Venecia, la ciudad "serenísima" (1/5)



NAVEGANDO POR EL GRAN CANAL.

El “vaporetto” navega por el Gran Canal esquivando lanchas y góndolas. Está atestado de pasajeros. Algunos con valijas de turistas recién llegados.  Va parando en diversas estaciones como verdadero colectivo acuático. A medida de que suben y bajan las personas nos vamos acercando a la proa para ver mejor el paisaje. Al final estamos en la primera fila. El sol de la tarde se refleja en el agua y produce un dulce encandilamiento. Un par de turistas conversan en inglés.


-¡Póngase bien la “mascherina” señor!, me reta una anciana enojada.

Empezábamos a disfrutar nuestra llegada cuando esa frase nos saca del encantamiento.

-Excuse, señora, le contesto, y subo a la nariz el barbijo que solo tapaba la boca

Mientras lo hago siento rabia y pienso en la imposibilidad de contagio al aire libre, con viento, en una nave a 30 kms. por hora. 

Otro turista, que vio la escena, me dice: Hay que entenderlos, en Venecia hubo más muertos que en otros lados por la pandemia y fueron los que tuvieron mayores cuarentenas. En fín, así será.

Seguimos navegando por la ciudad acuática viendo a los costados canales secundarios y hermosos palacios. A uno los reconocemos, es el Palacio Ca Rezzonico que vimos en fotos. Después de un rato pasamos debajo del Puente del Rialto y nos saludan los turistas allí apostados.

Ahora ya llegamos a nuestro destino, la Plaza San Marco, al final del Gran Canal y en donde comienza la laguna salada. La vista desde el agua es hermosa.

EN LA PLAZA DE SAN MARCOS.

Estamos en  el histórico “Café Florián”, en la plaza San Marco. Hacemos este viaje con Lucía, mi esposa, y con Sofi y Vicky, mis hijas menores. Vamos a conocer algunas ciudades europeas en verano, escapando del frío de Buenos Aires. 

Dicen que esta es la ciudad de Vivaldi y de la música y lo pudimos corroborar. Hay en la plaza tres orquestas, sobre escenarios a la calle en sus respectivos cafés, que se turnan para interpretar diversos temas. Junto con el menú esos bares te ofrecen un abanico donde figura el repertorio de las melodías que van a tocar. Escuchamos temas clásicos, temas internacionales y también tangos y hasta la música de la ópera Evita. Nos emociona.

-En esta silla se sentaba a desayunar el señor Giovanni Giacomo Casanova, nos dice con orgullo un mozo que viste un elegante smoking blanco.

-¿Quién, el famoso libertino y estafador?, pregunto.

-Los que dicen eso no saben nada, nos replica el mozo y se va enojado.

Una turista de la mesa de al lado nos cuenta que Casanova fue, también, un hombre de leyes, un músico, un científico y un literato que escribió sus memorias y criticó a la sociedad. También que, se reunió con Mozart y lo habría inspirado para componer la ópera “Don Giovanni”.

Bueno...perdón.

Después de tomar algo y escuchar la música caminamos un rato por la plaza. Enormes bandadas de palomas son las dueñas del lugar y los turistas de divierten poniéndose granos en las manos y en la ropa para hacerlas posar. Vicky hace lo mismo y todos nos reímos. Lucía se pone a bailar al ritmo de un vals que están tocando en uno de los cafés. Luego Sofi la acompaña.

En el piso hay marcas de cuando la marea sube y carteles que indican la existencia de un sistema de defensas móviles. Por suerte, eso no pasa en verano.

Como ya es media tarde, la catedral está cerrada pero podemos subir hasta lo alto del Campanario por un ascensor. 

La vista es hermosa al atardecer, donde vemos las últimas luces del sol reflejadas en el agua. 


Hay una placa aquí que recuerda que desde este campanario Galileo Galilei hizo sus observaciones que le permitieron afirmar que era la tierra la que se movía alrededor del sol y no lo contrario. Después se tuvo que retractar para salvar la vida. Vemos las enormes campanas que guardan silencio desde hace años.

CAMINANDO POR LA CIUDAD.

Ahora salimos a caminar por la calle que comunica la Plaza San Marco con el Puente del Rialto. Sale debajo de la torre del reloj astrológico. 

Son unas diez cuadras, a veces rectas y a veces en zigzag. Hay muchos comercios con coloridas vidrieras. Algunos con productos de muy alta gama y precios que nos hacen sentir pequeños.

En un momento queremos ir al baño y no es fácil. Hay que buscar los baños públicos ya que en los bares no te dejan entrar si no sos cliente.

