Bordeando la Patagonia











Luego de visitar Montevideo empezamos a navegar por el mar argentino. Nos toca enfrentar el primer día completo de navegación. El crucero está preparado para entretener a los pasajeros con una serie de actividades y servicios. También la estructura permite hacer ejercicios físicos en el gimnasio, largas caminatas por la baranda superior o practicar, en espacios reducidos, y algún deporte como básquet o ping pong. Quizás el eje central sea la posibilidad de comer y tomar todo el día, como así la de ir a tomar sol o bañarse en alguna de las dos piletas principales, una de ellas techada, o de tomar un baño caliente en los jacuzzis.



En el desayuno, depués de un rato en el gimnasio, me cruzo con al profesor Flores quien, muy entusiasmado, me cuenta que estamos haciendo la misma ruta que hizo Magallanes, el marino portugués, a las órdenes de España, en su viaje alrededor del mundo. Agrega que en el año 1520 hizo una entrada en el Golfo San Matías y de allí fue a la boca del río San Julián, donde decidió invernar. En ese punto tuvo lugar el primer encuentro con los pueblos originarios del lugar, los indios Tehuelches. Dice que eran más altos que los ibéricos, que de por sí eran bajos, pero que los indios no eran gigantes. Me aclara especialmente que el nombre de “patagón” fue tomado del personaje del gigante capturado por el héroe en una novela de caballería de la época (“Primaleón”) y no guarda relación con sus pisadas como generalmente se cree. Desde ese momento se puso en los mapas el nombre de “Patagonia”. Otro mito que cae.



Ahora miro el programa del día y me llaman la atención la gran diversidad de encuentros y actividades que conviven hoy en un mismo barco, por ejemplo, reuniones de estudio de la Biblia con encuentros para masones o para integrantes de la comunidad LGTB, a lo que se suman los talleres de manualidades, artesanías y hobbies, clases de zumba y tango y una conferencia sobre nuevas tecnologías. Ello da prueba de una apertura mental de los organizadores digna de elogio. Lamentablemente, la mayoría de las actividades son en inglés y pocas tienen traducción.





De todos modos, son pocos los pasajeros que se anotan y, la mayoría, durante las horas de sol, pasa el tiempo cerca de la pileta comiendo, leyendo, jugando a las cartas o practicando juegos de mesa. Puedo reconocer a los grupos de argentinos por los termos y mates. Nadie usa computadoras y muy pocos consultan sus celulares. Aquí el internet es caro y mala la señal.


A la tarde, participamos de una clase de tango con los bailarines argentinos Cecilia y Fernando, donde nos cuentan cómo es la vida de los artistas en el Crucero y cómo reaccionan los distintos públicos del mundo a nuestra música porteña. Tienen mucha profesionalidad y entusiasmo.


Luego, tomando un café en el salón Piazza y mientras escuchamos al trío Bujacich, me encuentro de nuevo al profesor Flores. Entre compás y compás, me cuenta que la Patagonia encierra grandes leyendas, como la de la “Ciudad de los Césares” (“Trapalanda”), llena de riquezas y habitada por no aborígenes, que unos náufragos españoles juraron haber visto en 1556 y Hernandarias buscó apasionadamente en Neuquén en 1605. También la del desembarco de siniestros personajes de la segunda guerra mundial, incluido el propio Hitler, provenientes de varios submarinos alemanes llegados en el año 1945, dos de los cuales se entregaron oficialmente en Mar del Plata y del resto se especula que estarían hundidos cerca de la costa. ¡Increíble!



Salgo a la cubierta superior a tomar fresco. Aquí hay una pantalla gigante al aire libre con películas subtituladas. Estan dando "Mamma mía dos" y veo los rostros de los espectadores muy emocionados, recostados en las reposeras y tapados con colchas que provee el barco. Abajo hay espectáculos artísticos y musicales casi en forma permanente. También juegos de acertijos y concursos donde participan los pasajeros. No puedo dejar de mencionar el casino, de naipes y ruletas, y los bares siempre abiertos que recorro con curiosidad.



A la noche, después de la cena y cuando voy a un espacio de fumadores, en una cubierta que mira al mar, vuelvo a encontrar al profesor Flores. Ahora está rodeado de un grupo de seguidores que ya consiguió de buena ley y lo escuchan con atención. Se pone a contar historias reales de la Patagonia. Empieza por la del francés Antoine de Tounens, que en 1860 se proclamó “Rey de la Patagonia” con el nombre de “Orllie Antoine 1”, al que los araucanos recibieron, aceptaron y a quien el cacique Quilapán ofreció 20.000 hombres de lanza; Luego nos habla del famoso bandido norteamericano Butch Cassidy, instalado como pacífico comerciante de ganado en el valle de Cholila, cerca de Esquel, quién en 1905, antes de esfumarse de sus perseguidores, robó los bancos de Río Gallegos y Villa Mercedes armando una logística de escape sorprendente. Finalmente nos cuenta la historia de quien en 1931 fuera piloto de la empresa francesa “Aeropostale”, el famoso Antoine de Saint Exupéry, autor de “El principito”, el libro más traducido luego de la biblia e inspirado en sus vuelos patagónicos.




Más tarde voy a ver el Karaoke. Finalmente me voy a dormir imaginando cómo habrán sido esas aventuras y comprobando que, donde algunos solo ven solo un paisaje, el mar y la costa, otros se conectan con un mundo fascinante de historias y leyendas.




3/9. P.D.: Podés encontrar los demás relatos del viaje (son 9 en total), como así otras crónicas y cuentos en este mismo blog

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