Estocolmo, el paraíso al final del viaje
El barco se desliza suavemente por el agua como patinando
sobre un espejo. Hace varias horas que navega dentro de un archipiélago, entre
islas llenas de pinos y lindas casas de techos a dos aguas. Cada tanto duermen
en un muelle blancos veleros. El día amaneció nublado pero hay una gran
luminosidad. Es como si el mar hubiera acumulado la luz de la noche blanca
precedente. Son las 6,30 hs. de la mañana y estamos llegando a Estocolmo, Suecia,
en nuestra última parada del crucero.
En el puerto nos recibe Gustav, un joven alto y rubio que
responde perfectamente al estereotipo nórdico. Subimos a su camioneta Volvo. En
un perfecto inglés nos pregunta qué queremos ver de Estocolmo. Le decimos que
no tenemos casi información y que es la parada más corta del crucero, de solo
seis horas. Al escuchar el tiempo disponible Gustav mueve la cabeza y dice algo
horrible sobre los cruceros pero en sueco. Luego se recompone, se resigna y nos
dice: bueno, es lo que hay. A continuación, y mientras viajamos por una gran
ciudad llena de agua, puentes, explanadas, barcos y donde conviven edificios
medievales y muy modernos comienza un relato. Nos dice que Estocolmo, cuyo
nombre viene de “troncos de árbol”, comenzó como una fortaleza en el siglo XI.
En el año 1248 el general Birger Jarl, unificó el país y se convirtió en rey y
la ciudad creció comercialmente gracias a acuerdos con la Liga Hanseánica. En
el siglo XVI dependió de la Unión de Kalmar, que unificaba los reinos de
Suecia, Noruega y Dinamarca bajo control de ésta. En 1523 Gustav I Basa, que
había escapado del “Baño de sangre de Estocolmo”, conquistó el trono en 1523 y
dio lugar a un período de gran prosperidad y expansión, que duró hasta la
desastrosa derrota con Rusia en 1709 (donde perdieron el territorio que luego
fue San Petersburgo). Luego vino un declive que hizo perder fuerza a la
monarquía y consolidó un régimen democrático en manos del Parlamento. En ese
momento Vicky interrumpe y pregunta: ¿no tienen un rey? Sí, por supuesto,
contesta Gustav, es su majestad Carlos XVI Gustav, pero no tiene un poder real
sino simbólico. Gustav como vos? Pregunta Vicky. Gustav no contesta pero
sonríe. Ahora es el turno de preguntar de Sofía interesada en conocer el sistema
político y económico. Gustav responde diciendo que en los primeros años del
siglo XX Suecia había pasado de una estructura social rural y agrícola a una
industrialización galopante. Su sistema político, fundamentado en el
socialcristianismo del Partido Liberal de Centro y en la socialdemocracia, supo
evadirse de las tentaciones del nacionalsocialismo alemán y del socialismo
soviético para fundar un capitalismo cimentado en las libertades públicas y la
igualdad de oportunidades, financiado por un sistema impositivo implacable, que
dio lugar a una sociedad del bienestar envidiable. Hoy Estocolmo es un gran centro económico y financiero, sede de academias
artísticas y científicas y de la Fundación Noble. Suecia ha asumido el compromiso de “libre de combustibles
fósiles” para el año 2020 y está trabajando para ello: se ven modernos tranvías
eléctricos por todas partes. El relato vuelve al tema de la Ciudad y nos cuenta
Gustav que ella se asienta sobre 14 pequeñas islas y parte de tierra firme,
en un lugar donde las aguas del lago Mälaren se comunican con el mar Báltico,
por un complejo sistema de compuertas y 53 puentes. Tuvo la suerte de salvarse
de las dos guerras mundiales, donde permaneció neutral, por lo que conserva su
sabor medieval. En el área metropolitana viven 1,6 millones de habitantes de
los que 15% son inmigrantes y reconocen pertenecer a alguna religión solo el
9%. Se habla el
Sueco, que es lengua germánica parecida al danés y al noruego. Para poder
comunicarse con el resto del mundo todos los suecos aprenden inglés en la
escuela desde los primeros años. La bandera es una cruz romana amarilla sobre
un fondo azul. Nosotros la conocemos bien, le comento, porque son los colores
de la bandera del barco sueco que entrando al puerto de la Boca dio sus colores
al club Boca Juniors. Entonces yo soy de Boca, contesta Gustav divertido.
2.-Todo lo que hay para ver.
