Un crucero por el Río de la Plata.
Por fin el crucero se pone en
movimiento. Somos casi 3000 personas que embarcamos ayer en el puerto de Buenos
Aires y, la mayoría, con muchas ganas de salir cuanto antes a navegar. Nuestro
destino es recorrer la Patagonia desde el mar, en sus lados argentino y
chileno, el Atlántico y el Pacífico, en 14 días de navegación, seis bajadas a
puerto y dos recorridos panorámicos, terminando en el puerto de San Antonio,
cercano a Santiago de Chile. En mi caso, el plato fuerte es la parada en las
Islas Malvinas, nuestro tercer destino, luego de Montevideo y Puerto Madryn.
Muchos de los viajeros vamos
a las cubiertas superiores para ver la salida del barco y despedir a Buenos
Aires. Es el inicio de una gran aventura de dos semanas por el sur del planeta.
Hay emoción y alegría en los rostros. El comienzo de cada viaje encierra una
gran magia, una felicidad por expectativa, una especie de vértigo, que atrapa a
todos. El crucero acompaña el momento con música y un show en vivo en la
pileta. Vamos lentamente dejando la rada de la terminal de cruceros en Puerto
Nuevo y bordeamos el hermoso perfil de Puerto Madero al atardecer, donde lucen
los mástiles de la Fragata Sarmiento. Impresiona también el verde de la reserva
ecológica en una tarde de verano. El río, poco a poco, va cambiando su color
marrón por uno azulado. Sacamos fotos, filmamos con los celulares, nos
abrazamos. Un momento único donde vemos nuestra ciudad linda y con orgullo.
Lentamente el barco se va
alejando de la costa en un soleado día de verano. Ya estamos en un lugar donde
vemos, de un lado a Buenos Aires y del otro a Colonia, la ciudad más antigua de
Uruguay, fundada por los portugueses. Me pongo a conversar con un grupo de
personas que también están en la cubierta superior mirando al Río. Uno de ellos
nos cuenta que la fundación de Colonia la hicieron los portugueses
contraviniendo a las bulas papales y a los tratados existentes. Que,
justamente, esa disputa territorial dio lugar a la guerra contra el Brasil y a
un combate que se hizo en este mismo lugar: el combate de “Los pozos”. Fue en
1826 cuando el Almirante Guillermo Brown enfrentó e hizo retroceder a una
poderosa armada brasileña. Lo curioso es que las acciones bélicas, que duraron
hasta la tarde, pudieron ser vistas desde la orilla por los habitantes de
Buenos Aires como si fuera la platea de un teatro. Primero se siguieron con gran
temor, frente al tamaño de la escuadra atacante, y luego con alivio y grandes
festejos al comprobar su retirada. Me encanta el relato y me quedo charlando.
El caballero se presenta, es Guillermo Flores, un profesor jubilado de la
Escuela de Náutica. He encontrado un compañero de viaje interesante.
Ahora estamos ya en el medio del
río navegando en aguas abiertas. Estoy solo con Guillermo Flores. El profesor
me cuenta que el primer europeo que lo hizo fue Magallanes en el camino a dar
la vuelta al mundo. También habría pasado por aquí en 1501 Américo Vespucio, en
uno de sus viajes (reales o imaginarios), quien lo bautizo en forma bíblica “El
Jordán”. Solís en 1516 lo llamó “mar dulce” hasta que los sobrevivientes de su
expedición lo empezaron a llamar “Rio de la Plata”, por el mito indígena de que
permitía llegar, aguas río arriba, hasta las minas de plata de Potosí. Luego se
lo empezó a llamar también “rió argentino” (plateado) y de allí derivó el
nombre de la zona y de nuestro país. Es curioso que todos los nombres provengan
de un mito, pienso.
El barco sigue su curso, lo recorremos y estamos
ahora cenando en familia en uno de los comedores. Es el momento de ver con
quiénes viajamos. El crucero es de propiedad de una empresa domiciliada en Gran
Bermuda, una ex colonia del Imperio Británico. Por lo que me cuenta Francisco,
el joven mexicano que atiende en la oficina de excursiones, la mayoría de los
pasajeros son de origen norteamericano. Le siguen grupos de canadienses, rusos
y japoneses. Entre los latinos, que somos los menos, hay grupos de chilenos,
brasileños y argentinos, en proporciones parecidas. Por su lado, es claro que
los auxiliares de a bordo, camareros y personas de servicio, son en su mayoría
oriundos de países del Caribe, Asia y África. En particular los que atienden el
buffet son filipinos. Mirando la diversidad de rostros, cuerpos y lenguas,
siento que el barco es casi como una “torre de babel” flotante, con la gran
diferencia de que estamos comunicados, mucho o poco, por el idioma inglés, bien
o mal hablado por todos. El tango es el plato especial de animación del crucero, con actuaciones argentinas del Trío Bujacich y dos bailarines, Cecilia y Fernando, quienes también dan lecciones a los pasajeros. Los más destacados en el tango son una pareja de japoneses de Canadá y una pareja de españoles de Málaga. A la hora de bailar los argentinos fallamos.
Ahora, luego de cenar y mirando al río, cuando ya
estamos a medio camino entre Buenos Aires y Montevideo, me viene a la memoria
la tragedia del “Ciudad de Asunción”. Era un “vapor de la carrera” que salió de
Uruguay hacia Buenos Aires a pesar de las pésimas condiciones climáticas y que,
en medio de la noche y de la niebla, chocó con el casco de un barco hundido,
encalló y al rato se incendió. Era el año 1963 y yo tenía 11 años. Lo recuerdo
porque había pasajeros famosos, como el Abate Pierre, fundador de la orden de
los “Traperos de Emaús”, pero sobre todo porque viajaba mi tío Gastón. Con su
personalidad arrolladora no dudó en tirarse al agua de inmediato, se aferró a
una madera que flotaba y estuvo toda la noche luchando por su vida, hasta que a
la mañana lo recogió la lancha “San Fernando”. De joven una gitana enojada le
había predicho tres desgracias y ésta fue una de ellas. En esa noche trágica,
en medio de la oscuridad, el frío y el fuego, hubo actos de heroísmo, de
abandono y de miseria humana que fueron muy comentados por la prensa de la
época. En total murieron 53 personas y se salvaron 315.
Me voy a dormir
pensando cómo, un río que nos resulta tan familiar y casi aburrido, guarda
tantas historias y secretos interesantes.
1/9. P.D.: Podés encontrar los demás relatos del viaje (son 9 en total), como así otras crónicas y cuentos en este mismo blog
Excelente relato Edu.
ResponderEliminarLuego de 52 cruceros realizados en los últimos 32 años, de lo cuales tres viajes fueron en ese recorrido, dos en sentido contrario, te diré que esas son las sensaciones y expectativas que se sienten al comenzar un viaje.
Luego el encuentro, fortuito o no, quién sabe, con gente afín de los que inevitablemente terminaremos aprendiendo cosas y compartiendo momentos.
Muy lindo, me hizo sentir un pasajero más.
Un abrazo y aguardo el próximo.