La "Cueva de las Manos" y transitando caminos solitarios.
RUTA 40 SUR. 3/8.
En nuestro tercer día de recorrido, salimos a la mañana de Perito Moreno,
visitamos la Cueva de las Manos y luego retomamos el camino para visitar Perito
Moreno, conocer Los Antiguos, y recorrer un camino por la cordillera hacia el
sur, con rumbo a Lago Posadas, donde el estado de la ruta nos obligó a volver a
Los Antiguos.
Amanecimos en el Hotel Americano, de Perito Moreno. En el desayuno
conocimos a dos arqueólogas que trabajan en la Cueva de las Manos, Andrea y
Luz, que además conocían a mi hermano Cristián, el geo-arqueólogo. Nos
informaron que ellas eran conservacionistas, que el camino estaba bueno y
salimos para allá.
El recorrido nos permitió conocer, disfrutar y experimentar lo siguiente:
1.-El viaje hasta la Cueva, con un recorrido sobre pavimento donde continúa
la estepa patagónica pero hay algunos montes sin casi vegetación. Luego hay que
entrar en un cruce a un camino de ripio, con grandes subidas y bajadas,
bordeando el Río Pinturas. El cañón del río es hermoso con muchos colores,
recordando al cerro de los siete colores de Punmamarca.
La llegada al sitio es imponente porque desde lo alto se divisa el cañón del río, multicolor, el campamento base de los arqueólogos y el edificio de atención a los visitantes.
Ya llegados, hay una visita a cada hora dirigida por
un guía de turismo. Nuestra guía se llamaba Antonella y había estudiado, además
de turismo, psicología. Fuimos con un grupo de cuatro docentes, algunas
jubiladas, provenientes de Moquehua, un pueblo cerca de Chivilcoy, que estaban
recorriendo la ruta 40 desde Mendoza hasta San Julián, en casi un mes de
marcha. Nos ganaron.
Se va recorriendo una extensa pasarela, entre la montaña y el precipicio y en pocos minutos de llega a la cueva, donde las pinturas rupestres están en sus paredes exteriores.
Vemos muchas manos y también figuras de guanacos y de
hombres cazando, entre otras.
Nos cuenta Antonella que los seres humanos habitaron el lugar desde hace
más de nueve mil años y que las pinturas corresponden a diversos períodos, el
último hace mil quinientos años. Las pinturas tendrían un motivo de pertenencia
a la comunidad, que eran grupos de ciento cincuenta personas, de evocación de
cacerías, y de mística religiosa, según las diversas teorías.
Lo cierto es que durante miles de años esos grupos humanos cazaron guanacos
en el lugar, se cobijaron en la gruta e hicieron sus pinturas.
Luego la pasarela continúa hacia otra cueva, que colapsó y está cubierta
por grandes piedras, y hacia otras paredes con otras pinturas, con distintas
representaciónes: mujeres parturientas,
patas de ñandú y en algunos casos con figuras geométricas, lo que evidencia su
modernidad.
Nos quedamos un rato reflexionando sobre la necesidad de expresión y de espiritualidad
de todos los seres humanos en cualquier tiempo. Habíamos leído que la Cueva era
como una catedral espiritual de la antigua Patagonia y nos pareció acertado.
2.-Volvimos a Perito Moreno, llegamos hasta el “Salón Iturrioz”, un local
que era la antigua carpintería del pueblo y hoy es un bar de encuentro cultural
y social de la comunidad. Allí pudimos conseguir un par de libros sobre la
Cueva de las Manos.
3.-Luego seguimos hacia Los Antiguos, y al poco tiempo empezamos a ver a la
derecha al Lago Buenos Aires, que es hermoso y era justo el momento de la
puesta de sol, con tonos dorados y plateados. Leemos que este lago, que se
llama Carreras del lado chileno, es el segundo más grande de Sud América, luego
del lago Titicaca.
Los Antiguos es un lindo lugar, sobre el lago, lleno de Chacras de frutos
finos. Capital de la cerveza donde compramos dulces para llevar. Nos cuentan
que era un lugar donde los Tehuelches mandaban a sus ancianos a vivir sus
últimos días y a morir y ser enterrados allí, frente al gran lago, que hacía de
mar en este lugar cordillerano. Muy emocionante.
4-Posteriormente salimos por la ruta 41 hacia el sur, buscando llegar al Lago Posadas. El camino es todo de ripio. Vamos recorriendo el valle del río El Zeballos, con la cordillera de un lado y unos montes del otros.
El paisaje va cambiando y la estepa se convierte en bosques de lengas. Es solitario y hermoso. Pasamos por varias grandes estancias: La Corrales, El Alamo y La Frontera, y vemos algunas vacas y ovejas. Vemos montañas con nieve: el cerro Aguila y mas adelante el cerro Baker, ambos sobre el límite de la cordillera.
La marcha es muy lenta por las dificultades del camino. Cuando habíamos
hecho casi dos horas, y faltaba otra hora más para llegar a algún lado, el
camino se hace intransitable y la camioneta empieza a patinar. Al final ya no
se puede avanzar. El piso es un dulce de leche. Decidimos pegar la vuelta y
tenemos que empujarlo para que vuelva a moverse. Es un momento de zozobra.
Regresando, se hace de noche y nos ilumina una potente media luna, mientras
tenemos que esquivar a las maras, o liebres patagónicas, que se cruzan todo el
tiempo atraídas por la luz del coche.
De golpe la temperatura del agua empieza a subir y debemos detenernos para
que se enfríe. No podemos echar agua porque debajo de la tapa a rosca hay un
dispositivo que lo impide. En ese momento llega una camioneta y para a nuestro
lado. Son dos peones de la Estancia La Frontera, que nos auxilian y remueven el
obstáculo. Nos salvaron.
A las dos horas llegamos sanos y salvos a Los Antiguos. Son las diez de la
noche y hemos vivido una aventura con final feliz.
Me despido con un video con la charla explicativa de Antonella sobre la Cueva de las Manos.
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