En el eje cafetero de Colombia
1.-EL CIRCUITO CAFETERO.
“El bambú es la base de
todo”, nos dice Jaime, nuestro guía. Es un joven encantador, moreno, de 28 años.
Nos cuenta que estudió “Turismo Sostenible” y que, además, se dedica al avistamiento
de aves (va todo el tiempo con su larga-vista colgado). Agrega que el bambú es una
caña antisísmica, que se dobla y no se quiebra y sirve para todo, incluso para hacer
casas, como la suya.
Hoy estamos en un destino menos conocido de Colombia, el llamado “eje cafetero”, que contempla tres distritos (Provincias),
ubicadas en una zona casi equidistante entre Bogotá (al este), Medellín (al noroeste)
y Cali (al sur). La zona comprende varios Departamentos (Provincias) con tres
ciudades importantes: Pereira, Manizales y Armenia.
Llegamos ayer con nuestro
avión a la principal ciudad, Pereira, en el Departamento de Quindío, luego de un viaje
de menos de una hora desde Bogotá.
Se trata de una región muy verde, dominada por montes, ondulaciones, arboledas y valles, donde a lo lejos se divisa una montaña blanca: el nevado de Ruiz.
Anoche descansamos en el hotel donde quedamos alojados, fuera
de la ciudad, que es de tipo rural en medio de la naturaleza.
Ahora nos vino a buscar Jaime
y salimos en la combi para hacer un recorrido por el Valle del río Quindío hacia
arriba por un camino por los montes andinos con subidas y bajadas, lleno de ciclistas.
El paisaje es hermoso, con
mucho verde que parece una película en colores, montes y muchas palmeras.
Vemos plátanos y bananos. Nos explica Jaime que la diferencia radica en que los
primeros, que tienen mayor tamaño, son una verdura, y los segundos una fruta.
Nos cuenta Jaime que toda
la zona comenzó a poblarse a principios del siglo XX, luego de la “guerra de los
mil días”, que hizo que muchos colombianos dejaran las grandes ciudades y se fueran
al campo.
En un momento pasamos por un
hotel abandonado dentro de un gran complejo. Nos dice Jaime que era la “Posada Alemana”
del narcotraficante Carlos Leder Rivas, el primero en ser extraditado a USA, que
hoy vive en Alemania luego de cumplir su condena. La apertura del hotel en 1980
marco el comienzo del turismo en la zona.
Ahora llegamos a un lindo pueblo llamado Salente. El objetivo es dejar la trafic y subirnos a un jeep descapotado para hacer el último tramo hasta el Valle de Cocora. Vemos a un montón de gente esperando para hacer lo mismo.
Nos subimos y empieza otro recorrido donde el camino
sigue subiendo y los paisajes son encantadores. El jeep nos permite una vista a
360 grados y salta un poco lo que hace muy divertida la travesía.
Por fín llegamos al pie de una
montaña donde hay un campamento base lleno de turistas con lugares para comer,
tiendas y entretenimientos.
Nos cuenta Jaime que en este
lugar es donde crece la famosa “Palma de Cera”, el árbol nacional de Colombia. Era
parte del bosque andino pero, cuando fue talado por los pioneros, ese árbol fue
respetado por su belleza. Es por eso que se ve una palma cada cien o doscientos
metros.
Agrega que es tan lindo el
lugar que aquí se inspiró la película “Encanto” de Disney.
-Yo la ví, es de animación, dice Sofi.
-Si, y al final la hermana menor es la que tiene mas poderes, dice Vicky.
Todos nos reímos.
Estamos ahora en la base de la montaña donde
vemos gente que se prepara para caminatas o recorridos a caballo. Hay turistas
de Colombia y de todo el mundo.
Previo a la caminata nos invitan
a tomar un “canelazo”, que es una mezcla de jugos, anís y aguardiente, lo que
da fuerzas para una subida a 2.600 mts. de altura. Es la costumbre del lugar y lo tomamos. Se
siente caliente adentro y da fuerzas. Ahora estamos mejor.
Empezamos a subir la montaña
y la altura nos hace ir despacio. Cada tanto hay miradores sobre el denominado “bosque
de niebla”, rodeados de una inmensa biodiversidad.
Las vistas son hermosas.
Después de andar una hora tomamos
el camino de bajada.
Ya de nuevo en la base, hay
mucha demora para conseguir un jeep y Jaime llama al transfer para que nos
venga a buscar. Mientras tanto aprovechamos para tomar café con unas arepas (especie de pan en base a maiz) en
un barcito.
Vamos ahora a almorzar a un
restaurante, en medio del campo, llamado “Donde Laurita”. La casa es hermosa,
con muchísima ornamentación y decorados, y está lleno de turistas extranjeros.
3.-EL PUEBLO DE SALENTO.
Después de almorzar vamos a
dar una recorrida por el pueblo de Salento, donde pasamos a la ida. Nos cuenta Javier
que fue fundado en 1842 y que por aquí estuvo Simón Bolívar.
