"Monument Valley", en la Nación de los Navajos




Una luz se va filtrando por la ventana del cuarto del hotel, que anoche hemos dejado abierta para no perdernos el amanecer.
Es nuestro segundo día de viaje y los tres amigos, Carlos Dicky y yo, estamos en “The View Hotel”, dentro del Parque “Monument Valley”, en pleno territorio de los indios Navajos y en el límite entre Arizona y Utha.
Salimos al balcón a ver el espectáculo. Estamos abrigados, porque esto es un desierto y hace mucho frío por las noches. Poco a poco las sombras se van convirtiendo en monumentales formaciones rocosas, rojizas y de mil formas, las que dan nombre al valle.
La visión del paisaje desde el balcón es imponente y acogedora al mismo tiempo. A medida que el sol avanza todo se va haciendo más nítido mientras reina un gran silencio, casi religioso. Sacamos muchas fotos.
Más tarde, por otra ventana, vemos que empieza a llegar una legión de turistas. Forman una larga caravana donde sobresalen las motos de alta cilindrada y las casas rodantes. Hombres musculosos y barbudos y familias con niños pequeños participan en común de uno de los grandes sueños americanos: recorrer el país y conocer las maravillas de los parques nacionales. Es emocionante verlos llegar.




Después de un rato vamos a desayunar y a conocer el hotel, al que llegamos anoche.
Visitamos la tienda del hotel, donde exhiben y venden todo tipo de artesanías y testimonios de la cultura y de la historia de los navajos. Todo el personal es navajo. Son morenos, con aspecto oriental y poco comunicativos con nosotros. Hay que entender sus razones.



Luego vamos al museo Navajo. .Allí, entre otras cosas, hay testimonios de los navajos que ayudaron a ganar la Segunda Guerra Mundial transmitiendo y recibiendo los mensajes en su idioma y, así, evitando que tanto alemanes como japoneses pudieran interferirlos. Unos verdaderos héroes.




Posteriormente vamos al centro de información al visitante donde nos recomiendan contactar a un guía navajo para poder recorrer lugares prohibidos dentro del valle. 





Es así que contratamos  a una guía Navajo, se llama Rudy y es una mujer de mediana edad. De entrada nos dice que es actualmente soltera, aunque tiene hijos, y que nació aquí en la reservación indígena. Nos va llevar en una camioneta cerrada.
Con ella empezados a recorrer un largo sendero dentro del Parque donde nos detendremos en los distintos puntos de interés, conforme un plano especialmente marcado.Nos cuenta Ruby que el lugar donde estamos no es un valle, sino una gran meseta que se encuentra a una altura de 1.700 metros sobre el nivel del mar. A lo largo de los tiempos, y por la erosión del agua, esta meseta se fue hundiendo de forma que, en la actualidad, lo que vemos son unos grandes pináculos montañosos de hasta 300 metros de altura. Agrega que el color rojo del valle viene del óxido de hierro expuesto en la limolitas desgastadas y que las rocas más oscuras, azules y grises del valle deben su color al óxido de manganeso.

Empezamos el viaje recorriendo un camino serpenteado sobre un piso de arena siguiendo una zenda marcada, con suaves subidas y bajadas.




Las primeras formaciones son como unas pirámides que parecen manos con guantes hacia arriba y se llaman “West” y “East” “Mitten Butte. Luego pasamos por otras cuyos nombres son “elefante”, “tres hermanas” y “camello”. Llegamos al punto “John Ford” que recuerda al director de tantas películas del oeste que se firmaron en este valle, entre ellas “La diligencia”, “Fuerte Apache” y “Río Grande”. También hay un homenaje a John Wayne.
Vamos compartiendo el recorrido con otras camionetas de turismo navajo, algunas descubiertas, y con autos particulares. En algunas paradas venden artesanías o hay caballos para alquilar. En una hay viviendas indígenas históricas y explicaciones sobre sus hábitos de vida. 


Aprovechamos para conversar con otros visitantes, muchos de ellos jóvenes europeos.
Siguiendo el recorrido entramos en una zona restringida donde pasamos por el “pájaro de trueno”, el “dragón dormido”, “el ojo del sol”, el “submarino”, la “oreja al viento” y el “tótem”, entre muchos otros.



En un momento paramos frente a una gran gruta de techo cóncavo, con un hermoso orificio circular en el techo. Rudy nos hace acostar en un piso inclinado y ver hacia arriba las formas de la cabeza de un pájaro. Es hermoso. Luego se pone a cantar una canción muy dulce. Nos cuenta que se la canta a sus  hijos y hablan de un niño con su perro. Es un momento emocionante.

“El ojo solo puede ver lo que lleva adentro”, nos dice Ruby para explicar los distintos nombres de los monumentos que prueban los grandes conocimientos y los mitos de los navajos.
En un momento nuestra camioneta, que no es doble tracción, se queda atascada en la arena. Rudy toma la pala y trata de sacarla pero es imposible. Pedimos un auxilio por teléfono. Mientras esperamos le pedimos que nos cuente sobre los navajos y ella lo hace.

Nos dice que la “Nación Navajo” es una reserva india que cubre 71 000 km², que ocupa partes del noreste de Arizona, el sureste de Utah y el noroeste de Nuevo México. Es el área territorial más grande que está en manos de una tribu, con una población de 350 000 habitantes.​



No cuenta que en 1863 el Coronel Carson destruyó los poblados indios e hizo una gran matanza de Navajos. Los sobrevivientes debieron emprender una “larga marcha” hacia el sureste de Nuevo México, muriendo muchos de hambre en el camino y en Fort Summer. En “Bosque Redondo” sus antepasados vivían casi como esclavos. Por suerte, en 1868, como una forma de reparación, se hizo un tratado y se les reconoció el territorio, volviendo los que quedaban y viviendo allí desde entonces.
Agrega que la Nación Navajo tiene un gobierno elegido que incluye un Poder Ejecutivo, una cámara legislativa, y un sistema judicial, pero el Gobierno federal continua conservando el pleno poder sobre todas las decisiones.




Aquí está prohibido el uso de alcohol y hay que tener permiso para visitar ciertos lugares.
Terminamos el recorrido un poco tarde ya que la camioneta se nos encajó una vez mas y hubo que volver a esperar auxilio.

Ahora vamos a buscar nuestro propio vehículo para llegar hasta el “Forrest Gump Point”, que se encuentra cerca del Valle, a unas 15 millas.
En realidad es un tramo de la ruta que, por estar inclinado y verse detrás muchas de las formaciones del Monument Valley, tiene una grandiosidad increíble y fue usado para una escena de la película.
Cuando nos acercamos al lugar vemos muchos vehículos detenidos a la vera del camino y jóvenes japoneses sentados sobre el asfalto y sacándose fotos en diversas posiciones. Es divertido pero peligroso cuando se acerca algún auto y hay que salir corriendo hacia el costado.

¿Por qué corres Forrest? Le preguntaban insistentemente al protagonista de la película, y el decía que solo tenía ganas, hasta que aquí, en esta recta, dejó de correr.
Para Dicky, nuestro compañero que con una enorme voluntad se repuso de un gravísimo accidente del que sobrevivió hace un año, el lugar no marca un fin sino un reinicio y lo celebra vivamente.

¿Por qué viajamos nosotros? Les pregunto a mis dos amigos. Me dicen que simplemente porque tienen ganas de viajar.
¡Ojalá nunca dejemos de hacerlo!






2/7. En este mismo blog podrás leer otros capítulos del viaje, relatos de otros viajes, cuentos y crónicas. http://eduardofavierdubois.blogspot.com/


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