-Si no tenés moneda no podés ir al baño, le dice a Sofi un turista que parece argentino. 

Es que en todos los baños hay que poner una moneda de cincuenta centavos de euro para poder entrar. Algunos molinetes admiten monedas de uno o dos euros, otros no. En algunos hay personas cuidando que te pueden cambiar un billete, pero es raro.

En el recorrido nos llama la atención la cristalería. Hay hermosos objetos artísticos, animales, flores y todo tipo de objetos artísticos hechos de vidrio. Entramos a una tienda en cuya vidriera hay un hermoso caballo rojo de cristal que me encanta. Nos cuenta el dueño, Giovanni, que todo se hace en Murano, que es una isla cercana, a donde se trasladaron los hornos de fundición hace mucho tiempo por cuestiones de seguridad. Dos por tres estallaban y había peligro de incendio. Ahora en Murano tienen otras medidas y en caso de incendio no se propagaría. Nos gustaría comprar algo pero todo es muy caro y, además, imposible de transportar en nuestras valijas de viaje.

Llegamos ahora a un negocio muy iluminado que vende máscaras y disfraces del carnaval. Entramos para verlos de cerca y comprar algo de recuerdo. Nos atiende una señora mayor, Ana, que nos cuenta que es un negocio familiar que tiene más de cien años. Nos dice que los carnavales de Venecia congregaban a todos los nobles europeos que querían divertirse anónimamente. Que Napoleón los prohibió cuando tomó la ciudad y que últimamente se volvieron a hacer y recuperaron su prestigio.

Vemos distintas máscaras y disfraces y nos dice que la mayoría corresponde a los personajes de la “Comedia del Arte”: Arlequín, Brighella, Pantalón, el viejo mercader, el Doctor, Colombina y Polichinela. Las chicas se las prueban. Dentro del negocio, rodeado de todos esos objetos, nos sentimos transportados a la magia del carnaval. Al final compramos dos máscaras de recuerdo y que pensamos también usar en los carnavales en Buenos Aires.

EN EL PUENTE DEL RIALTO.

Por fin, llegamos al Puente del Rialto. Es hermoso, con dos escalinatas exteriores y una interior.

Ya es algo tarde y aquí todo cierra temprano. El Mercado está cerrado pero hay una placa dedicada al “Mercader de Venecia” la pieza teatral de William Shakespeare que marcaba la importancia del ghetto judío y de la ciudad en su época.

Damos una vuelta por las inmediaciones y nos topamos con el teatro Malibran, uno de los más importantes de Venecia, y que fue inaugurado en el 1678. Hay una placa que dice que aquí estaba la casa de Marco Polo, la que se incendió en el año 1597. 

También podemos leer una cerámica con una breve biografía multilingue. Cuenta que Marco viajó a oriente con su familia y que permaneció 23 años al servicio de Kublai Kan, emperador de Mongolia y China,  volviendo a Venecia en 1295. Que en la guerra entre Venecia y Génova, Marco fue capturado y encarcelado por los genoveses. Fue en esa situación, en 1298 durante su período en la cárcel, que compartió celda con el escritor Rustichello de Pisa, a quien relató sus fabulosos viajes. Este escribió el libro conocido en principio como "El millón" y luego difundido como "Los viajes de Marco Polo". Este libro inspiró muchos viajes hacia el lejano oriente, inclusive el de Cristóbal Colón, que lo llevaba en su camarote en la carabela de la Santa María. Recuerdo que de niño leí una versión infantil que me encantó.

-Menos mal que estuvo preso, dice Vicky. Si no, no hubiéramos conocido los viajes. Todos reímos.

Tenemos hambre y, por suerte, conseguimos una mesa afuera para cenar, con una hermosa vista del gran canal. El único problema es que durante un rato sentimos el mal olor de las aguas estancadas. Por suerte, sopla una brisa y volvemos a la normalidad.

Nos desmayamos del cansancio en el hotel pensando en carnavales y viajes exóticos.

EN LA CATEDRAL DE SAN MARCOS.

A la mañana siguiente vamos a visitar la Catedral de San Marcos. 

Hay una larga fila y un sol inclemente. A las mujeres les exigen taparse los hombros y cubrirse arriba de las rodillas. 

-¡Yo no me disfrazo más!, hace calor, dice Sofi.

Le recuerdo que es parecido a lo que exigían en el Vaticano e incluso menos exigente que en la visita a las mezquitas en Abu Dabi, donde debieron comprarse ropa especial. Además, aquí al menos te facilitan materiales para taparte. Al final acepta taparse. 