Ahora Gustav nos cuenta los atractivos de la ciudad, como si
fuera un menú a la carta para que podamos elegir el plato a consumir en nuestro
breve tiempo de estadía. Nos dice que en el casco antiguo de la ciudad está la
isla Stadsholmen, donde se encuentra el Palacio Real “Kungliga Slottet”. Cuenta
con 603 habitaciones, es el palacio real más grande de los utilizados en el
mundo de hoy, superando al Buckingham, y está abierto al público cuando no está
la familia real. El actual rey de Suecia, que como nos dijo es Carlos XVI Gustav,
está casado con la reina Silvia y tienen tres hijos Victoria (la heredera),
Carlos Felipe y Magdalena. Nos cuenta que se pueden visitar dentro del Palacio
la Galería Carlos XI, tipo Versalles, la Suite Benardotte, donde han vivido los
monarcas suecos con sus muebles rococó y su salón de la Victoria, que tiene una
enorme alfombra roja, y que en el Tesoro pueden apreciarse las joyas de la
corona. Agrega que dentro del Palacio funcionan el Museo Tres Coronas y el
Museo de Antigüedades de Gustav III. Además, que todos los días puede verse a
las 12,15 horas el cambio de guardia frente al Palacio. Recomienda esta visita.
Continúa su relato y nos cuenta sobre el Museo Basa, que fue construido para
custodiar al buque de guerra real Basa, que por un problema de distribución del
peso, se hundió en el puerto en el año 1628 y se recuperó en 1961 casi intacto.
Agrega que es el único ejemplar en el mundo de un buque de guerra del siglo
XVII. También recomienda esta visita. Luego nos sigue contando que considera
como “imperdibles”, la visita a la Plaza Mayor en el caso antiguo. Agrega que el
terreno del casco antiguo se eleva a razón de 2 mm. por año, por eso los
edificios aparecen inclinados hacia los lados. Nos dice que tenemos que caminar
por la calle Strandvägen, muy elegante y a orillas del mar, flanqueada por
grandes edificios y por barcos antiguos. Visitar la moderna plaza Sergels Torg,
el Teatro de la Ópera, la Casa de la Cultura, el Ayuntamiento y el Castillo de
la Isla de la Reina. Muchas gracia Gustav, le decimos, pero no hay tiempo.
Entonces detenemos la camioneta y nos ponemos a caminar por el casco histórico
y por las inmediaciones del Palacio Real, un lugar encantador.
3.-El Premio
Nobel.
Muy cerca del
Palacio Real pasamos por la puerta de un bello edificio del siglo XVIII donde
hay un cartel que dice “Museo Nobel”. Sentimos la necesidad de entrar y Gustav
acepta. Dentro del mismo encontramos la historia de su fundador, Alfred Nobel,
que fue un hombre cosmopolita que con sus geniales inventos encontró siempre
nuevas soluciones. Como la invención de la dinamita solucionó problemas de
construcción pero trajo problemas por su uso militar, en su vejez se le ocurrió
crear una fundación con su fortuna personal para que cada año se diera un
premio a quienes se destacaran en cinco especialidades: Física, Química,
Medicina, Literatura y Paz. Luego fue creado por la propia fundación el nobel
de Economía. Dentro del museo se puede conocer cada uno de los premiados por
año y por especialidad y visualizar las invenciones más importantes. También
aparece información sobre cómo se seleccionan los ganadores y sobre la
ceremonia de entrega de premios y cena de gala. La entrega se hace en la Sala
de Conciertos de Estocolmo, en la plaza Hötorget, el 10 de diciembre de cada
año. En la ceremonia el rey entrega personalmente a cada premiado un
certificado y la medalla de oro. Se hace tras un banquete en el salón azul del
ayuntamiento de Estocolomo donde 200 camareros sirven a unos 1.300 comensales.
En cambio, el premio nobel de la Paz se entrega en Oslo, por el Comité del
Nobel que forma parte del Parlamento noruego. Entre los ganadores hay algunos
muy famosos como Martin Luther King, Nelson Mandela y recientemente el
presidene de Colombia Juan Manuel Santos, por el acuerdo de paz con las FARC.
Nos pregunta con timidez Gustav si tenemos Premios Nobel en Argentina. Orgullosos
le decimos que sí, que son cinco. Sofía se pone a buscar y encuentra los
siguientes: Carlos Saavedra Lamas (Nobel de la Paz en 1936), Bernardo Houssay (Nobel de
Fisiología y Medicina en 1947), Luis Leloir (Nobel de Química en 1970), Adolfo
Pérez Esquivel (Nobel de la Paz en
1980) y César Milstein (Nobel de Fisiología y Medicina en 1984). Gustav queda
sorprendido. Luego las nenas se entusiasman con los inventos y la
posibilidad de practicar algunos efectos técnicos sobre distintos gabinetes.
Luego pasamos por el shop del Museo a comprar libros, recuerdos y las
consabidas monedas premio nobel de chocolate.
4.-El Museo de ABBA.