Sus casas son únicas por
sus balcones y colores. Sus puertas y ventanas tienen los vidrios tapados con
postigos porque se iluminan internamente por tejas transparentes. Tienen techos
muy salientes y zócalos de madera para frenar el agua de lluvia.
Hoy la calle peatonal esta
llena de negocios, turistas y cafecitos y termina en una larga escalinata que
sube hacia un mirador en la montaña.
La plaza tiene una hermosa iglesia con un
fondo de montañas. Queda todavía un bar con billares para antiguos
parroquianos, el resto es turismo.
Una pareja madura baila
cumbia en la vereda como espectáculo “a la gorra”. Los niños dan vueltas a la
plaza en coloridos autitos empujados a mano.
Damos una vuelta y tomamos
un café. Es un lugar de color y alegría como para quedarse mucho tiempo.
4.-UN BAÑO TERMAL NOCTURNO:
Descansamos un rato en el hotel
y nos pasan a buscar a la tardecita para hacer un baño termal nocturno (no conseguimos
turno de día).
Nos cuenta Jaime que vamos a
ir hasta el borde del Parque Nacional de los Nevados, en Santa Rosa de Cabal,
donde hay una cascada con varios brazos de agua helada y que a sus pies fluyen
aguas termales de origen volcánico.
El viaje se hace muy largo
por el tránsito (el “atascón” nos persigue) y llegamos bien tarde al complejo termal.
La llegada es hermosa porque se ve la casada iluminada.
El complejo termal tiene
diversas piletas de agua caliente de distintas temperaturas, para ir pasando
gradualmente. Dentro de ellas hay duchas de agua fría y fuentes de agua aun más
caliente. Luego uno puede ir al agua fría de la cascada, que esta al lado o
recorrer diversos senderos bajo ella. Lo hicimos y valió la pena el viaje.
Después de un rato volvemos
al hotel a una cena tardía. Fue un día extenuante.
Al cerrar los ojos seguimos
viendo montañas verdes.
5.-LA “FINCA DEL CAFÉ”.
"Aquí el Jeep reemplazó al caballo", nos dice Jaime. Estamos en la “FINCA DEL CAFÉ”, en Santa Rosa de Cabal, Pereira. Se refiere a que antes era el caballo el que cargaba las bolsas del caficultor y ahora es el Jeep, que es un rodado icónico en toda la zona.
El lugar es muy especial por su geografía, naturaleza y colores.
Nos dice Jaime que es muy similar a la finca Casablanca donde se filmó la serie de Netflix “CAFE CON AROMA DE MUJER” (la vimos la noche anterior).
Funciona allí una explotación de café, un centro de turismo cafetero, un hotel, restaurantes, tiendas y un mirador desde donde se divisa el establecimiento, las plantas y las montañas.
"Siente el café con aroma de mujer", nos dice la dueña del lugar, la Sra. Luz Nelly Diaz Giraldo, que nos cuenta
que se trata de una empresa familiar donde trabajan ella y sus dos hijos.
Empezaron como finca y luego abrieron el tema del turismo, con mucho éxito. Nos
cuenta que el café de Colombia es del tipo “arábigo” y más suave y de mejor
calidad que el de Brasil, donde predomina el tipo “robusto” y lo recolectan con
máquinas.
La visita a la “Finca del
Café” incluye explicaciones y demostraciones de todo el proceso de la
producción del café, desde la planta hasta la taza.
Nos dan un poncho y un canasto a cada uno y Jaime nos guía en el primer tramo y nos muestra las etapas sucesivas: recolección del fruto de la planta, que debe ser maduro y rojo; proceso para hacer los plantines y luego la siembra; después de dos años la planta comienza a dar frutos y dura bien unos 25 años. Cada 15 días debe visitarse cada planta porque conviven siempre frutos rojos maduros y frutos amarillos inmaduros.
La recolección es a mano
porque el terreno es ondulado y además debe escogerse cada fruto. Guiados por Jaime
entramos al monte lleno de plantas, lo recorremos un rato y luego hacemos nuestra
propia recolección de los frutos rojos del café. Fue una experiencia muy linda.
Luego vamos a unos galpones
donde se dejan los frutos y vemos como se pelan y son secados. después, se pasan
al proceso de tostado y de molienda.
José, el guía interno de la Finca, nos dicen que no hay que quemarlo y que el proceso de “torrado”, que se hace en algunos países, al agregar mucha azúcar, perjudica la salud. Sostiene que hay que darle tiempo al tostado del café y no ponerle agregados. Hay que tomarlo sin azúcar. La clave es que el gusto no sea amargo sino ácido, agrega (lo probamos pero la verdad es que sin azúcar no nos gusta).
"El caficultor no vive, sobrevive" nos dice al despedirnos, indicando las magras condiciones de trabajo y retribución y que los jóvenes buscan otros horizontes.
Después de nuestra gran
experiencia, nos vamos a almorzar al restaurante de la Finca, que está a unas cuadras,
donde hay un hermoso mirador desde donde se contempla toda la plantación y el
paisaje lindero. Es muy hermoso.
Fue una linda culminación de la visita a una zona hermosa y poco difundida que merece estar en todos los mapas turísticos.
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