San Petersburgo, una ciudad dorada.
1.-Llegada a la Ciudad.
Muy temprano, luego de 12 horas de navegación desde
Estonia, llegamos al puerto de San Petersburgo. Al bajar del crucero los
trámites son largos ya que es indispensable sellar pasaportes en migraciones y
se juntaron ocho cruceros en el puerto, por lo que la fila es de más de una
hora. Al salir nos espera nuestra guía en español, Olga, una joven alta y dulce
de 26 años, con el chofer, Alex, Subimos a la camioneta hacia nuestro primer
destino: el Hermitage. En el camino Olga, con su perfecto español, nos cuenta
sobre San Petersburgo. Se trata de una ciudad en algún sentido artificial
porque fue creada de la nada por Pedro I, el Grande, en el año 1703, como una
ventana de Rusia hacia Europa y el mar Báltico, sobre terrenos anegados que
hizo falta consolidar con miles de troncos de árboles. Nos recuerda que Rusia
no tenía una salida aceptable al mar Báltico y que esta se consiguió al ganar una
guerra contra Suecia, soberana de estas tierras. La ciudad se llamó primero San
Petersburgo, luego de la revolución pasó a denominarse Petrogrado, a partir de
la muerte de Lenin se rebautizó como Leningrado y, finalmente, al disolverse la
URSS en 1991 volvió a su nombre original. Es una ciudad construida sobre el
delta del río Nerva, atravesada por muchos brazos del río y canales
artificiales, donde hay centenares de puentes, muchos de los cuales son
levadizos y se abren por la noche para el paso de los barcos. En invierno se
congela totalmente el río. San Petersburgo fue capital de Rusia desde el año
1712 hasta la revolución de 1917, donde por sus reminiscencias zaristas perdió
esa condición a favor de Moscú. Durante este primer trayecto vamos viendo
carteles que no podemos leer. Están en un idioma raro, parecido al griego. Nos
cuenta Olga que en Rusia se utiliza el alfabeto “cirílico”. Fue inventado por
San Cirilo y San Metodio en el siglo IX para que los misioneros del imperio
bizantino en Bulgaria pudieran traducir la Biblia a los pueblos eslavos. Está
basado en el alfabeto griego con algunos cambios. Las nenas, que se bajaron por
internet los caracteres, se entretienen en el viaje tratando de traducir los
carteles. De todos modos, nos dice Olga, para el mundial de 2018 está previsto
subtitular los carteles principales en inglés
2.-Museo Hermitage y Catedral de San Isaac.
La llegada al museo es espléndida. Primero lo vemos
desde el otro lado del río. Luego cruzamos el puente y llegamos a una enorme
explanada que lo separa de otros edificios también monumentales. En el medio
hay una columna. Al entrar lo que nos impresiona muchísimo es el dorado. Todo
reluce en ese color. Llegamos a la escalera de embajadores, que sube al piso
superior, y las estatuas, las lámparas y los espejos, junto con los mármoles, nos encandilan. Estamos en
otra dimensión. Luego recorremos una serie de salones: la Sala de Gala, la Sala
de Mariscales de Campo, donde están las pinturas y retratos de los grandes
generales rusos, la sala de Pedro, la Sala de Escudos, el Comedor verde, la
Sala de Malaquita y el Tocador. Hay también un salón del pavo real, donde un
extraordinario instrumento de relojería permite que el animal despliegue su
cola cada vez que se da la hora dando vida también a otros animales que lo
rodean. En las salas están las obras de arte que comenzó a coleccionar Catalina
la Grande en el Pequeño Hermitage y luego siguió en otros palacios y en éste.
Pudimos ver muy de cerca dos importantes cuadros de Leonardo Da Vinci y una
gran colección de Rembrandt donde se destaca “El hijo pródigo”, que es el
cuadro emblema del Museo.
Cerca de allí está ubicada la Catedral de San
Isaac. Es la iglesia catedral ortodoxa de San Petersburgo, y la cuarta en su
altura en el mundo. Su arquitectura es romana y barroca, con una disposición de
cruz romana pero con un eje radial, bajo una alta bóveda. En su interior se ven
íconos religiosos y grandes columnas con piedras de malaquita. Si bien se la
visita como a un museo, hay oficios religiosos permanentes en una capilla y se
utiliza para las grandes ceremonias litúrgicas.
3.-Peterhoff, el Palacio de Verano.
Por la tarde, luego de un rápido almuerzo donde
probamos un auténtico Borsch ruso, nos dirigimos a Peterhoff, un palacio de
verano ubicado a uno 30 kms. de la Ciudad, sobre el Báltico. Es un conjunto de
edificios y jardines que se fueron ampliando, de estilo barroco y luego rococó.
