Hotel Cinco Estrellas



¿Serías feliz en el paraíso?

En la quietud de la noche todos los pasajeros duermen. De repente una fuerte explosión sacude al avión, se encienden las luces y se oye muy grave la voz del capitán indicando que hay una avería y que la nave va a intentar hacer un aterrizaje de emergencia en una isla cercana.
Todos se despiertan y no pueden creer lo que pasa. Ahora el aparato empieza a dar tumbos, vibra, cae, se estabiliza y vuelve a caer en picada como si fuera una montaña rusa. Las mascarillas de oxígeno de disparan y se abren los compartimientos superiores arrojando sobre la cabeza de los pasajeros su contenido. Se escuchan llantos, gritos y rezos. 
En el asiento 13 F Dante está paralizado por el miedo y mantiene sus ojos bien cerrados. Casi no respira. No puede gritar, llorar ni rezar y se aferra con todas sus fuerzas a la butaca. Pasan segundos que parecen siglos. Siente un golpe seco, como el de un cristal que se quiebra y luego nada.



Lentamente recupera la conciencia y abre sus ojos. No sabe cuánto tiempo pasó pero sigue en su asiento del avión y todo parece normal. La pantalla, indiferente, indica que en dos horas llegarán a su destino, la República Dominicana. Los pasajeros duermen silenciosamente, incluso la atractiva rubia del asiento de al lado. Dante respira profundo.
Todo fue una pesadilla, una horrible pesadilla. Menos mal, piensa. Lo que menos quería era morirme ahora, cuando estoy empezando mis vacaciones luego de un año agotador y cuando tengo tantas cosas por hacer a mi regreso. No, no era buen momento para morir. Pero, ¿hay algún buen momento? Quizás cuando sea muy viejo, en su cama, rodeado de afecto. Aunque estando divorciado y enemistado con sus hijos parece difícil.
Mira de nuevo a la rubia, pensar que habla un idioma imposible de comprender y todos sus intentos de conversación fueron en vano. Reflexiona sobre esa compulsión que siente casi todo hombre, si está solo y encuentra a una mujer sola que le gusta, de cortejarla y, si se puede, de pasar a mayores. Es que a los hombres nos han criado con firmes mandatos: ser fuertes, ser valientes, proteger a mujeres e hijos, tener éxito en el trabajo y, sobre todo, hacer el amor todas las veces que se pueda, sin importar demasiado las circunstancias. En cambio, los mandatos tradicionales hacia las mujeres son otros: ser lindas, casarse, ser fieles y tener hijos. Y, especialmente, nunca parecer mujeres fáciles ni hacer el amor sin una "causa" que lo justifique. Es claramente injusto. Bueno, esos mandatos están cambiando en las nuevas generaciones, sin duda, pero uno no puede cambiar fácilmente los que lleva inculcado de chico. De todos modos, como la mujer del asiento de al lado es joven y extranjera, seguramente sus mandatos son más abiertos e incluyen intimidad con desconocidos en las vacaciones. ¡Ojalá! Ahora eso no importa, alguna oportunidad habrá en la playa.
¡Lo importante es no aburrirse!. Eso sí que es un mandato, piensa, y recuerda con repulsión sus largos años de pupilo en ese colegio de Quilmes, cuando todos los días eran iguales, largos y sin amigos. Todo estaba sujeto a reglas inflexibles cuyo incumplimiento se sancionaba con violencia. Era tan horrible que no había ningún motivo para levantarse contento a la mañana. Recuerda la horrible mueca de su rostro en el espejo al mirarse por la mañana. ¡Nunca más! Por suerte, estaba viajando al paraíso de la diversión, donde pasaría dos semanas, con opción a una más a mitad de precio.




