.

En seguida, y de un tirón, me sacaron los auriculares y el reproductor y sentí un total silencio exterior e interior.

Como los golpes seguían, abrí la boca y les grité: “Ya tienen la bici, ¿qué quieren?”. Por toda respuesta recibí un tirón en mi riñonera y un intento de sacarme el casco, que había sido mi gran salvador.

Mientras me sacaba ambas cosas para dárselas fue que llegaste con tu auto destartalado y gritando a viva voz.

El grupo de adolescentes salió corriendo con sus trofeos: mi bici y mi reproductor, más la riñonera que, en rigor, no tenía nada importante. Mi celular y mi billetera habían quedado milagrosamente a salvo en los apretados bolsillos de mi pantalón vaquero.

El otro momento que recuerdo fue cuando te despedí en la puerta de mi casa dentro del barrio cerrado.

Luego que me rescataste, me habías contado que ya conocías a ese grupo, al que calificaste de patoteros, que vivían en un barrio marginal que está detrás de las canchas de fútbol, y que vos mismo habías protagonizado un entrevero cuando en un descuido te habían querido robar la rueda de auxilio.

Agregaste que ahora venías por la Panamericana, viste la escena de los golpes, y sin dudar saliste a la colectora a ayudarme.

Te ofreciste en llevarme a mi casa y te lo agradecí. Yo estaba temblando, sin entender nada, shockeado, con un miedo a otro incidente que me duró tres días.

Cuando pasamos por la guardia de la entrada del country, les expliqué lo sucedido y me dejaron pasar dentro de tu auto, que no tenía papeles ni seguro. Por las dudas un móvil de la empresa de seguridad nos siguió hasta la puerta de mi casa.

Una vez que bajé, te pedí que me esperes un minuto y fui a buscar dinero para darte. Cuando salí te negaste a recibirlo. Ahí sentí una enorme vergüenza y no supe qué decir.

Tengo tu imagen en tu auto destartalado saliendo de mi casa con la frente bien alta.

Hoy, después de un año, volví a pasar en bicicleta por el lugar. Rememoré el episodio y volví a dar gracias a Dios.

A esos casi niños que me apalearon los comprendí y perdoné hace tiempo. Hay modelos y condicionamientos sociales que imponen ciertas conductas y espero que tengan la oportunidad de superarlos.

Pero, sobre todo, me acordé de vos y me di cuenta de que nunca te agradecí suficientemente tu gesto y tu valentía.

Ahora que estoy terminado este correo me doy cuenta que tampoco tengo tu dirección de mail.

No importa, igual lo sigo escribiendo.

Necesito sacar lo que tengo adentro y, quizás, algún día nos volvamos a encontrar y te lo pueda leer.

Por ahora sos mi “salvador anónimo”.

Comentarios

  1. Recuerdo haberte escuchado ese episodio.Ojala lo vuelvas a encontrar!!

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  2. Lo contradictorio un terrible momento con un hermoso recuerdo. Raro no?

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    1. Como decía Oscar Wilde: la comedia es tragedia mas tiempo. Muchas gracias.

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  3. Eduardo...con suma atencion lei este relato, como siempre impecable tu forma de narrar y en este caso me estoy entrando de lo sucedido. Abrazo grande....

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  4. Doctor este año extrané su " cuento" . Uso poco face. Mi ínstagram: alicia _ gladys _ encinas . Amiga del recordado y brillante Dr. Guillermo Mosso.

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