La visita es curiosa porque se hace "patinando". Hay que ponerse
sobre los zapatos unas especies de fundas de tela y, sobre ellas, caminar por
los salones sin detenerse jamás. Nos hace mucha gracia y las nenas lo toman
como un juego. Los salones presentan dorados brillantes y opacos, espejos
enfrentados que aumentan los ambientes y colecciones de objetos entre los que
se destacan mesas de comedor con sus vajillas listas, relojes tipo “esqueleton”
(transparentes), grandes estufas de calefacción, jarrones aromatizantes,
centenares de retratos y adornos chinos, de moda en esa época. Hay también una
sala de conciertos y una pintura de Nicolas I, que nos dice Olga que era muy lindo.
Al salir la vista no
puede ser más hermosa. Enormes fuentes, estatuas doradas y jardines que por
canales terminan en el mar. A mi juicio superan a Versalles. En la fuente
principal aparece Sansón matando a un león, en alegoría a la victoria sobre
Suecia. Paseando por los jardines hay zonas donde al pisar alguna piedra se
abre una fuente y te empapa. Las nenas se divierten y mojan.
Ya de regreso a la camioneta Olga nos cuenta algo terrible: el
palacio fue ocupado por los nazis durante el sitio a Leningrado y dinamitado al
irse, por lo que lo visto es una auténtica y original...reconstrucción. Salvo
las estatuas y muchos objetos que fueron oportunamente enterrados y
desenterrados al día siguiente de la retirada alemana, día en que empezó la
reconstrucción. Es una oportunidad para que Olga nos cuente sobre el famoso
“sitio de Leningrado”, que duró casi 900 días y puso a la población en una
prueba extraordinaria de supervivencia, patriotismo y solidaridad. Volvemos al crucero con una
mezcla de agotamiento y excitación. Vimos tantas cosas y quedan tantas por ver.
4.-La Revolución Rusa.
Al día siguiente, es domingo y
nuestra visita coincide con la celebración del Día de la Marina de Guerra, nos
instalamos en la orilla del río Neva y vemos como se levantan los puentes de
Nicolás II y del Palacio, mientras marineros formados en barcos y submarinos
bajo la bandera con la cruz de San Andrés. Luego paseamos en la camioneta y vemos
anclado un buque de guerra. Nos cuenta Olga que es el legendario crucero
"Aurora", que hoy es un museo dedicado a la Revolución de Octubre.
Nos dice que su tripulación se amotinó y fue la primera que atacó al Palacio
del Hermitage, donde estaba el gobierno, dando comienzo a la revolución rusa de
1917, que se conoce como de Octubre pero en rigor en nuestro calendario
(gregoriano) es de noviembre. Nos relata, brevemente, que existía un gran
descontento económico y social en aquella época, mucha hambre, y que el
ejército del Zar venía de ser derrotado por Alemania en la primera guerra
mundial, por lo que los obreros consiguieron establecer un gobierno paralelo
denominado “soviet” (consejo), que después de un tiempo se quedó con todo el
poder. A ello siguió una guerra civil entre bolcheviques y mencheviques
(contrarios a la revolución), donde triunfaron los primeros imponiendo el
sistema comunista en Rusia, lo que formalmente concluyó recién en 1991, donde
termina la URSS y nace la Federación Rusa, cuya bandera tiene tres bandas
horizontales blanca, azul y roja, por el cielo, el aire y la tierra. Se sigue
utilizando como símbolo el águila de dos cabezas con muchos simbolismos: poder
del Estado y de la Iglesia, mirada a oriente y a occidente, etc. Damos una vuelta y pasamos frente a otros dos
testimonios de la revolución rusa el edificio del Instituto Smoini, donde
estaba el Estado Mayor de la revolución, y el Campo de Marte, una importante
extensión de terreno donde fueron enterrados los que murieron en esos
episodios. Seguimos nuestra marcha y pasamos frente a un importante templete
neoclásico. Nos cuenta Olga que así son las entradas de los subterráneos de San
Petersburgo son los más profundos del mundo, llegan hasta 110 metros de
profundidad, a causa de lo inestable del terreno, y hay estaciones que son
lujosas y fueron construidas como "palacios para el pueblo". Las
estaciones son temáticas con héroes de guerra o instituciones del Estado,
bajamos a una y quedamos admirados.
5.-La tumba de los Zares:
Ahora nos dirigimos a la Fortaleza
de Pedro y Pablo en la Isla de los Conejos. Aquí empezó todo y fue donde Pedro
I puso la piedra fundamental de lo que sería la ciudad. Los muros de 9 mts de
ancho impresionan. Si bien la fortaleza nunca entró en combate tuvo enorme
presencia disuasiva. En su momento sirvió también como cárcel de disidentes políticos.
Paseamos un poco por adentro. Vemos un monumento vanguardista de Pedro I, con
cuerpo grande y cabeza pequeña (copiada de la máscara funeraria). Es rato, casi
un Bottero, pero siguiendo la costumbre le tocamos los dedos de la mano para la
buena suerte. En la ciudadela hay varios museos alusivos: uno sobre torturas y
otro sobre presos famosos. Las nenas los miran de afuera con cierto temor.