“Hotel Paradiso”, dice el cartel de la puerta. La recepción es muy cálida y en el check-in le preguntan solo su nombre. “Tenemos todos sus datos”, le dice una simpática rubia. “Virgilio lo acompañará a su habitación”, agrega.
En seguida aparece un fornido mulato de mediana edad, le sonríe, carga sus valijas en un carrito eléctrico, lo invita a subir y lo conduce zigzagueado por un camino entre palmeras, hasta un exclusivo departamento con vista al mar. Con un acento italiano, porque su madre era de ese país, le explica las comodidades del cuarto, del hotel, los bares, los restaurantes, las animaciones, los espectáculos y las actividades de playa. También las fiestas de cada día de la semana que imponen ciertos códigos de vestimenta por las noches. Por supuesto es un “all inclusive” por lo que podrá comer y tomar lo que quiera todo el tiempo y hacer uso de todos los servicios sin pagar nada, inclusive los masajes. “Yo seré siempre su guía”, le dice Virgilio al despedirse, guiñándole un ojo.
Un verdadero paraíso, piensa Dante.Pasa allí la mejor semana de su vida. Playa, mar, sol, buceo, pileta, tragos, comidas, charlas relajadas con otros turistas, baile por las noches, espectáculos. Hasta tiene una camarera particular, una escultural y joven mulata que, además de limpiar el cuarto y reponer el frigo-bar, le presta todo tipo de servicios íntimos a su solo requerimiento y se niega a aceptar propinas. Dice que está cumpliendo su deber. ¡Qué más se puede pedir en la vida!
Por las noches cuando vuelve a su cuarto contempla unos instantes la colorida tapa del único libro que está en la biblioteca de la habitación. Su tapa tiene un dibujo con una especie de montaña circular con distintos niveles y una luz en la cima. Es rara, le da temor y esperanza al mismo tiempo. Su título es “La divina comedia”. ¿De qué tratará?. Nunca tiene tiempo para leerlo y está tan cansado que ni siquiera enciende el televisor. Para qué amargarse con lo que pasa en el mundo, se consuela, mientras lentamente se va desmayando en la cama.



Después de una semana descubre en la playa a la rubia del avión tomando sol. Sigue sola. Qué bueno que nos tocó el mismo hotel y no vino a encontrarse con su novio. Está dormida. La contempla. Es una imagen perfecta. El mar turquesa, la arena blanca y el cielo azul son el marco que da un aire angelical al rostro. Se queda embobado mirando ese cuadro. Siente profundamente la belleza. Se siente en paz total en ese atardecer, quizás por primera vez en su vida. Vivió siempre corriendo, siempre pensando en el futuro, en saltar la próxima valla, alcanzar el siguiente objetivo, en correr detrás de las necesidades y de los deseos que, cuando se cumplen, al rato se sienten vacíos y dan lugar a otros, en una sucesión interminable. Ahora siente que por primera vez ha frenado su carrera y está contemplando la vida. Se da cuenta que cuando uno contempla con atención algo hermoso logra detener el tiempo, frenar el galope hacia el futuro y sentirse pleno con el aquí y ahora sin necesidad de un mañana. ¡Caramba, nunca se había sentido así!
De repente la rubia abre los ojos.
-“Hola”, dice ella con una sonrisa.
Dante está sorprendido pero feliz como un niño que encontró un juguete perdido.
-“No sabía que hablabas español…” le contesta, solo por decir algo, después de un momento de silencio.
-“Soy Beatriz”
-“Yo soy Dante”.
Se ponen a caminar por la playa y a conversar. Dante aprovecha para desplegar todo su manual de conquistas: le habla de sus éxitos, sus virtudes, sus viajes, sus "hobbies", sus negocios, sus propiedades, y sus grandes proyectos. Es que está convencido que las mujeres solo se interesan por los exitosos.
Le dice que le encanta divertirse, pasarla bien, pero también conocer gente nueva y vivir nuevas experiencias. No busca compromisos afectivos pero, si encuentra a la persona indicada, está dispuesto a ello, recalca. Es que está convencido de que ninguna mujer quiere ser tratada de entrada como un simple "programa", aunque lo sea.
Por momentos le dice lo linda que es y que desde que la vio en el avión no pudo dejar de pensar en ella. Es que está convencido de que toda mujer necesita ser halagada.
También le hace bromas y cuenta anécdotas divertidas. Sabe que un elemento esencial para conquistar a una mujer es hacerla reír.
Dante está contento. Siente que la está conquistando, que su repertorio está siendo ejecutado en forma perfecta y que en un rato la tendrá a sus pies. Pero hay algo más, por primera vez en su vida se siente "flechado".
Beatriz solo escucha y sonríe. Después de su largo monólogo Dante le pide que lo acompañe a su cuarto. Ella accede y se le entrega en silencio, con los ojos cerrados.
Cuando terminan Dante se siente entusiasmado y le pide que le cuente algo sobre ella. Pero Beatriz está muy seria. “No te puedo decir nada”, le dice. “No nos volveremos a ver”, agrega. Luego sale rápidamente de la habitación.
Dante queda confundido y triste. ¿Qué habrá pasado? ¿En qué falló su conquista? ¿Será una mujer tan rara que no supo reconocer los encantos de Dante? ¿Será mentira que estaba sola y decidió volver con el novio? Sí, eso seguramente, una mentirosa, como todas las mujeres que conoció en su vida, salvo su madre, claro. Qué pena. No solo estaba “rica”, como dicen en el Caribe, sino que también me hizo sentir algo. "Nunca te enamores si no quieres sufrir", recordó uno de los pocos consejos de su madre. En fin, tendré que contentarme en el futuro con la camarera.