Volvemos a
subir a la camioneta y ahora Gustav nos cuenta sobre literatura sueca y nos
habla de su preferido Henning Mankell y sus cuentos policiales. También nos habla
del cine sueco. Nos habla del Instituto del Cine Sueco, con una gran obra para
la elaboración y difusión de películas y nos cuenta sobre la obra cinematográfica
de Inmarg Bergman y de las famosas actrices suecas Greta Garbo, triunfante en
Estados Unidos, y Anita Ekberg, famosa por el baño en la Fontana Di Trevi en la
“Dolce Vita”. Nos cuenta sobre los grandes arquitectos y diseñadores suecos,
cuyos nombres no pudimos retener. Cuando nos está hablando de los juegos
olímpicos de 1912 y del mundial de fútbol de 1958 y estamos por acordarnos de
la peor actuación de un seleccionado argentino, vemos por la ventanilla que
estamos pasamos por el museo del famoso grupo sueco ABBA. Lucía le suplica a
Gustav parar y lo hacemos. Nos bajamos todos corriendo del rodado. Entramos en
tropel al museo, que es además un hotel temático, y vemos que tiene todo lo
imaginable...y más aún. Hay todo tipo de videos, reportajes, objetos de culto,
figuras de cera, caricaturas, vestuarios e instrumentos musicales sobre ese
emblemático conjunto musical, hace poco reciclado con la película “Mama Mía”
con la extraordinaria actuación de Meryl Streep. Lucia llora, las nenas se
emocionan, Gustav está sorprendido de nuestro interés y emoción. El grupo ABBA
comienza a fines de los 60 con cuatro jóvenes que se convierten en dos parejas:
Agneta con Bjorn y Benny con Frida. En el museo, además de todo lo que hay para
ver y comprar, se pueden cantar las canciones en gabinetes especiales, mezclar
las melodías, cantar en un show tridimensional junto con los cuatro personajes
y bailar las canciones en una pista especial. Todo eso hacen Lucía y las nenas
ante las complacientes miradas de Gustav y mía. Lo mejor de todo es ver al público,
hombres y mujeres de todos los países y edades que hacen largas colas para
entrar, se emocionan, por momentos cantan, tararean o aplauden.
5.-¿Infierno o Paraíso?.
Cuando estamos volviendo en la camioneta hacia el crucero,
es el momento de la gran pregunta a Gustav sobre cómo se vive en Suecia. Le
recuerdo que a finales de los años sesenta, se publicó un libro titulado “Suecia,
infierno y paraíso”, del periodista italiano Enrico Altavilla, que tuvo gran
repercusión en todo el mundo y en Argentina. Según el libro, el paraíso sueco
estaba formado por una sociedad del bienestar que ponía gratuitamente a
disposición de sus ciudadanos los servicios públicos más necesarios y aún otros
que nos parecían de lujo. El infierno estaba conformado por la soledad y la
falta de relaciones, el alcoholismo y la escasez de sol, que desembocaban en la
depresión, causa de un elevado índice de suicidios, y en una sexualidad
desaforada. Le preguntamos cómo se vivía ahora, sobre todo luego de que en la saga Millennium, serie de novelas criminales suecas
creada por Stieg Larsson, aparecen situaciones bastantes violentas, deshonestas y dolorosas.
Nos mira un poco sorprendido. Como si no nos entendiera. Nos cuenta que esas
cosas existen pero que no cambian su vida, que él considera que es un país
donde se puede vivir muy feliz y que hoy el único desafío es integrar a los
inmigrantes. Considera que sus amigos piensan lo mismo. Nos satisface mucho la
respuesta y con un apretón de manos nos despedimos en el puerto.
6.-El fin del viaje.
Ahora ya estamos sobre la cubierta viendo como el barco deja
atrás Estocolmo y emprende el viaje de vuelta por el gran archipiélago que
rodea la ciudad. Nos quedan un día y medio de navegación para llegar, pasado
mañana muy temprano, al puerto de Copenhague, donde tomaremos el avión hacia
Buenos Aires. Fueron siete ciudades de siete países en pocos días: Copenhague,
Oslo, Berlín, Tallinn (Estonia), San Petersburgo, Helsinki y Estocolmo. En todos
lados apreciamos grandes diferencias y grandes similitudes. En algún otro momento
haremos nuestro propio ranking de cuáles son los lugares con más bellezas
naturales, con más arte, con más historia, con gente más amable o más feliz,
cuáles nos parecieron las sociedades más ordenadas y equitativas y dónde nos
sentimos mejor. Por ahora sentimos que fue un viaje maravilloso, donde
conocimos y aprendimos muchas cosas, un viaje indispensable para tener una
visión general del extremo norte de Europa, de sus bellezas, culturas e
historias, y poder luego regresar a aquellos lugares que más nos gustaron, pero
con más tiempo. Ahora, hay que volver a casa.
Cuando el barco ya está llegando a Copenhague, nos viene a
la memoria aquella frase final de Dorothy en el “Mago de Hoz”: “Es muy lindo
viajar, pero no hay mejor lugar que el hogar”. Hasta la próxima.
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