En el “Valle de la Muerte”.



Amanecemos en Pahrum, un pueblo en Nevada cerca de la frontera con California. Hemos decidido empezar el día yendo para el norte, hacia una mina abandonada donde hay un pueblo fantasma.
La ruta corre entre desiertos y montañas. De golpe, en medio de la nada, vemos un lugar con un cartel “Area 51” y con fotos de alienígenas verdes.
Paramos y lo recorremos. Es un lugar temático, muy cerca de la verdadera Area 51, que está en una Base Aérea de la zona. Aquí se pueden observar, comprar y disfrutar todo tipo de productos relacionados con la cultura de los alienígenas. El lugar es muy divertido y sacamos fotos Dicky se compra una vodka de origen marciano. De paso aprovechamos para comprar varios bidones de agua, recomendables en un recorrido entre desiertos.




Seguimos viaje hacia el norte, recorriendo el desierto de “Amargosa”. El paisaje es muy lindo. A la izquierda vemos a los lejos un enorme valle, las montañas son algunas marrones y otras azules y el cielo está despejado. Hay mucho tránsito en la ruta, quizás porque es sábado a la mañana, principalmente de camiones y de casas rodantes.
Después de pasar Beatty, ya estamos en “Rhyolite”. Se trata de un pueblo que se fundó en 1906, al poco tiempo de encontrarse oro en el lugar, y que en seguida creció mucho, hasta tener 10.000 habitantes, pero que al agotarse la mina, seis años después, fue abandonado por sus habitantes. Toda una historia de éxitos y fracasos. De ilusiones y decepciones.




Hay importantes ruinas para visitar, principalmente la del Banco, la de la escuela y la de un gran comercio de la época. También la casa del cuidador, con paredes hechas con botellas.
De golpe aparecen uno par de simpáticos “Buggies”, conducidos por turistas que van recorriendo la zona. A Dicky le encantan y lo dejan dar una vuelta. Fue un momento muy gracioso.
La visita al pueblo se complementa con un museo que está en la entrada, donde se exponen diversas piezas escultóricas de un artista belga, relacionadas con los fantasmas que quedaron en el pueblo. 




Visitamos el museo y hablamos con su cuidador, Richard, quien nos cuenta la historia en perfecto español, ya que fue misionero en México.




De vuelta hacia el sud oeste, cinco millas después ya entramos en California y, en seguida, vemos el cartel de ingreso al Parque Nacional “Valle de la Muerte”.



Vamos contemplando una inmensa planicie entre montañas. El piso es en parte gris y en parte blanquecino, como si fuera escarcha, agua o hielo. El aire tiene una gran luminosidad y se aprecia la energía de estar en un lugar inmensamente grande y abierto. Es todo muy hermoso.




Visitamos en primer lugar el “Harmony Borax Work”, una instalación donde antes de extraía y procesaba el Borax, un importante ingrediente químico que es útil para muchas cosas. En aquella época para fabricar jabones. Además de tener que extraerlo de la sal, con altas temperaturas, debían hacerse cientos de kilómetros para su entrega, por lo que se usaban enormes carretones tirados por veinte mulas. Esos carretones están también en exhibición y son impresionantes.


Seguimos viaje y vemos en el fondo un oasis con lindas palmeras. Es “Furnace Creek”, donde funciona un centro de visitantes, además de un hermoso hotel lleno de palmeras.




Paramos a comer un sándwich y a visitar el lugar. Hay una exposición muy completa sobre la geología, historia, fauna y flora del valle. También sobre los indios que aún viven en la zona, los Timbisha Shoshone.



Asistimos a una explicación del guarda parque. Nos cuenta que el valle de la Muerte es uno de los lugares más calurosos de la Tierra. El suelo es rico en minerales diversos, como el boráx, que fue explotado durante mucho tiempo por una sociedad minera que lo utilizaba en la fabricación de jabones. El producto final refinado, se transportaba a través del valle mediante grandes carros tirados por grupos de 18 mulas y dos caballos que dieron nombre a la marca de jabón Twenty mule team, de gran fama en los Estados Unidos. En los alrededores viven las ovejas Bighorn. Se trata de una especie rara que se encuentra en pequeñas manadas aisladas 
Cuatro culturas amerindias distintas han vivido en la zona durante los últimos 10.000 años La fiebre del oro californiana trajo a los primeros blancos hasta las zonas cercanas. En diciembre de 1849, dos grupos procedentes del condado de Gold con unos 100 carros en total se encontraron en el Valle de la Muerte tras perderse al tratar de encontrar un atajo en el antiguo camino español. Tras abandonar sus carros, el grupo fue capaz de encontrar una salida del valle a través del Paso Wingate. Justo en el momento de abandonarlo, una de las mujeres del grupo se giró y dijo: “Adiós, valle de la muerte”, dando al valle el nombre que aún conserva. Curiosamente, solo uno de los miembros de la expedición falleció.
Terminado el relato nos vamos hasta el hotel a tomar un café y descansar un rato. Es un verdadero paraíso en medio del desierto.
Ahora visitamos distintos lugares donde paramos a contemplar y sacar fotos en un recorrido en auto. Empezamos por el Cañon Golden donde se puede entrar caminando a la montaña.

Luego vamos al “Punto artista”, para después llegar a la “Paleta del Pintor”. Se trata de montañas y de rocas de distintos colores y mucha belleza.




En las paradas saludamos a otros turistas, la mayoría parejas jóvenes con espíritu de aventura. Hay también franceses y españoles.
Seguimos por un camino serpenteado, entre montañas, hasta que vemos el “Devil Golf Course”, que es una gran planicie, en medio del valle, donde la sal produce constantes pequeñas explosiones que generan hoyos, como los de una cancha de golf.




Finalmente, llagamos a “Bad Water”, que es una zona frente a un pequeño espejo de agua, donde se puede bajar a caminar por la sal. El espectáculo es alucinante y me hace acordar al Mar Muerto, en Israel.




Después de allí seguimos la ruta con la esperanza de encontrar al Dante’s View, un lugar alto de donde se ve todo, pero hacemos millas y millas sin ver un solo cartel.
En un momento nos sentimos perdidos en el Valle de la Muerte. Seguimos por el camino hasta que, finalmente, apareció algún cartel indicador y pudimos salir del valle. Ya en los últimos kilómetros se notaba el cambio porque empezamos a ver pájaros, que no existen en el valle, donde la temperatura de hoy fue de 32 grados, o sea no muy caliente para los registros normales.




Al cruzar el mojón de salida recuerdo lo que nos contó el guarda parque sobre las palabras que había pronunciado al salir una de las mujeres de la caravana perdida y que le dio el nombre: “Adiós valle de la muerte”.
En nuestro caso, la impactante belleza y rareza del lugar lo convierte en un “valle de vida”. Como una evidencia de ello, sale una luna llena que nos acompaña hasta el final de la jornada.







6/7.En este mismo blog podrás leer otros capítulos del viaje, relatos de otros viajes, cuentos y crónicas. http://eduardofavierdubois.blogspot.com/


































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