¡Cien años!
¿Cómo vas a festejar tus cien años?
-Te invito el domingo a mediodía al cumpleaños de Papá, dice un chat que me manda Augusto hoy martes. -Es en Pilar, agrega.
-Bueno, cómo no, le escribo con cierta resignación. No parece un gran
plan para un fin de semana largo, pero...amigos son los amigos.
-¿Cuántos cumple?, pregunto después de un rato.
-Cien años, me contesta.
-¡Caramba, nos vemos sin falta!, le respondo.
Tomo conciencia de la situación y me acuerdo de la presentación de un
libro que su Papa hizo el año pasado donde confesó tener 99. Eran cuentos sobre
diálogos con un fantasma. Muy interesantes.
Ahora es sábado a la noche, me acuerdo del compromiso de mañana y me
pregunto: ¿cómo se festejan los cien años de una persona? ¿Cómo se los habría yo
festejado a mi Papá, al que le faltaban solo seis cuando falleció? ¿Cómo me
gustaría festejar mis propios cien años?
Me pongo a buscar por internet. Hay poco. Todo relativo al “cumpleaños
de la abuela”, torta, regalos, leyendas, tarjetas, pero nada para el cumpleaños
de un hombre, como si los de este género no pudieramos llegar a esa edad.
Ademas, el papá de Augusto es un hombre viudo que no solo es padre de
cinco hijos -Augusto y cuatro mujeres menores-, abuelo y bisabuelo, sino
también muchas cosas mas: abogado, escritor y filosofo. Fue profesor, funcionario
público, asesor y empresario de la construcción.
Ya es domingo, es el Día del Niño, y estoy llegando al barrio de Pilar.
Hace mucho frío. En la guardia todos saben a donde mandar a las visitas: a los
cien años que se festejan en el SUM.
El asado que hizo Augusto acaba de terminar y están todos adentro,
pipones, sentados alrededor de grandes mesas. Conversan mientras algunos toman
algo. Me acerco a donde está Augusto hijo, mi amigo, junto a su padre, el
Doctor, como le decimos los que no somos de la familia.En la misma mesa está un
nutrido grupo de compañeros de colegio de Augusto hijo. Se conocen desde el
primario del “la Salle” y han logrado seguirse reuniendo a pesar de tantos años,
incluso sé que han hecho muchos viajes juntos a diversos lugares (Cuba, Camino
de Santiago, etc.). Me producen sana envidia. Con mis compañeros de escuela nos
vemos apenas una vez por año y solo con algunos. Somos muy pocos, estamos
desperdigados y no es fácil reunirnos.
En otras mesas están los familiares del Doctor: sus hijas, sus nietos,
bisnietos, y otros parientes, algunos venidos del exterior. Seremos entre
cincuenta y sesenta personas. Veo sólo uno o dos amigos de Augusto hijo que no fueron compañeros de escuela y me doy
cuenta del privilegio de haber sido invitado.
Me entregan un folleto con fotos del Doctor y de su familia, que
contiene una breve reseña de sus actividades y una selección de siete de sus
poesias. Un hermoso testimonio para los que participamos del momento.
Se ha organizado un pequeño show familiar donde algunos nietos y
bisnietos demuestran sus talentos y su amor por el Doctor, a quien llaman cariñosamente
“Bubu”. Hay teclados, guitarras, canciones y recitados. Se sacan fotos y hacen
videos. Todos son aplaudidos con mucho entusiasmo. El Doctor los mira sonriente
y con amor.
Busco una silla y me siento al lado del Doctor. Me recuerda con cariño.
Nos ponemos a charlar a pesar del ruido de fondo y de su sordera, mitigada por
un audífono. Lo conozco desde que yo tenia 18 años, al comienzo de los anos
setenta, cuando un grupo de jovenes del barrio de Flores nos preocupábamos por
la justicia social, la moral, la religión y la filosofia. Él era un hombre muy
formado en historia, ciencia y filosofia, con ideas originales, que nos
escuchaba con la cabeza abierta y con quien podiamos charlar de cualquier tema
en su casa, en ateneos o en otros lugares. Empiezo mi interrogatorio. No me
quiero perder la oportunidad de conocer que piensa de la vida una persona como él
al cumplir cien años. Lo interrogo:
-¿Cual fue el mejor momento de su vida?
-Mi casamiento, contesta sin dudar. -Estuve casado 64 años con Betty, mi
esposa.