Ahora estamos frente a la Iglesia de San Pedro y San Pablo, en el centro de la
fortaleza. Tiene una gran aguja como torre al mejor estilo holandés, admirado
por Pedro I. Está coronada con un ángel veleta en la punta, nos cuenta Olga que
es el cuarto luego de la caída de otros tres. Dentro de la iglesia todo dorado
y con arañas de techo como un salón de fiestas. Hay pulpito y estatuas. La virgen
y Jesús tienen las caras de la esposa e hijo de Pedro I. Lo más importante es
que aquí están las tumbas de los emperadores rusos desde Pedro I en adelante. Los
más queridos fueron el propio Pedro I, la zarina Catalina II (la Grande), y
Alejando I. También están las reliquias del zar Nicolás II y su familia, fusilados
por Lenin, y cuyos restos fueron encontrados e identificados en 1998. El
zar pudo haber huido si Inglaterra le hubiera dado el asilo que pidió, entre la
revolución y la consolidación del poder de los soviets. Hay una ampliación de
la iglesia donde Nicolás II pensaba que se enterrarían los siguientes zares,
ignorando que sería el último. En el camino de vuelta pasamos por una histórica
cabaña de madera que fue donde Pedro I vivió hasta que se construyó la
fortaleza. Dicen que era tímido, muy culto y le gustaba la vida simple (sus
obras indicarían lo contrario, o al menos una personalidad muy compleja).
6.-La Iglesia de la Sangre
Derramada.
Previa visita a un lindo shopping
del centro, muy espacioso y con todas las marcas, y de comer hamburguesas por
falta de tiempo, seguimos nuestro viaje hacia la última parada: la Catedral de
San Salvador de la Sangre Derramada. Tiene una dramática historia según nos
cuenta Olga. Se hizo en el lugar donde el zar Alejandro II, quién había
prohibido el sistema de siervos de la gleba lo que le había granjeado muchos
enemigos, fue asesinado. Parece que la bomba que le tiraron no lo mató pero que
mientras atendía a los heridos de su comitiva lo mató otra bomba. Ya había
sufrido más de diez atentados. El zar fue canonizado como santo por la iglesia
ortodoxa. La vista de la iglesia es imponente, quizás la más linda de San
Petersburgo. Tiene nueve torres coronadas con “cebollas” de diversos colores y
combinaciones, lo que la hace sumamente atractiva. Fue hecha al estilo antiguo ruso
con azulejos. En su interior se ven grandes íconos (figuras de dos dimensiones)
que representan diversos momentos de la vida de Cristo. Curiosamente, fuera de
la iglesia y en forma paralela, aparecen inscripciones que van conmemorando cada
paso de la vida de Alejandro II. Esta iglesia también tiene púlpito y algunas
estatuas, lo que no es del todo ortodoxo. Durante los años soviéticos las
iglesias se usaron para múltiples cosas: museo del ateísmo, pista de patinajes,
huertas, museos, etc., solo la Iglesia de San Nicolás siguió como tal todo el
tiempo. En el regreso hacia la termina del cruceros, pasamos por el puente De
la Trinidad, que fuera regalo de la ciudad de París en retribución del puente
de Alejandro I que está en dicha ciudad. Ahora nos cuenta Olga que San Petersburgo
fue la cuna de los más grandes escritores rusos como Dostoievski y Tolstoi,
muchos de ellos inspirados en las famosas “noches blancas” que son varias
semanas del comienzo del verano (solsticio), donde el sol no abandona el
horizonte produciendo un efecto de encantamiento a la noche.
7.-La despedida.
Ya estamos frente al crucero
listos para zarpar. Despedimos a Olga con mucho cariño, fueron dos días muy
intensos donde nos prodigó mucha atención, profesionalidad y amabilidad. Fue un
gran contraste con el modo de ser de los rusos que vimos, que responden a una
tradición de mucha rudeza en el trato y, por eso, muy distintos a los otros
habitantes del Báltico. Ahora el barco se va alejando lentamente el puerto
adentrándose en un mar dorado por la puesta del sólo y que mantendrá ese color
durante la noche blanca que nos espera. En el momento de la última reflexión me
pregunto cómo es posible que convivan en una misma sociedad el culto a los
zares con el culto a la revolución. Que todos sus acontecimientos sigan siendo
objeto de recuerdo, veneración y respeto, en un lugar tan particular donde se
respira arte y en un tiempo donde el capitalismo y la globalización pretenden
hacer su trabajo. No tengo una respuesta ahora, solo puedo decir que San
Petersburgo te atrapa y te hipnotiza con su arte y su historia dorados.
He tenido la oportunidad de conocer esa hermosa ciudad en el año 2006.Sin dudas una de las más bellas. Recorri los lugares que mencionas..No me he olvidado nada de lo que conocí.Raelmente una maravilla
ResponderEliminarTuve la oportunidad de visitar esa ciudad en 2019. Es hermosa y muy buena la historia. Me deslumbró, igual que Moscú. Abrazo. Muy buenos tus. Blogs del viaje!
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