También es riguroso el uso del barbijo dentro de la Catedral. Nos acordamos del incidente en el "vaporetto".

Entramos y el interior es impresionante. Son cinco cúpulas, muchos arcos y todo está decorado con mosaicos dorados. En ellos aparecen muchísimas figuras religiosas. La iglesia es mas bizantina que las de Constantinopla, y todo reluce.

Estamos detrás de un grupo de un tour en español y aprovechamos para escuchar un rato a la guía.

-Los venecianos son acusados de ladrones, dice la guía. Señala el altar con las reliquias del apóstol San Marcos, representado por un león porque predicó en el desierto. Cuenta que fueron robadas por los venecianos de Alejandría donde estaban en poder de los musulmanes en el año 829, lo que motivó la posterior construcción de la catedral con esa invocación.

Ahora una turista le pregunta a la guía ¿Están aquí los restos de Marco Polo?

-No están aquí ni en ningún lado. Estaba en la iglesia de San Lorenzo pero en una remodelación se perdió el féretro y nunca más se encontró. (Qué horrible).

Seguimos recorriendo el interior de la Iglesia y luego subimos por una escalera hasta el Museo, en la planta alta. Un lugar donde cobrar entrada.

-Los venecianos mordieron la mano que les daba de comer, dice ahora la guía. 

Señala a cuatro hermosos caballos de bronce. Nos cuenta que fueron traídos de Constantinopla, cuando los venecianos la saquearon y tomaron al desviar la Cuarta Cruzada. Ello a pesar de que en sus comienzos Bizancio era el imperio protector de Venecia contra los bárbaros y siempre había sido su aliado. Ese saqueo y la destrucción de la mayoría de los monumentos romanos fue una de las causas que imposibilitaron la reunificación de la Iglesia Católica con la Iglesia Ortodoxa, lo que hoy pervive.

Ahora salimos al balcón, donde están ubicadas las réplicas de los cuatro caballos, y contemplamos la ciudad.

La vista es la mejor de todas: vemos la plaza, con sus galerías y bares, el reloj astronómico, el campanario, la biblioteca, la columna con el león de San Marcos, la laguna con sus góndolas y el palacio ducal. Un momento mágico.

-Cuando estaba en la cima, Venecia cayó de golpe

Eso le oímos decir a la guía cuando estamos bajando las escaleras. Nos paramos a escuchar y cuenta que el apogeo de Venecia fue en el siglo XV cuando era la principal potencia marítima y comercial de Europa, pero fue en ese mismo siglo que la caída de Constantinopla en manos de los turcos y el posterior descubrimiento de América, mermaron su poder e influencia.

DENTRO DEL PALACIO DUCAL.

Salimos de la Catedral y nos vamos al Palacio Ducal, que está al lado. 

Es un hermoso edificio blanco de un estilo gótico tardío del siglo XV. Se entra y hay un gran patio. Se ve la catedral al fondo y hay una majestuosa escalera. Se camina por galerías y se sube al segundo piso para la visita

Allí, al pagar la entrada, te dan un audio en español. El audio comienza con una breve historia de Venecia, laguna con islotes donde se refugiaban los lugareños ante las invasiones bárbaras, y donde luego construyen viviendas sobre pilotes y van dando forma a las islas existentes. Cuenta que se pusieron a fabricar barcos y a conquistar los mares. Que su gran rival era Génova

También nos dice que en este lugar tenía su residencia del Duque (o Dogo) y era la sede de la República Veneciana, llamada “la serenísima” desde la época de los romanos. Tenía importantes instituciones como el Duque (o Dogo), el Senado y el Consejo de los Diez, que era el órgano ejecutivo. La república estaba dominada por 200 familias de nobles y las elecciones eran muy complicadas e incluían el azar en algunos tramos. El sistema duró hasta 1797 luego que Napoleón invadió Italia y la conquistó sin resistencia. Después de la caída de Napoleón, Venecia pasó al imperio Astro-Húngaro hasta la unificación italiana en el año 1866.


La visita empieza recorriendo, en forma sucesiva, diversas salas, una más linda que la otra. Pasamos por la Sala institucional, con enormes cuadros oscuros de pared a pared, techos extraordinarios con relieves de esculturas y pinturas. Luego siguen otras: Sala de las cuatro puertas, Sala del Antecolegio, Sala del Colegio, con sillones empotrados en la pared. Sala del Senado, Sala del Consejo de los diez, Sala de la Busola (donde los reos debían confesar sus crímenes), Salas de Armas, luego la Sala del Consejo Mayor, que es la mas grande, con pinturas de Tintoretto y Varonese, techos dorados y cuadros gigantes. No hay muebles en las salas porque los usaron los soldados de Napoleón para hacer fuego.