(Me llama la atención porque hoy dia estan tan devaluados los
compromisos, las formalidades y el matrimonio como tal).
-¿Qué piensa que fue lo más importante que hizo en su vida?
-Proyecté una ley otorgando títulos de propiedad a 80.000 deudores del
Banco Hipotecario y conseguí que fuera aprobada.
(Lo dice con orgullo pero sin ninguna jactancia. Con la tranquilidad del
deber cumplido).
-¿Cuál fue el tema de investigación que mas le interesó?
-La colonización de América del Sur.
-¿Por los españoles?
-Nooo, por los ingleses.
(Me sorprende el ingenio).
-¿Qué es lo que hoy más extraña?
-Las conversaciones interesantes que antes tenia con amigos y
familiares. Hoy no tengo casi con quien hablar y los temas son domésticos.
(Me doy cuenta de que eso es algo que tambien nos pasa a todos sin advertirlo,
cuando nos quedamos charlando superficialidades sin indagar en cosas profundas).
-¿Siente que la existencia humana es larga o que es corta?
-No es algo constante. A veces corre muy rápido y otras veces muy
despacio. Cuando me casé y nacieron mis hijos tenía que correr todo el día de
trabajo en trabajo y la vida pasaba volando, sin espacios. En otros momentos de
mi existencia, la vida transcurrió mas lento y hubo tiempo para otras cosas.
-¿Cómo influyeron los cambios que hubo en el mundo sobre su vida
personal?
-Yo cuando era joven me había hecho un plan de vida, con la profesión y
la función publica. Ese plan no se pudo cumplir por los grandes cambios
sociales. Estoy a favor del cambio pero siempre que se reemplacen instituciones
viejas por otras nuevas que sean mejores. Lamentablemente no fue el caso. De
todas maneras a mí me salvaron mi mirada sobre el mundo, la investigación, mi
pensamiento y mi filosofia.
-¿Se siente agradecido de la vida?
-Estoy agradecido y lleno de alegría de haber transitado un largo
sendero, a veces pedregoso, en buena compania, con lindos trabajos y mejores
frutos.
Después se queda un rato en silencio, como pensando sobre lo que me
dijo.
Ahora se proyecta un video que entremezcla fotos cercanas, con su
familia, y fotos viejas, de su juventud. Es emocionante.
Llega el momento de apagar las velitas. Una gran torta, con tres cuerpos
redondos formando el numero cien, donde campea una grande y solitaria vela,
aparece sobre la mesa. Todos se congregan al rededor. Le piden que hable, que
les diga algo. El Doctor primero se resiste pero, luego de un rato, acepta el
micrófono y dice:
“Cuando veo la inocencia y la ternura de los niños tengo la esperanza de
que el mundo va a mejorar y que pueden llegar a brillar las antorchas de la
bondad, de la verdad y de la Ley Suprema que rige al universo”
(un mensaje esperanzador en un mundo en crisis).
Todos aplauden, lo besan y abrazan, se sacan fotos por grupos. Luego
devoramos la torta y brindamos.
Al salir, saludo al Doctor y le pregunto cuándo piensa que nos
volveremos a encontrar, para seguir nuestra charla.
Me mira serio a los ojos, después sonríe y me dice: “Muy pronto, apenas
he pasado la primera centuria”.
Ahora estoy volviendo a casa en el auto. Pienso que fue un curioso Día
del Niño, donde el homenajeado cumplia 100 años.
El Doctor, a los cien años ya no tiene amigos propios, pero tiene a los
amigos de su hijo.
Su cuerpo se empequeñeció, pero su figura nunca fue más grande.
No es famoso, pero es un ídolo para todos los que lo conocen.
Tuvo muchos apelativos, pero hoy para todos es “Bubu”, como le pusieron
sus nietos.
Empezó sin nada, como todos los de su generación, pero con trabajo y
esfuerzo pudo formar una gran familia, mantenerlos y ayudarlos.
Finalmente pienso en Augusto, mi amigo. El gran organizador del festejo.
El hijo mayor y único varón. Siento que cuando la vida te da la posibilidad de
tenerlo y de homenajearlo a los 100 años, como fue hoy, "la gloria del Padre es
la gloria del Hijo".
Por algo ambos son “Augustos”.
Pilar, 19 de Agosto de 2018.
Pilar, 19 de Agosto de 2018.
¡Que hermoso Eduardo! No lo había leído. Gracias!
ResponderEliminarMuchas gracias Margarita. Fue un gran gusto y honor poder participar. Cariños.
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