Ahora está solo en su habitación. Para olvidarse de Beatriz se le ocurre prender el televisor. Le llama la atención una noticia reiterada: están buscando a un avión caído en el mar hace pocos días. ¡Qué suerte, podía haber sido el mío! piensa. Lo que es el destino. Hasta ese momento se había considerado un hombre afortunado. Le había ido muy bien en los negocios, aunque debió hacer algunas cositas sucias para lograrlo. Al fin y al cabo todos las hacen y el tuvo el coraje de seguir adelante. Si no, habría terminado de empleado público, como su padre. En el camino perdió a sus pocos amigos de la infancia, pero ahora está rodeado de nuevos amigos en sus fiestas. Su matrimonio terminó en un divorcio virulento, pero la culpa era de su ex. por haber contratado a ese detective. Por no aceptar lo que realmente le tocaba y pretender la mitad cuando el único que había trabajado era él. Y para peor sus hijos se pusieron del lado de la madre y todavía no le hablan. Peor para ellos. Ya se darán cuenta de la verdad algún día.
Ahora mira otras noticias por televisión, deportes, política, economía, turismo. Su país no aparece para nada en los noticieros mundiales, como si no existiera. Luego nuevas noticias sobre el avión. Empiezan a dar datos concretos. Había salido de Buenos Aires con destino a República Dominicana. Se había perdido hacía una semana. Fue en la misma noche de su vuelo… Siente como un mazazo en la cabeza. Está aturdido, no sabe qué pensar. Ya la coincidencia se vuelve increíble y la sospecha inicial se convierte en certeza. Era su avión, ya no hay dudas.
Entonces ¿Qué pasó con él? ¿Cómo es que se salvó? ¿Por qué no recuerda nada? Su cerebro galopa buscando explicaciones. Empieza a construir una hipótesis: algún barco lo habría rescatado cuando el avión se hundió en el mar y, por el golpe, habría perdido la memoria de todo lo que pasó hasta que llegó al hotel. Otra vez su buena suerte lo salvó, piensa.
Pero las noticias no dan cuenta de ningún rescate. Y ¿cómo habría hecho para tener su equipaje seco y en su poder y llegar al Hotel en tales circunstancias? Un temblor le recorre el cuerpo de los pies a la coronilla. Le sudan las manos. Se le seca la garganta. Está acostado en la cama mirando el techo. Todo le da vueltas. Solo hay una explicación posible pero se niega a admitirla: Él también murió en el accidente. Se incorpora y se mira reflejado en el espejo, palpa todo su cuerpo, va al baño abre la canilla caliente y se quema la mano. ¡Se murió pero ahora está vivo en una habitación del Hotel Paradiso!

En toda la noche no puede pegar un ojo. Trata de descubrir dónde es que está. ¿A dónde van los muertos? Recuerda que algunos dicen que no hay nada luego de la muerte, pero él está vivo. “Si pienso quiere decir que existo”, se dice, recordando una frase de Kant que repetía su profesor de filosofía en el colegio. Otros dicen que las almas vagan cerca del lugar donde vivieron y se pueden comunicar con los vivos, pero él está en el Caribe sin contacto con sus relaciones. Ahora recuerda sus clases de religión en el colegio y que para los católicos hay tres destinos posibles después de la muerte: el cielo, para los muy buenos, el infierno para los muy malos y el purgatorio para los ni tan buenos ni tan malos quienes, luego de un tiempo de sufrimiento, van al cielo. Revisa su vida y no se siente tan bueno como para ir al cielo. En todo caso lo contrario. Se mandó muchas maldades. Repasa los diez mandamientos y se da cuenta de que, salvo “no matarás”, no cumplió ninguno de los restantes. Siente miedo. Sin embargo está en un hotel cinco estrellas, disfrutando como loco y cuyo nombre es precisamente “Paradiso”. Entonces le viene a la memoria una frase que repetía una de las monjas del colegio, la madre Angelina, quién ante cualquier falta se santiguaba y decía “La misericordia de Dios es infinita”. Entonces, si la misericordia es infinita y está donde está quiere decir que Dios lo perdonó. Ya no puede haber dudas. Se fue directamente al cielo y ¿qué mejor cielo, para él, que un hotel cinco estrellas en el Caribe? Ahora sí, totalmente aliviado, y recordando que siempre fue un tipo de suerte, se queda dormido.