Posteriormente, se pasa al sector de exhibición de armaduras y armas.

Máas adelante, se cruza el famoso “puente de los suspiros”, así llamado porque era la última vez que los condenados veían la luz desde sus ventanas. 

Muchos eran condenados por traición o por investigaciones de la Inquisición. Miramos hacia afuera e impresiona. 

De allí se accede a las prisiones, que son abovedadas, oscuras y con gruesas rejas. Dan miedo. Queremos escapar cuanto antes.

Al terminar la recorrida hay una exposición de arte contemporáneo de Anselm Kiefer. Son enormes murales sobre situaciones catastróficas pero con esperanza. Muy fuerte.


Salimos a la calle algo sofocados y escapando del encierro.

EXCURSIÓN A LA ISLA DEL LIDO.

Las chicas quieren hacer un rato de playa y tomamos. el "vaporetto" hacia la isla del Lido. Navegamos por la laguna y en el camino hay cinco paradas. Una de ellas es en el barrio de Castello donde están los Giardini Publici, que es el lugar donde se celebra la famosa "Bienal de Venecia", que data del año 1895 y hoy está dedicada al arte contemporáneo.

En la isla del Lido nos sorprende que haya autos y tomamos un taxi para ir a la playa. El taxista, que se llama Franco nos cuenta que la isla tiene 15 kms. de largo y uno de ancho, que hay residencias muy caras, una cancha de golf y muchos atractivos. Agrega que aquí se hace el Festival Internacional del Cine de Venecia, la famosa "Mostra del Cinema" y que ya hay preparativos. Nos muestra al Hotel Excelsor, donde se alojan las estrellas durante el festival.

Sofi le dice que queremos hacer una tarde de playa y nos dice que hay tres tipos de playas: de hoteles, privadas y públicas.

Nos lleva a una playa privada. No hay carpas sino sombrillas pero son las cuatro de la tarde y no queda ninguna para alquilar. El taxi ya se fue. Luego de un momento de zozobra, negociamos y alquilamos solo reposeras y nos vamos a meter al mar. El agua es tranquila, sin olas, como una laguna. Es muy salada, es tibia y nos recuerda al Mar Nuerto. Se ven enormes cargueros en el horizonte.  Para cambiarse hay unas casillas de madera pintadas de blanco, que se alquilan por mes y sirven también para guardar cosas. En nuestro caso, nos cambiamos en el baño, que es grande. Pasamos una linda tarde junto al mar.

A la vuelta hacia la ciudad, el reflejo del sol del atardecer sobre el agua es encantador.

UN PASEO EN GÓNDOLA.

Luego de descansar un rato hacemos un paseo nocturno en góndola. El viaje dura unos 25 minutos y nos tocó un gondolero poco simpático, que no canta y apenas cuenta algunas cosas. Pasamos por la Opera de la Fenice y por la calle María Callas. 

También frente a la casa de Mozart, que frecuentaba la ciudad. Se percibe magia y silencio en la noche. Sofi y Vicky quedaron encantadas.

Terminamos la vuelta y buscamos desesperados donde comer porque nuevamente se nos hizo tarde. Luego de encontrar restaurantes cerrados, por suerte y cerca del puente del Rialto, encontramos un buen lugar abierto. Se llama "Los Sarracenos" (y no nos asaltan). Hermoso broche de la visita.

DEJANDO VENECIA.

Al otro día salimos temprano en una lancha-taxi hacia el aeropuerto. No recorre el gran canal sino que entra en uno transversal. 

Luego rodea del ciudad por la parte de atrás. Finalmente, la lancha emprende una rápida corrida hasta un muelle. Ya estamos en el aeropuerto de Venecia que, como toda aquí, es también anfibio. Ahora tenemos que tomar el avión a Viena para comenzar el tour de "Capitales Imperiales". El viaje continuará, pero Vicky está muy enojada. Quiere quedarse en Venecia. 

A todos nos cuesta dejar a la "serenísima".



Comentarios

  1. Que buen guía, vendiste Venecia muy bien, felicitaciones y me encanta que fue un viaje familiar
    A mi Venecia me apasiona, creo que estuvimos 3 o 4 veces,

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  2. Soy Ismael, me gusto mucho como lo contas.A mi siempre me resultó problemático comer bien, es todo muy turístico Pero es la ciudad más?bella de Italiav

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  3. Me gustó como relatas tus vivencias gracias ...Quizá un día pueda hacer yo el relato de las mías...Bendiciones para ti...

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