A la mañana siguiente, todavía impactado por la nueva situación, mientras va a desayunar lo encuentra a Virgilio y le dice “No me van a engañar más, ya descubrí que este hotel en realidad es el cielo”.
Virgilio deja su sonrisa, lo mira a los ojos y le dice muy serio “Eso depende de cada uno”.
La respuesta lo desconcierta. ¿Cómo puede no ser un paraíso para todos si es un hotel cinco estrellas?
Más tarde, cuando llega la camarera, encuentra una respuesta. No es la bella mulata que lo consentía sino una señora morena de avanzada edad. Cuando le pregunta por la mulata, la morena le contesta: “ella ya purgó sus pecados, ahora es mi turno”. Entonces Dante se da cuenta de que junto a los destinados al cielo, que serían los huéspedes, hay toda una serie de personas que hacen trabajos desagradables para las cuales el hotel es una forma de sufragar sus pecados, o sea un purgatorio. Recuerda a Beatriz y se da cuenta que la relación de ella con él no fue otra cosa que un sacrificio expiatorio. Le duele, pero ahora todo cierra.
Para lo único que no encuentra respuesta es que hubiera gente para la cual el hotel fuera el infierno. Piensa en los peores trabajos: limpiar baños, lavar platos o cavar al sol, pero comprueba que todos los que los hacen tienen en sus miradas ese brillo que corresponde a la esperanza, incompatible con los condenados eternos.

Siguen pasando los días, las semanas y los meses. Dante ya se siente distinto. Toda la emoción inicial pasó y ahora la rutina del hotel lo empieza a cansar. Cada día es muy parecido al anterior: desayuno, mar, tragos, almuerzo, siesta, pileta, tragos, cena, baile. Y todas las semanas se celebran las mismas fiestas. Si bien los huéspedes se renuevan de vez en cuando, los nuevos son muy parecidos a los anteriores y las conversaciones son circulares: países, trabajos y viajes. Ya nada lo sorprende, nada lo entretiene. Está cansado del placer, cansado de descansar, cansado de no hacer nada. Y, sobre todo, se siente muy solo. Nunca más vio a Beatriz. Ni siquiera a la camarera mulata. Hay mucha gente pero los siente como autómatas, distantes, haciendo cada uno lo suyo, siempre lo mismo, contestando de la misma forma las mismas preguntas.
Ahora hace un año que llegó al hotel y empieza a aburrirse terriblemente, como en el colegio de Quilmes. Necesita un cambio. Lo va a ver a Virgilio y le pregunta si hay posibilidad de mudarse a otro lugar.”Por supuesto” le contesta. “Mañana te cambiamos, Dante”.
Al día siguiente, después del desayuno, Dante está listo para partir a su nuevo destino, con todo su equipaje. Virgilio lo pasa a buscar en una camioneta. Lo carga y emprenden un viaje. En la camioneta hay un video prendido y donde se muestran fotos de distintas personas, como si fuera una galería de instagram. En un momento Dante se da cuenta de que son los rostros de las personas que estafó, que maltrató, que humilló y que dañó cuando estaba vivo. Empieza a sentirse muy mal. 


Después de un rato llegan a destino.
“Hotel Paradiso”, dice el cartel de la puerta. La recepción es muy cálida y en el check-in le preguntan solo su nombre. “Tenemos todos sus datos”, le dice una simpática rubia. “Virgilio lo acompañará a su habitación”, agrega.
El rostro de Dante muestra la horrible mueca.

¡Cada uno construye el infierno tan temido!







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